He podido sentir, casi físicamente, cómo
brincaban los corazones en los pechos de millones de españoles, de todo color y
condición, en el mismo instante en que el flamante presidente del país ofrecía
un puerto para que atracara el Aquarius, el barco cargado con más de
seiscientos emigrantes que vagaba por el Mediterráneo de rechazo en rechazo.
No creo que quedara un español de bien
que no se sintiera orgulloso del gesto, que no soltara un suspiro de alivio
tras días de congoja e imágenes sobrecogedoras. Y que no dijese, aunque para su
fuero interno, eso que pensamos muchos. No es lo mismo. Claro que no. Puede que
sea un gesto, pero los gestos son importantes. Y marcan diferencias.
Con todo, me asusta pensar que lo que
nos queda por delante, lo que le queda al Gobierno Sánchez, no es una faena de
aliño, es algo más que chapa y pintura, que el daño es profundo, la maquinaria
está muy deteriorada y costará mucho volver a ponerla en marcha y que ruede
aceptablemente bien.
Lo que queda por delante no es ejecutar el
programa de un partido, sino analizar pieza por pieza el motor renqueante de
una democracia pervertida y desmembrada, y al tiempo, generar confianza en que
se podrá retomar la marcha y rodar hacia un destino más halagüeño. Hacia un
futuro menos imperfecto.
Como si una apisonadora nos hubiera
pasado por encima, todos los elementos sociales, políticos e institucionales
presentan tal grado de deterioro que no sabría por dónde empezar la
reconstrucción. Que reparar un par de abollones y dar unos brochazos a los
arañazos ayuda, sobre todo para tomar aire y presentar nueva cara, pero sólo es
maquillaje. Chapa y pintura.
Debajo están los derechos sociales
pisoteados, los laborales desaparecidos, la sanidad dañada hasta el infinito,
la educación hasta más allá, la desigualdad institucionalizada y la pobreza,
casi también.
Una vez pasada la euforia de los
primeros días, una vez recobrada la ilusión, que andaba escondida en algún
rincón del alma en exilio involuntario, hay que meter en talleres este país
nuestro y emplearse a fondo en limpiar bujías y filtros, en sustituir piezas
inservibles, en traer de vuelta a las que dejaron de funcionar y en añadir las
precisas para que el motor suene como debe sonar. Como el de un país en marcha
que, con todas las dificultades, quiere salir adelante.
Queremos cambiar de cara, que los colores
sean más brillantes y que se reparen los arañazos y los abollones. Pero sobre
todo, confiamos en que en que el cambio sea algo más, mucho más que chapa y
pintura.
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