Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 28 de julio de 2016

Desde Macondo. AMOKLAUF

No tiene traducción exacta al castellano. No hay, en nuestra riquísima lengua, ningún término que defina en una sola entrada, lo que tanto nos cuesta expresar con palabras. Quizá sea una forma de autodefensa, o tal vez, alguien quisiera evitarnos el horror, excluyendo del diccionario algo tan claro y rotundo.
      Amoklauf  es algo así como “acto de locura homicida”, es decir, sin vinculaciones terroristas y que sucede por algún extraño mecanismo de una mente enferma, espoleada por factores externos, reales o deformados en la imaginación de quien lo comete.
      El atentado de Munich, por ejemplo, ha sido calificado así por parte de los investigadores.  Amoklauf. Un joven solitario, obsesionado con las matanzas, tal vez traumatizado por episodios de acoso escolar y con muchas horas de Internet y videojuegos. Como sucedió en Noruega hace años, como sucede en Estados Unidos cada dos por tres, en universidades, colegios, institutos o en plena calle. Y todo esto, aderezado con un fácil acceso a las armas, que esa es otra.
      Un coctel explosivo y un resultado. Amoklauf. Tal vez sea, traducido a los tiempos que corren, lo que antes en los pueblos, en casos de suicidio o de algún acto homicida, que recuerdo vagamente de pequeña, se asociaba a la luna llena, al calor e incluso, a la primavera. Pero entonces eran casos aislados y con materiales menos sofisticados, una soga en una higuera, un cuchillo o el recurso de arrojarse al pozo.
      Hoy lo llamamos de otra forma, incluso sin traducción, y ampliamos el espectro, que se trata de conseguir cuantas más víctimas mejor. En un centro comercial, en un festival de música, durante un desfile, en una manifestación o en un aeropuerto. Parece como si la locura estuviera hambrienta, como si necesitara darse un atracón de víctimas para saciarse y nunca tuviera suficiente.
      Ya no vale eso de decir “qué le habrá pasado por la cabeza”, porque se nos escapa cómo alguien, un joven que aún no ha tenido tiempo de vivir, puede pasar meses planeando una matanza; cómo puede, paso a paso, buscar ubicaciones, acumular bibliografía sobre otras matanzas, comprar las armas, pensar el mejor momento, calcular cuántas muertes puede causar y hasta anticipar su propio fin.
      No es cosa de un momento. Ni siquiera está motivada por un hecho puntual o concreto. Es de mucho tiempo. Es más que una depresión, que un cabreo por una pelea en el instituto o en la familia, o por la falta de integración. Es…. ¿Qué sé yo? Tal vez por eso no encontramos la palabra en el diccionario.
      Y nos agarremos a ese extraño término, a Amoklauf porque no lo entendemos. Y no queremos comprenderlo.

jueves, 21 de julio de 2016

Desde Macondo. PALABRAS-PIEDRA


Sigo defendiendo, por la cuenta que me tiene y porque soy así de antigua, que una palabra vale más que mil imágenes. Lo que veo, lo que escucho, lo que me cuentan, se convierte rápidamente en palabras. A veces en una frase, en un titular o en un solo concepto. En una palabra.

        Es una necesidad esencial, traducir todo a palabras, por impactante que sea la imagen que me transmitan. Quizá sea porque escribo por necesidad orgánica, igual que bebo, como o respiro. Decía Galeano que “Uno escribe para combatir la propia soledad y la soledad de los otros”. No seré yo, que admiro cada palabra suya, quien le contradiga  Pero creo, más bien, que una siempre escribe para saber, para  aprender y para entender. A ti misma y a los demás. Al mundo.

        Las palabras ponen las cosas en su sitio, o las descolocan. Son como el bálsamo de Fierabrás, que curan cualquier herida, hieren como espadas, produciendo lesiones incurables. Son una caricia o un golpe cruel. Consuelan y clarifican, o enervan y tergiversan. Mucho más que cualquier imagen.

        Y además, hay palabras piedra. Son todas esas que día a día saltan de las páginas de los periódicos, de los aparatos de radio y televisión, hasta de los comentarios en la calle, y nos golpean sin piedad. Hay demasiadas palabras-piedra. Guerra, muerte, desigualdad, pobreza, frío, hambre, miseria, desempleo, subsidios, sintechos, desnutrición, ahogados, víctimas, refugiados, futuro imperfecto, desesperanza y desesperación, atentado, racismo, venganza, purga, corrupción, angustia, miedo…

        Están colonizando nuestras vidas, dejándonos magullados y tristes. Están apartando a codazos, sin contemplaciones, todas las palabras bellas, las que debían constituir, una junto a otra, la oración de nuestras vidas. Las que debían alegrarnos el día, amanecer, sol, concordia, amor, salud, solidaridad, bienestar, respeto, compromiso, alegría, justicia, tranquilidad, aunque sea relativa, empatía, libertad, confianza, paz

        Todas esas palabras que un día llenaron nuestros periódicos, el salón de nuestra casa, la tertulia con amigos, nuestras conversaciones, nuestras vidas, y ahora están olvidadas en el fondo de cualquier armario. Y ya, ni hacen por salir.

        Las palabras-piedra son ya consustanciales a nuestro vivir cotidiano. Abres los diarios separándote convenientemente. Para que no te alcancen. Y pasas rápidamente las páginas buscando un término amable, que a menudo se resiste a aparecer.

        Deberíamos recordar más a menudo que las palabras no tienen dueño, que están ahí al alcance de nuestra mano, para que todos podamos utilizarlas a nuestro antojo, para que podamos apartar las duras, las falsas, las desteñidas por el abuso, las que atraviesan como agujas.

        Y las palabras piedra, que nos dejan sin aliento.

domingo, 17 de julio de 2016

DOS SON MULTITUD

Tocan instrumentos distintos, clarinete y guitarra; tienen distinta formación (completa y cuidada en ambos casos); son hasta de diferente país y continente, pero coinciden en lo fundamental, en que la música es una, sin etiquetas, sin fronteras, sin colores...
      Son dos, y juntos son multitud, en lo musical, sin perder la complicidad, sin dejar de complementarse y engrandecerse al mismo tiempo con lo que cada cual aporta al otro y con lo que ambos aportan a la música con mayúsculas.
      Guitarinet no tiene apellidos. No los necesita. Es jazz, bossa nova y tango. Y swing y zamba o candomblé. No tiene tiempos, que tampoco son precisos cuando alguien o algo es de siempre, del hoy más actual y del lejano renacimiento y aún más atrás, con piezas, convenientemente remozadas, del más clásico cancionero español. Y no tiene espacios, que la música, la buena, no admite barreras naturales ni artificiales, y en el repertorio del dúo que nos ocupa caben las dos Américas y mucho más.
       A estas alturas del artículo, habréis deducido que es una delicia escucharlos. Pero también verlos, porque tocan con todos los sentidos, porque el clarinete habla y la guitarra responde, o al revés. Porque no hay “voz cantante”, que los dos son uno y son cada cual al mismo tiempo. Porque su música suena a perfecta compaginación, pero también a libertad, porque mientras uno improvisa, el otro espera su turno para hacer lo propio y conseguir un resultado redondo.
      Y porque nadie, ni siquiera alguien que domine perfectamente el arte de la escritura, puede describir el buen rollo con el que impregnan cada actuación, y que transmiten con facilidad a todo el mundo, incluso a los que, como yo, sólo saben de música lo que les gusta y lo que no.
      Y Guitarinet es la música, la que llega a todas partes con naturalidad, como si fuera un solo cauce que agrupara las aguas de Río de la Plata, del Guadiana y el Jabalón, pasando por el Manzanares y desembocando en todos los mares del mundo.
       Son dos, Alberto y Miguel. Pero son multitud. Guitarinet es todas las músicas.

miércoles, 13 de julio de 2016

Desde Macondo. SESO CON X


Descerebrados. Ocupando el espacio que debiera albergar el seso con "s" con lo que tienen entre las piernas que les otorga, según ellos, patente de corso para dejar de lado cualquier pensamiento racional. Manda la X en el seso y se oyen demasiado pocas voces, y no muy altas, ante semejante degradación de la sociedad.

      Dicen que pasa en todas las celebraciones multitudinarias, y que se calla. Puede que sea verdad, y que aún no conozcamos la verdadera dimensión del horror y la aberración que suponen las agresiones sexuales a mujeres con la excusa del jolgorio, la fiesta, el alcohol...Da nauseas pensar que alguien se sienta con derecho de pernada sobre una mujer, y más asco dan quienes callan, justifican y hasta jalean a los agresores. Ya se sabe, habían bebido, la chica iba sola, era de madrugada...

      Las frases hechas y los clichés de siempre ante las indignantes noticias que están conviiendo estos días con los sanfermines en Navarra. Varias violaciones, algunas en grupo, y otras tantas agresiones que están dejando en evidencia la sociedad machista y permisiva que aún perdura, en pleno siglo XXI, cuando todos deberíamos afanarnos y dejarnos la piel para acabar con tanta "hombría"

      Es vergonzoso que las mujeres no ocupen habitualmente las primeras páginas de los periódicos, salvo cuando las violan o las matan. Y más vergonzoso que estén siendo noticia recurrente en estos días. No salen en las portadas las trabajadoras o desempleadas, las supermadres que a duras penas pueden compaginar su vida laboral o familiar; ni  las desahuciadas, ni de las que han vuelto a casa tras el espejismo de la emancipación, ni de las jóvenes y sobradamente preparadas que se aferran a un mini job con mini sueldo en hamburgueserías de Alemania o de Inglaterra; ni de aquellas a las que les quita el sueño pensar qué van a poner en la tartera de su hijo al día siguiente, o cómo llenar la olla familiar.

      Esas no interesan a los cerebros con X, que siguen viéndolas como un pedazo de carne que llevarse a la boca para pasar un buen rato. Algo está pasando en los últimos tiempos. No sé si tiene que ver con la relajación de las políticas de igualdad, con los recortes en todos los recursos, educativos también, que estaban en marcha desde hace años, o con un adormecimiento de la ciudadanía que prefiere mirar hacia otro lado.

      Pero éste no es el mundo que queremos. Quiero el mundo de Macondo con sus mujeres mágicas, con Úrsula, que dirige con mano de hierro a siete generaciones de Buendías; con la exuberante Petra que hacía crecer la vida a su paso, con Santa Sofía de la Piedad, que sólo existe en el momento preciso; con Remedios, que asciende a los cielos entre una nube de flores amarillas...

      Con hombres con seso. Con “S”.

miércoles, 6 de julio de 2016

Desde Macondo. LA GERUSIA

Está claro que éste no es país para viejos. Bueno, ni para jóvenes, pero esto ahora no viene a cuento. O tal vez sí, que los jóvenes de hoy son los pensionistas de mañana, y la cosa va de pensiones y de mayores.
      Dicen los analistas que es el voto de las personas de más edad, preocupadas por los cambios y asustada por las novedades, ha sido decisivo en el resultado electoral. Puede ser. Puede que les preocupe tanto cobrar al mes que viene, que se despreocupan de lo que pasará el próximo año y, por supuesto, de lo que les ocurrirá a sus hijos y a sus nietos.
      Y eso que nuestros mayores no han sido precisamente mimados por el actual partido en el Gobierno, aunque sea en funciones. Quizá no recuerden ya los copagos, los recortes en dependencia, y en sanidad, por no hablar, bajando un escalón, de los miles y miles de personas que se han ido a la calle por el único delito de tener 50 ó 55 años, en su mejor etapa laboral, con escasas o nulas posibilidades de volver al mercado de trabajo. Que ya “huelen” a mayores.
      Son los nuevos tiempos. Muy alejados de aquellos en los que la edad era símbolo de sabiduría, de conocimiento, de venerabilidad. Pensando en esto me ha venido a la cabeza el modo de organización, de gobierno, de las ciudades-estado de la antigua Grecia, de Esparta, en concreto. La”Gerusía" era uno de los órganos de gobierno de Esparta. Se trataba del consejo formado por veintiocho ancianos mayores de sesenta años Sus funciones eran legislativas, y se encargaba de preparar los proyectos que debían someterse a la aprobación de la Apella (asamblea popular), así como de sobrellevar los procesos que podían acarrear pena de muerte o pérdida de ciudadanía, e incluso los procesos contra los propios reyes. Elegidos por su sensatez y capacidad militar, la mayoría de los gerontes  podían pertenecer o no a las grandes familias, ya que cualquier ciudadano, aun sin fortuna o rango elevado, podía presentarse al cargo. El papel político de la gerusía era de gran importancia y no rendía cuentas a nadie.
      Igualito que aquí, apartados, despedidos y con la pensión pendiente de un hilo. No digo yo que haya que mirar la edad de los aspirantes a gobernar. Ni mucho menos. Pero sí que no hay que dejar de lado eso de que la veteranía es un grado, que se ha dicho de toda la vida de Dios. Y no es de recibo que quien se ha pasado la vida trabajando, y cotizando, queque aparcado al final de su vida laboral y con la pensión pendiente de un hilo. Con el futuro más pavoroso que puede existir, el de una vejez  con agobios y estrecheces.
      Los fastuosos salarios que se han impuesto no dan para esos planes de pensiones o seguros privados que tanto nos recomiendan nuestros gobernantes. Ya sabemos que el “pastel” de las pensiones es muy goloso para bancos y financieras, con el apoyo del Gobierno, que de tanto en tanto se dedican a asustar a la gente y hacerles creer que cuando se jubilen no van a poder disfrutar de una pensión digna y convencerlos de que si quieren garantizar su futuro, deben suscribir un plan privado de pensiones.
      Se nos olvida que, aparte del fondo de reserva, de la “hucha” de la Seguridad Social, el Estado está obligado por la propia Constitución a garantizar pensiones adecuadas y actualizadas.
      He hablado de la Gerusia, pero podría citar un buen número de culturas, prácticamente todas las que han existido desde la Prehistoria, en las que las personas mayores son las más protegidas, respetadas y consultadas. La voz de la experiencia siempre ha sido estimada en cualquier gobierno, salvo en el del dinero, en el que todo se hace con criterios economicistas.
      Y el dinero no respeta nada.