Con la simpleza que caracteriza al género humano, espantar al diablo es muy sencillo. Se trata de hacer un nudo en la hierba, en la siembra, a poder ser, para conjurar todo lo malo que nos deparen los meses siguientes. Los demonios particulares de cada cual van cambiando con los años y las circunstancias. De pequeña, cuando iba al campo con la familia a comer el hornazo, ataba con mi nudo las ganas de aprobar el curso, o de que me permitieran salir la noche de Mayos, o ir de excursión con el colegio.
Más tarde, y ante la
imposibilidad de encontrar siembra en Madrid, dejaba mi conjuro en una rama
anudada en la Ciudad Universitaria, o en el parque más cercano a mi casa. Y
luego… En el Prado, en La Alameda y en las riberas del río del Macondo
talaverano también hay muchos nudos y muchos deseos.
Hoy volveré a espantar
al diablo, si se deja. Era mucho más fácil antes. Lucifer era más o menos
único, y se identificaba fácilmente, con su color rojo, sus cuernos y su
tenedor. Y también teníamos menos cosas que dejar atadas en nuestras vidas. Y
menos males que sacudirnos de encima.
Y éramos más crédulos,
la vida no nos había desengañado del todo y, tras un día de campo, nos íbamos a
casa con la seguridad de que habíamos dejado todo atado y bien atado. Sin
demonios. La espiga que se retorcía con el torpe nudo daría fruto, y volvería a
nacer la próxima primavera. Para que alguien la atara de nuevo.
Los diablos actuales
son más ladinos. Se esconden el día de San Marcos, y todos los demás días del
año, para que no podamos atraparlos; se multiplican y se camuflan en forma de
paro y recortes, de pobreza y de miedo, y hasta han aprendido a deshacer nudos.
Pero, a pesar de todo, cumpliré con la tradición, porque hay que creer en algo
y mucho me temo que voy a empezar a creer en el más allá, visto lo visto en el
más acá.
El campo en Macondo
está lleno de espigas anudadas y de diablos agazapados. Ojalá los podamos
espantar.
¿Vale el nudo con 24 horas de retraso? Yo también lo hago. Por si acaso.
ResponderEliminarSaludos,