Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

martes, 31 de julio de 2018

Desde Macondo. ESTAMPAS DE VERANO

En la era de lo digital, ya casi no podemos hablar de álbumes de verano, de esos que languidecen en la parte más alta de la estantería y que, alguna aburrida tarde de otoño, cuando toca limpiar el polvo, o no hay nada mejor que hacer, nos devuelven por unas horas a Macondo, o a ese primer viaje con amigos, a aquella playa tropical, al descubrimiento de los desiertos, a las caras tersas de los que hoy peinan canas, a los recuerdos de cuando éramos tan jóvenes. A los veranos de pueblo, de sol y moscas.
          Los álbumes de fotos son como la casa de los Buendía, escenario propicio para el deambular de espectros. Entierran ilusiones, y alucinaciones, realidades y quimeras y, vistos desde el hoy, recuerdan que, a menudo, cualquiera tiempo pasado fue mejor. Son la vida irreal, porque sólo responden a una parte del año, las vacaciones, ocultando el resto del año que, probablemente, no fuera tan idílico.
          Me siguen gustando las fotos, aunque no sea lo mismo encerrarlas en un frío disco o en un pendrive, fuera del amoroso calor del papel, del álbum elegido primorosamente, y colocado por fechas en un estante. Nada que ver sentarse con la manta en las rodillas a pasar las páginas de los mejores momentos de tu vida.
          Y, en cualquier caso, los veranos ya no son iguales. O soy yo la diferente. Hace demasiado tiempo que no puedo imaginarme estampas de verano como las de antes. Sin preocupaciones, desconectada. Oigo a los analistas financieros decir que seguimos creciendo, y me imagino a señores repeinados y rubias señoras en bikini, en los yates o sentadas en la tumbona con grandes gafas de sol mientras los inversoritos y las bolsitas hacen castillos en la arena, y mirados de reojo por los de a pie, que toman cerveza y comen pinchos de tortilla, si son afortunados. O esperan tiempos mejores. Como para guardar las fotos.
          En la ciudad, somnolienta y fascinante en la soledad de agosto, las cosas tampoco son iguales. Si ni el Congreso ha tenido verano… Escucho las conversaciones, de invierno o de cualquier otra época del año. No de vacaciones. Elecciones, presupuestos, corrupciones varias, preocupaciones…
          Nada que poner en el álbum. Nada que podamos recordar con añoranza, andando el tiempo, en una melancólica tarde otoñal, intentando escapar de la realidad, de viajar a lo imposible y lo imaginario, de poner tierra de por medio, y no sólo tierra física.
          Afortunadamente queda Macondo, con su tiempo eterno, sus repentinas y prolongadas lluvias, sus diluvios, sus epidemias de insomnio, sus extraños nacimientos de niños con cola de cerdo, sus personajes solos, sus sagas interminables... Su magia. Un álbum muy distinto a los que podríamos hacer por estos lares, tan reales, tan ciertos, tan previsibles que agobian.
          Y que no merecen un sitio en nuestra estantería. Ni en nuestros veranos de antaño.

... Y FRANCO SIN SALIR

Ha pasado julio, y Franco sigue dónde estaba. A lo fresquito, que con estos calores, como para enredarse en discusiones de familia, de priores, de nostálgicos varios y de todos aquellos que piensan que son batallitas del abuelo y que hay que dejar las cosas como están. Como han estado desde que tenemos memoria de la de verdad, fuera de esas zarandajas de la memoria histórica que, a decir de los arriba mencionados, sólo sirve para reabrir heridas.
          El problema es que las heridas siguen abiertas, y la tumba permanece cerrada. Con lo fácil que hubiera sido levantar la piedra e irse con la “música” a otra parte. A la que quieran sus familiares, que está visto que ni ellos lo quieren, o a la que decida el Gobierno, que para eso gobierna.
          Sin estridencias, sin actos solemnes y hasta sin que nadie se entere. Mientras todos andamos enredados en nuestras cosas, en la playa, la montaña o el pueblo, se hace en un pis pas y se acaba con la polémica… Y con la vergüenza.
          Ya nos han sacado en todos los medios internacionales, perplejos por la batallita que estamos librando cuadro décadas después de la muerte del dictador, y el doble de tiempo desde que decidiera proclamarse  salvador de la patria provocando una guerra civil con centenares de miles de muertos, cárceles llenas y que no dejó de fusilar hasta el mismo año de su fallecimiento. En la cama y con honores, como corresponde.
          Me encantaría que todos los que se aferran a la lápida para que no se mueva, explicaran a un alemán, o a un italiano, que el mausoleo donde se veneran sus restos fue construido por presos, esclavos para hablar con propiedad, y que se construyó encima una descomunal cruz de granito, como si fueran necesarias talas dimensiones para perdonar tanto asesinato. Y que hay misas cada domingo, y concentraciones brazo en alto en fechas destacadas, y que está a un pasito de la capital, para que se vea bien.
          No es Hitler, que ningún alemán lo entendería. Ni Mussolini, que los italianos pasaron página en su momento. Es Francisco Franco, y sigue ahí después de cuarenta años de la llegada de la democracia. Cuando muchos de los que ahora se oponen, dirigentes recién elegidos, por cierto, ni habían nacido. Por supuesto, no habían sufrido. Igual tiene algo que ver que el Partido que tanto se niega fuera creado por un ministro del dictador, y aún no haya tenido tiempo de renovarse convenientemente.
          No sé, pero creo que con el verano estamos perdiendo una ocasión de oro. Que queda agosto, y luego todo será más complicado. Que mi abuelo sigue en paradero desconocido, en una fosa común o en el mar, que les venía más a mano porque estaba preso en una isla… Y Franco, sin salir.

jueves, 26 de julio de 2018

Desde Macondo. ANÓNIMOS

El término viene del griego anónymos ‘sin nombre’. Y a priori, sin ninguna connotación negativa, que hasta la obra cumbre de la picaresca española, el lazarillo de Tormes, es anónima, y que no somos quién para juzgar por qué alguien no ha querido dejar su firma en cartas, libros, poemas, cuadros u obras de arte de todo tipo.
          Hay que bajar hasta la cuarta acepción del diccionario de la Real Academia para descubrir que, con artículo delante, el o la anónimo o anónima es una “carta o papel sin firma en que, por lo común, se dice algo ofensivo o desagradable”.
          En esto, como en algunas otras cosas, la institución que vela por la pureza de la Lengua se queda un tanto obsoleta. Tendría que añadir mensajes, e-mails, whatsapp y, por supuesto, twits y entradas en facebook o en cualquiera de las redes sociales que nos inundan.
          Sí acierta el diccionario al calificar de “ofensivo y desagradable” lo que se dice en los anónimos. Al menos en los de ahora, que nadie se hace un perfil falso para contar un descubrimiento científico o publicar una novela. Para eso están el nombre, los apellidos y la foto. Como debe ser.
          No estoy muy de acuerdo con eso de que las redes las carga el diablo. Es más, creo que son excepciones, aunque se haga triste realidad que la excepción confirma la regla. Siempre ha habido miserables y cobardes. De los que tiran la piedra y esconden la mano, de los que sabiendo que sus argumentos son falsos y torticeros, buscan el atajo para hacer daño. Pero no es menos verdad que los que sean, demasiados por desgracia, han encontrado un formidable altavoz en las redes sociales. El anónimo ofensivo e insultante ya no se queda en manos de quien lo recibe y de un puñado de allegados, sino que corre a la velocidad de la pólvora buscando a quien convencer, por lo general, a gentes tan mezquinas y despreciables como quien lo escribe.
          Está bien denunciar, defenderse ante un ataque que no es limpio, cara a cara. Pero está mucho mejor quitar la máscara y dar a conocer a quien se esconde debajo. Para su escarnio y vergüenza y como aviso a navegantes.
          Y para no hacer bueno eso de difama, que algo queda.

martes, 24 de julio de 2018

¡YA ESTÁN AQUÍÍÍÍ...!

Han vuelto. Y que conste que no lo digo yo. Lo dicen ellos, alborozados, exultantes, encantados de haberse encontrado tras una larga temporada perdidos en el desierto, desnortados y sin encontrar el rumbo.
          Pero han vuelto, eso dicen, que yo no tengo muy claro que se hayan ido nunca. Al menos, no del todo, que han enseñado mucho más que la patita, y a las pruebas de los últimos años me remito. Y al parecer eso era la modernidad, la derecha civilizada. La que ha perdido cuando los otros han encontrado el sitio, como los toreros, y se han hecho con el ruedo y con la plaza.
          El caso es que me siento como la niña de Polstergeist al encender la tele. Salvando las distancias, ni niña, ni rubia y trés décadas después de estrenarse la peli.  ¡Ya están aquííí…! Apretar un botón y que te caigan encima todas las especies de fantasmas, espíritus y momias del pasado, en pleno verano y con el calor del mediodía.
          Todos saliendo de la pantalla, la familia, el derecho a la vida, las banderas en los balcones, el cambio de la ley del aborto, la defensa con uñas y dientes de la educación concertada frente a la pública, la guerra a los independentistas, la vuelta a la posibilidad de ilegalizar partidos que “rompan la unidad”. España, España y más España, como si durante este tiempo, antes de que volvieran, se hubiera llamado de otro nombre o la hubiéramos tenido secuestrada.
          Qué fatiga. Será que me ha pillado en vacaciones, que se ha acabado el mundial y que no me apetece nada ver esa imagen de banderas en los balcones como símbolo o reafirmación de no sé qué. Como dice Jorge Drexler, “perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera; vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste…”.
          Pero en fin, han vuelto, y es lo que toca. Muchos estarán contentos. El obispo de Córdoba se ha apresurado a escribir en Twitter (que es obispo pero sabe del poder de las redes), “Hoy he vuelto a oír el discurso de la familia, la vida, la unidad de España. Será un sueño?" "-No, la realidad se impone a la ideología”. Pues no es un sueño, ni tan siquiera una pesadilla, que de esas te despiertas y te olvidas.
          Han vuelto. Y no nos queda otra que ir limpiando telarañas para impedir que se acumulen y nos invadan.
          Bueno, eso y apagar la tele para que no salgan, que diría el llorado Forges.

jueves, 19 de julio de 2018

Desde Macondo. DIVINO TESORO

Asisto, entre divertida y estupefacta, a la diatriba organizada en las primarias del PP con la juventud como telón de fondo. ¿Quién es más joven? Como si los pocos años fueran la panacea, o al menos, garantía de modernidad, de empuje, de mente abierta. Pero ahí está, circulando, un “anónimo” vídeo en el que, con la juventud como excusa, una parte del partido (y no señalo a nadie, que bien señalado/a está el ideólogo/a), se intenta hacer campaña con el fondo de “Cuéntame”.
        Pues sí, habría mucho que contar. Cierto que los dinosaurios siguen poblando el espacio “popular”, que no se han extinguido ni tan siquiera con los meteoritos caídos en los últimos tiempos. Pero también han criado, y del mismo modo, existen otras criaturas prehistóricas pululando por ahí, disfrazados de maduros interesantes, y hasta de jóvenes.
        Una parte de los aspirantes a suceder a Rajoy parecen haberse aferrado con uñas y dientes a lo de “juventud, divino tesoro”, y la otra, a lo que siempre se ha dicho, que la experiencia es un grado.  Y ni una cosa ni la otra.
        Me ponen los pelos de punta algunas de las propuestas del joven y apuesto Casado, más propias de esa época en la que los dinosaurios poblaban la Tierra, y de la experiencia de la otra, qué queréis que os diga, que la habéis sufrido igual que yo.  De los y las que van detrás de cada uno, no hablo, que eso daría para otra columna en la que la edad no fuera protagonista. Por no hablar de las preferencias de Vox o Hazte Oír, que independientemente de la edad de sus integrantes, defienden ideas antediluvianas.
        En cuatro días habremos resuelto la incógnita, sabremos lo que pesan las mochilas de unos y otros, incluso la del que afirma no tener mochila. Sabremos si los compromisarios apuestan por el tesoro de la juventud o el grado de la experiencia, si toca cantar la última canción del verano o el añoso Cuéntame.
        Mientras tanto, y sin mirar edades, cada cual va recabando sus apoyos, alguno muy “venerable”, entendiendo por esto a quienes llevan siglos en el Partido, y precisamente por eso conocen todos los tejemanejes y puede que tengan más opciones.
        Al fin y al cabo, en unas primarias sin debate, los interesados tendrán que agarrarse a algo para elegir. Aunque sea algo tan peregrino como la edad, o el sexo, que al parecer también es muy importante ser o no mujer, según en el bando en que se sitúe cada uno.
       En cuatro días sabremos si el divino tesoro, que se pasa con la edad, como todos conocemos, o la experiencia, que tampoco significa garantía, habrán convencido a los poco más de tres mil compromisarios populares. Lo que está claro es que jóvenes y menos jóvenes no parecen estar dispuestos a practicar la tan traída y llevada integración. Vamos, que sólo puede quedar uno. O una.  

lunes, 16 de julio de 2018

SANGRE REAL

De toda la vida sabemos que los reyes, en general, son distintos a nosotros. Que aunque no venga en el Génesis, Dios creó al hombre, a la mujer y luego, a la Monarquía. Y la situó por encima del bien y del mal y, por supuesto, del resto de los mortales. Así es, y así nos lo han contado, desde pequeñitos.
        Mientras intento digerir el torrente de declaraciones vertidas por esa princesa de tres al cuarto, la tal Corinna, que al parecer tiene sangre real, y las también supuestas y lucrativas andanzas de nuestro Rey emérito, me viene a la cabeza uno de esos cuentos de Andersen, de los troquelados de toda la vida, que leí cuando apenas aprendía a juntar las letras:” La Princesa y el Guisante”.  Seguro que a todos os suena, pero lo resumo rápidamente para los que aún no peinan canas.  Una Reina, empeñada en buscar la mejor esposa para su hijo, somete a todas las candidatas a una dura prueba, la de detectar un guisante colocado bajo veinte colchones. Sólo así se sabría si su sangre real era auténtica. Docenas de candidatas fueron desechadas, hasta que llegó la auténtica princesa, que se levantó llena de moratones por la molestia de la dichosa bolita verde.
        Y se casó con el Príncipe, y comieron perdices y todas esas cosas.
        Pues eso, que son diferentes. Imaginaos mi estupefacción, máxime cuando, en la época del cuento, yo dormía aún en colchón de lana. De esos llenos de bultos que no había forma de colocar, y que te absorbían literalmente cuando te tumbabas en la cama. Se movían contigo, dándote la sensación de estar en un barco a la deriva, por lo que se balanceaban a cada cambio de postura. Y pensaba en el guisante, en cómo podría notar alguien una cosa tan pequeña, sin confundirla con los nudos de la lana.
        El cuento, como todos, tenía un mensaje. La realeza era muy especial, desde la cuna. Capaces de vivir en su burbuja de palacios, yates, cacerías, viajes exóticos y demás, con la única obligación de salir a saludar de cuando en cuando. Y cobrando generosamente por ello, claro. Sin despeinarse.
        Así es como tiene que ser. Lo hemos aprendido desde pequeños ¿Quién no ha leído un cuento de príncipes y princesas? Guapísimos, apuestos, bellas hasta quitar el aliento, viviendo felices desde la primera línea hasta el y colorín colorado…
        Ahora que he crecido, que los colchones de lana son un mal recuerdo y que sé casi todos los cuentos, la vida para los personajes de sangre real sigue más o menos igual. Hasta ha mejorado. Los personajes  ya no son de ficción, que han traspasado las tapas troqueladas del cuento y han sentado sus reales aquí mismo, en nuestro mundo.
        El tema daría para más que un puñado de páginas ilustradas. En la era de lo audiovisual, daría para una película, o una serie de esas interminables con un puñado de personajes principales y un sin sinfín de secundarios. Sacerdotal. Un rey emérito, con sus correspondientes hijos, hijas yernos , nueras, primos y demás familia, una "amiga entrañable",  también princesa, que está cantando la Traviata por despecho, no sabemos si amoroso o económico,  un comisario vengativo, algún empresario de postín, de esos que sólo se codean con la realeza, los servicios secretos…
        Y todos pasando de puntillas, que hablamos de sangre real y las consecuencias pueden ser terribles. No sé si el color de la sangre, roja o azul, es determinante para hablar de justicia, de decencia, de ejemplaridad, de respeto…
        Pero tengo claro que no es de recibo que nos sigamos afanando en quitar de sus camas el guisante que molesta sus reales cuerpos, mientras los nuestros soportan todos los rigores imaginables.

jueves, 12 de julio de 2018

Desde Macondo. LOS NIÑOS

Sabemos que su equipo lleva por nombre “Los jabalíes salvajes”. Y que el más pequeño tiene 11 años. Poco más. No tenemos ni idea de su procedencia, de cómo son sus padres, del entorno social en que se mueven, de qué quieren ser de mayores, si son hijos únicos o tienen muchos hermanos. No sabemos casi nada, pero hemos pasado dos semanas pendientes de ellos.  Y los consideramos como de la familia.
          Los niños tailandeses han formado parte de nuestras vidas, y lo seguirán haciendo un tiempo, que ahora vendrán los reportajes sobre la recuperación, los homenajes, la vuelta al cole y a las actividades deportivas, y todo lo que conlleva haber pasado, y haber salido, de una experiencia tan traumática como la que han vivido.
          Conoceremos sus nombres, a buen seguro. Y su versión de las dramáticas jornadas, y más cosas. Y las seguiremos encantados, como si todos hubiéramos sido parte de su salvación. Es lo que tienen los niños, que nos tocan la fibra, nos reblandecen el corazón, demasiado endurecido tan a menudo y, aunque sea momentáneamente, nos hacen ver la vida de otra forma.
          Los niños sin nombre de Tailandia me han traído a la memoria a otros pequeños que, en algún momento, también han sacudido las conciencias dormidas, y han caído rápidamente en el olvido. ¿Quién se acuerda ya de Aylan? ¿O de Mohamed? Uno era un niño  ahogado en la playa y el otro, un  pequeño sirio al que se esforzaban inútilmente  en reanimar dos pescadores turcos.
           Las imágenes dieron la vuelta al mundo y arrancaron más de una lágrima.  A mí también.  Y desde entonces, he escrito docenas de veces noticias que hablan de pateras hundidas con no sé cuántos muertos, entre ellos, 7 niños, 5 niños, 3 bebés…Sin edad y sin sexo.
          Todos sin nombre y sin foto, y por eso no lloramos, No son de nuestra familia. No son nuestros muertos. Poner nombre, cara y circunstancias a cualquier historia es una máxima del Periodismo. Siempre me lo han contado así. Lo próximo, lo cercano, lo que conocemos, es lo más importante. Y a lo que queda lejos, hay que acercarlo dotándolo de rasgos humanos, de cualquier detalle que nos sacuda la conciencia y nos haga leer el artículo hasta el final.
          Se nos ha encogido el corazón al pensar en el sufrimiento de los niños tailandeses en sus días y sus noches empapados, asustados, a oscuras… Igual que nos debiera angustiar pensar en el terror de quienes, con muy pocos años, ya han vivido el horror de la guerra, las dificultades de la huida entre bombas y disparos, el hambre, el frío, la pérdida de sus padres y hermanos, y caen en otro infierno, el del mercadeo, el desprecio,  la indiferencia … Quizás haya que borrar del mapa esta Humanidad empezar de nuevo, como en Macondo, cuando el mundo era tan reciente que las cosas carecían de nombre, y había que señalarlas con el dedo para nombrarlas.
          No tienen nombre, pero lo que nosotros hacemos con ellos, tampoco lo tiene.

miércoles, 11 de julio de 2018

PALABRAS DE SALDO. (La RAE reparte diccionarios)

Cuando una ha crecido adosada a un diccionario, convertido casi en prolongación de su brazo, cuando ha hecho entre sus páginas sorprendentes descubrimientos, cuando los sigue considerando como tabla de salvación para entender lo ininteligible, poséis suponer que se queda en blanco al leer la noticia: “La RAE regala ejemplares del diccionario en papel porque nadie los compra”. Así, sin anestesia.
          Bien cierto es que posteriormente, y ante la crudeza del enunciado, las autoridades de la Institución han matizado que no se trata de regalos, sino de donaciones. Pero no es menos cierto que el  académico Pedro Álvarez de Miranda ha reconocido que la Real Academia Española (RAE) 'está regalando' los numerosos ejemplares sobrantes de la edición del diccionario en papel y ha puesto en duda la continuidad de publicación de diccionarios en este formato.
          Se me han puesto los dientes largos de pensar en almacenes llenos a rebosar de cajas con el preciado tesoro dentro, y los pelos de punta al seguir leyendo que hasta habían pensado en destruirlos para liberar espacio.  Aunque evidentemente, se ha impuesto la cordura y se están enviando a colegios, centros públicos etc.
          Vale que estamos en la era digital, que ya nadie se sienta, como comisario Jaritos de Petros Markaris, con el  Dimitrakos en el regazo, para relajarse tras un duro día de trabajo. Y que en las escuelas ya no se señalan en rojo las palabras que hay que buscar, como tarea para hacer en casa, una de las tareas más gratificantes de mi infancia, que me enganchaba y me dejaba con ganas de más.
          Sigo teniendo el diccionario al alcance de la mano, aunque confieso que también acudo al digital. Y me niego a compartir las disquisiciones del académico citado más arriba, que habla de hacer en adelante tiradas muy cortas, sólo para coleccionistas o para nostálgicos.
          Pero claro, los números cantan, y la realidad es que se han quedado en los almacenes la mayor parte de los 50.000 ejemplares de la última edición, mientras que las consultas en línea a la última edición del Diccionario de la lengua española alcanzaron, a finales del año 2017, cerca de 750 millones, con una media de consultas mensuales de 65 millones.
          Demoledoras sin duda alguna, aunque la frialdad de las cifras nunca puede compararse a la cálida sensación de abrir las páginas para buscar una palabra y, en el camino, encontrarte muchas que desconocías o que tenías olvidadas, y se te ofrecen como un regalo.
          Eso no tiene precio. Ni los 99 euros que cuesta el Diccionario de la Real Academia Española.

jueves, 5 de julio de 2018

Desde Macondo. EXTRAORDINARIO


Extraordinario: "Fuera del orden o regla natural o común", según nos ilustra la Real Academia. Así de fácil y así de claro. Y así lo ha explicado la nueva ministra para el Cambio Climático:. "Algo extraordinario, como los trasvases, no se puede convertir en ordinario".

        No es que haya dicho nada nuevo, nada que no supiéramos en esta parte de España, y que se resisten a "aprender" en otros lugares situados más al Este de la piel de toro, pero ya estábamos echando en falta a alguien que pusiera los puntos sobre las íes, que en una sola frase aclarara lo que, por sentido común debiera estar cristalino, como el agua que corre por el canal del trasvase, muy distinta por cierto de la que arrastra el pobre Tajo por estos lares.

        Pero además de decir que las  aportaciones extraordinarias deben ser eso, extraordinarias, la ministra ha ido más lejos para dejar constancia de lo que también es una realidad palpable, que durante muchos años hemos tenido delante el mito del déficit hídrico, cuando en realidad no hay cuencas deficitarias ni excedentarias, porque cada cuenca tiene lo propio de cada una, lo que le corresponde por sus condiciones y su situación. Para lo bueno y para lo malo, como se suele decir.

        Claro que puede suceder que en algún momento se necesite un apoyo puntual, pero lo dicho, de forma extraordinaria, que la excepción no puede convertirse en la regla que se repita prácticamente todos los meses. Y así un año tras otro, y van.... Mejor no contarlos. Porque lo cierto es que en la cuenca del Tajo contamos cada año de trasvase como un paso adelante en la degradación total del río, en la pérdida de caudales ecológicos, de calidad de vida y de pérdida de riqueza de quienes habitamos en sus riberas.

        Nadie niega que haya que garantizar el acceso al agua potable para consumo humano. faltaría más. Pero hay usos industriales y económicos que no se corresponden con los recursos que tiene la zona que reclama incesantemente agua, como si estuvieran muertos de sed.  Mientras, eso sí, multiplican sus tierras de regadío o su macrourbanizaciones que, lógicamente, necesitan de un trasvase cada mes, y a poder ser, cada semana. Todo con la filosofía de que, aunque no tengamos agua, ya nos la darán.

        Cada región tiene lo suyo, y debe adecuar su forma de vida a sus recursos.  Que ya está bien de crecer a nuestra costa, mientras nosotros languidecemos.  Y hablando de costa, por estas resecas tierras no tenemos mar, que es una importantísima fuente de recursos turísticos, pesqueros y de toda índole.

        Igual deberíamos empezar a reclamarlo, que quien no llora, no mama. Claro que tenemos que garantizar un acceso a agua potable para consumo humano en las regiones más secas, y pensar en cuáles son las necesidades para otros usos industriales y económicos. A solidarios no nos gana nadie y, visto lo visto, a tontos, tampoco.

        El fundador de Macondo, el primer Buendía, dispuso de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo. Aquí no hemos tenido esa suerte, y es hora de que empiece a cambiar.

        Ojala hayamos entrado, de verdad, en una nueva era, en una etapa en la que no haya que hablar de trasvases un día sí y otro también, porque se habrán convertido en algo extraordinario, fuera del orden o regla natural o común.

martes, 3 de julio de 2018

SI TUVIERA QUE ELEGIR...

Acaba el plazo. Bueno, el primero, que no entiendo yo muy bien eso de que ahora se elige y luego vuelven a elegir los compromisarios (que como todo el mundo sabe, son los más próximos al aparato). Pero sea como sea, la décima parte de la ínfima cantidad de afiliados que ha resultado tener el PP, han terminado de votar.
        Qué nervios. Y es que, si yo fuera afiliada, la verdad, no sabría que votar. Me pongo en la piel de los militantes, toda la vida acostumbrados a que se lo dieran hecho y ahora, de la noche a la mañana, un montón para escoger. Seguro que habría muchos que no comulgaran con Rajoy, pero es lo que había, y sin complicaciones.
        Pero la vida moderna les ha complicado la existencia. Menudo trago. Si miro a Cospedal, me vienen de golpe todos los inmisericordes hachazos en Castilla-La Mancha; de Soraya, qué queréis que os diga, con sus pucheritos falsos mientras anunciaba un recorte tras otro; Margallo no es que nos pusiera precisamente en el mundo, Y Casado… Es que no puedo evitar que se me represente Aznar cada vez que lo miro. Los nuevos, pues no sé. El Juanrra es un tipo simpático, pero no creo que llegue más allá. Y si llega, ya lo corregirán en el Congreso que viene a continuación.
        Así las cosas, y sin meterme en complicaciones de quien está en la derecha derechísima, un poqutin más acá o tira ligeramente al centro, la verdad es que las cosas están difíciles, a tenor que lo que estamos escuchando estos días, críticas y reproches de unos a otros, que luego serán difíciles de retirar, aunque unos y otros/as repitan el mantra de que, al día siguiente, y gane quien gane, todos tan amigos.
        Mientras se afanan, carretera arriba y abajo, en conseguir fieles para su causa, me ha dado por pensar en el registrador Rajoy, disfrutando de la que ha liado, mientras echa una firma de cuando en cuando y juega la partida en un bar de Santa Pola.  Y por alguna extraña asociación de ideas me he trasladado al Macondo de Cien Años de Soledad, a las discusiones entre el coronel Buendía y  don Apolinar Moscote, miembro efectivo del partido conservador, para quien los conservadores eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad, y no estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades autónomas, frente a los liberales, que eran masones; gente de mala índole, partidarios de implantar el matrimonio civil y el divorcio.
        Y el coronel Aureliano Buendía, cansado y curtido en mil batallas, antes de desengañarse de todo y de retirarse a crear pececitos de oro, termina constatando que “la única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho" .
        Pues eso. Igual tampoco es tan difícil elegir.