Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 28 de febrero de 2013

Desde Macondo. EL GRILLO


      Las hormigas rojas, que habían proliferado en la casa durante los años del diluvio en Macondo acabaron devorando al último de los Buendía y poniendo fin a los cien años de soledad de la familia. Otros bichos, los grillos, amenazan con acabar con un sistema corrupto, injusto, antisocial y agotado por el mal uso y el abuso.
      Y no hablo de las conciencias, de los pepitos grillo particulares de cada uno, que están paralizados por el hastío, el miedo, la desesperanza y la angustia. Hablo de los salvapatrias, esos clavos ardiendo a los que se recurre cuando tienes ambos pies en el abismo y no hay nada más a lo que agarrarse para evitar estrellarse contra la realidad.
      Lo que ha pasado en Italia es un símbolo hasta en el nombre. Un grillo, con mayúsculas, ha arrastrado a las urnas a un número impensable de votantes. Impensable por lógica en un mundo en lo que nada de cuanto sucede es lógico. Alguien que hace unos cuantos años hubiera sido tratado como un chiquilicuatre cualquiera, populista, con propuestas rozando el absurdo, ha tocado su música como el flautista de Hamelín, y una marea humana, hechizada por la melodía, le ha seguido hasta sentarlo en el Parlamento, y en sitio de honor.
       A eso nos han llevado los llamados partidos tradicionales con su lucha por el poder, sus endogamias, sus corrupciones y, sobre todo, su escaso o nulo interés por mirar más allá del propio ombligo, que es el centro de su universo.
Vale que no todos son iguales. Que no se puede enchufar el ventilador y esparcir la basura por todas partes. Pero son parecidos en lo fundamental, en no saber acercarse a los ciudadanos, cuando no en ignorarlos en función de nosequé deberes marcados por nosequien.
 
      Y que engañan hablando de regeneración de la democracia y de leyes por la trasparencia, cuando todo es oscuro a su alrededor, en nuestro lado. Cuando cada decreto es más injusto que el anterior y empeora sustancialmente nuestras condiciones de vida, cuando viven en un presente luminoso y aseguran su mañana, mientras los nuestros-presente y futuro-son más negros que los pies de Cristo.
 
      Los grillos que tienen que surgir no deben ser bufones populistas, ni movimientos tan preocupantes como el Nuevo Amanecer de Grecia. Son las conciencias las que deben ponerse a funcionar, las nuestras y las suyas.
       De lo contrario, como el último Buendía, el futuro es acabar devorado por las hormigas.
 

jueves, 21 de febrero de 2013

Desde Macondo. LA T.I.A

El coronel Buendía abandonó el círculo de tiza que le mantenía alejado del pueblo llano cuando comprendió que sólo luchaban por el poder, que no había liberales ni conservadores y que solo luchaban por el poder. Entonces, después de 32 guerras, firmó la rendición y se sentó a ver pasar su entierro.
      Y así estamos, sentados esperando que pase nuestro entierro, mientras asistimos estupefactos a una guerra que no es la nuestra, que es la de unos cuantos que discuten por sus cosas mientras los muertos siguen pasando por nuestra puerta en un cortejo interminable e inadmisible.
      Ya me he perdido con lo de los espías. Y mira que he intentado seguirlo pero, a estas alturas, ya no sé quién vigila a quien y porqué. Ni qué coño me importa eso a mí, que nunca pisaré ese restaurante de lujo con centros de flores y manteles almidonados para esconder los cables. No sé qué interés tiene para el común de los mortales que una ex novia cabreada cuente a una política contraria sus idas y venidas con bolsas de dinero; ni que una agencia, que más parece la T.I.A de Mortadelo y Filemón, acumule cientos de informes comprometidos sobre dos docenas de políticos y algún empresario de postín.
      Sin olvidarme, por supuesto de los correos por entregas del socio de Urdangarín. En cómodos plazos nos vamos enterando de la vena chistosa (y friki) del yerno, de reuniones a “altísimo” nivel, de presuntas relaciones con rubias poderosas… ¿Pero esto qué es? Supongo que el juez tendrá medios para pedir de una vez por todas todos los correos. En una sola dosis, que ya aburre lo de esperar novedades cada semana.
      Seguro que Mortadelo, con uno de sus disfraces imposibles, ya lo hubiera solucionado todo. Y nosotros, aquí dándole vueltas.
      Claro, que mientras jugamos a los espías y pensamos si disfrazarnos de caracol, de torero o de merluza del Cantábrico, no hablamos del paro, del drama de los desahucios, del emprobrecimiento de la población, de la deuda, mucho más alta que hace un año, del sacrosanto objetivo de déficit, que tampoco hemos cumplido, y de la terrorífica frase del presidente, esa de no he cumplido con mis promesas, pero sí con mi deber, que representa con meridiana claridad la antítesis de la democracia.
      Prefieren que sigamos leyendo tebeos, riéndonos con las ocurrencias absurdas de los agentes de la TIA, y que sigamos sentados, esperando ver pasar nuestro entierro. Como el coronel Buendía.

miércoles, 20 de febrero de 2013

LA PARTE CONTRATANTE DE LA PRIMERA PARTE

Escribo estas líneas a pocas horas de que se inicie el Debate de la Nación. Siempre me ha gustado seguirlo (vale, una tiene gustos raros), y analizar lenguaje, rapidez, agilidad, gestos, tics... He esperado impaciente a ver qué respuesta daba el presidente tras la intervención de los distintos grupos, o qué planteamientos hacía la oposición para pillarle, para ponerle nervioso, para obligarle a contestar.
      Incluso en años tranquilos, sin mucha tela que cortar, me he plantado delante de la tele para verlo en directo, si he podido, o los larguísimos resúmenes que se ofrecían a las cuatro de la tarde por la segunda cadena.
     Y hoy... No sé. Supongo que acabaré viendo algo, porque la carne es débil, pero tengo la sensación de que está todo visto. Por todas partes. Por preguntas y respuestas, por Gobierno y oposición.
      No sé si va a ser el debate sobre el estado de la corrupción, o el del y tu más y el anda que tú, o el de Europa y esas cifras macroeconómicas que no entendemos nadie. Pero tengo la certeza de que no va a ser el debate que los ciudadanos esperamos, el de la gente de a pie, el análisis del presente y del futuro. Del doloroso hoy y del mañana que nos han robado.
      No es preciso ser adivino para imaginar al presidente enredado con la parte contratante de la primera parte y a los de enfrente reprochándole su oscurantismo y su falta de soluciones.
     Y el segundo turno con más de lo mismo. Y mañana, más. Y pasado mañana, una vez acabados los dos días del debate más importante del año, será tan solo un viernes más, como todos los últimos viernes y como los que vendrán.
     El único cambio que veo en el horizonte es que habrá subido un punto, o varios, el grado de desconfianza y de desafección hacia los políticos, la política y el sistema. Me encantaría equivocarme, y prometo borrar esta entrada del blog si así sucede.
     Por el momento, tengo la clara conciencia de que vamos a pasar un par de días en compañía de Chico, Harpo y Groucho en un lujoso camarote con columnas y leones y navegando a la deriva.

jueves, 14 de febrero de 2013

Desde Macondo. CÓNCLAVE

De los encierros prolongados, y bien administrados, pueden salir cosas buenas. Aureliano Babilonia, el último, descifró los pergaminos de Melquiades, los que contaban la historia de Cien Años de Soledad, después de encerrarse en un cuarto durante toda su vida; otros Buendía, antes que él, se habían negado a salir de sus habitaciones por diversos motivos, y todos provechosos.
      Ahora, que la renuncia del Papa vuelve a traer el cónclave, a la actualidad, se me ocurren otros “encierros” posibles que, a buen seguro, podrían arreglar algo en este desastroso mundo en que nos ha tocado vivir.  Leí hace tiempo, en uno de esos libros de curiosidades de la Historia, el porqué de la reunión a puerta cerrada de los cardenales para elegir al sucesor en el trono de San Pedro. No hay que olvidar que cónclave viene del latín cum clavis, con llave.
      Fue a mediados del siglo XIII, cuando, tras la muerte del papa Clemente IV, y después de casi tres años sin que se llegara a ningún acuerdo, los ciudadanos decidieron encerrar a los cardenales electores en el palacio episcopal sin suministrarles alimento alguno, excepto pan y agua. En pocos días salió elegido el nuevo pontífice, creo que Gregorio X.
      Los padres de la Iglesia, hoy por hoy, se encierran solos. Pero extrapolando, y fantaseando, que es gratis, se me ocurre que si hiciéramos lo mismo con los padres de la Patria, los que dirigen nuestros tristes destinos, igual hacíamos historia. Dejarlos a pan y agua podría traducirse en nuestros días como encerrarlos sin IPOD, IPAD, tablets, portátiles, vuelos en primera clase, coches oficiales, dietas, asesores por docenas y sueldos de escándalo. En A y en B.
      Digamos que los mantendríamos con un menú tipo, de los que todos conocemos, y un salario medio, que una es generosa y no los va a dejar con los 400 euros de la renta de inserción o los seiscientos y pico del sueldo mínimo que ellos han fijado para todos nosotros.
      Y eso sí, bajo llave. Todos los días que sean precisos hasta que se harten del “y tú más” y del “anda que tu” y se pongan de acuerdo en que así no se arregla nada. Que no los hemos elegido para que se dediquen a sus cosas, a sus batallitas, mientras todo se desmorona alrededor.
      Eso sería un cónclave como Dios manda. El otro, el de los cardenales, está entretenido, pero no nos va a dar de comer.

lunes, 11 de febrero de 2013

LA B

De burro. Somos tan chulos que hemos cambiado el orden del alfabeto. Nos hemos saltado la A porque podemos, porque nosotros lo valemos. Los pagos o cobros en la primera letra, en la legal, son para pardillos. Nosotros pasamos directamente a la segunda que es mucho más rentable ¿Dónde va a parar?
Claro que todos sabemos que existen los sobres, que siempre han existido. En los últimos días nos hemos conocido sobres con membrete, de categoría, de los de filo dorado y papel elegante, a tono con las cantidades que llevaban dentro.
Pero hay más. Hay sobres de papel manila, esos de color amorfo y gramaje mínimo; y hasta reciclados, los que contenían el recibo de la luz o el extracto del banco. Los que dentro albergaban unos cuantos billetes (ninguno de 500), como "complemento" a un salario que seguro será de hambre.
Oigo en la radio a decenas de personas que, con motivo del affaire del vicepresidente de la patronal, dicen la escalofriante frase de "a mi también". Camareros, personal de limpieza, albañiles, fontaneros, dependientes, transportistas, electricistas. El mismo mantra. "A mi también ne han pagado en B". Y son lentejas. El empresario puede decidir; el trabajador, no. Es lo que hay. El salario mínimo en nómina y, si te portas bien, doscientos o trescientos euros más en sobre. En B. En dinero que no tributa, que no paga a la Seguridad Social, y tampoco IRPF, por supuesto. Que luego se traducirá en la pensión ridícula o en la prestación por desempleo más ridícula todavía.
Y en cuentas en Suiza o en las islas Vírgenes.
Nos hemos saltado la A de apoyo, de arrimar el hombro, y hemos pasado directamente a la B de beneficio sin límites morales, de bicocas a costa de la necesidad, de bochorno de país.
De burros.

jueves, 7 de febrero de 2013

Desde Macondo. EXTRATERRESTRES

Y yo que me creía que los personajes de Macondo eran raros porque levitaban, o regresaban de entre los muertos porque se aburrían, o ascendían a los cielos mientras doblaban las sábanas o hacían parir cientos de veces a los animales con su sola presencia. Qué va. Tan normales. Ni el cura Nicolás, ni Melquiades el gitano, ni Petra Cotes, prodigio de la naturaleza, ni tan siquiera Remedios La Bella tienen nada de paranormal. Los auténticos extraterrestres están aquí, entre nosotros, y lo que es peor, dirigen nuestras vidas.
      No me dirán que no es marciano un presidente que si pero no; que verdad pero poco, que mentira, pero no del todo. O una secretaria general que proclama el falso de toda falsedad, pero que admite que algunas cosas no son tan falsas. O una ministra que ve normal gastas miles de euros en globos, confeti y payasos para la fiesta de sus hijos, mientras firma el decreto que condena a los enfermos de cáncer a pagar ambulancias, prótesis y otras “minucias” necesarias para seguir viviendo.
      Y no digo nada del que sube impuestos a los que pagan religiosamente y amnistía a los que roban, también religiosamente y encima se llevan el dinero a las islas Caimán o a Suiza, que lo tienen más a mano. O de la que el mismo día que se hacen públicas las escandalosas cifras del paro nos cuenta con sonrisa beatífica que la reforma está dando sus frutos. O del que explica que no pueden despedir a un trabajador de su partido, porque hay que respetar el Estatuto de los trabajadores y los derechos laborales que previamente nos ha negado a todos.
      Hay más. Y todos están en el espacio, llámense alienígenas, lunáticos o venusinos. Desde ahí arriba piden sacrificios. Condenan a niños y maestros a apiñarse en un aula. Claro, en la estratosfera hay tanto espacio que no saben lo que es estar estrechos; y quitan el transporte escolar mientras se mueven en sus naves de última generación; y salvan bancos mientras condenan personas, que se ven minúsculas y sin importancia desde las alturas, o desde una pantalla de plasma. Y recortan servicios sociales para “garantizar nuestro bienestar”. El suyo, por supuesto, ya tiene todas las garantías.
      Auténticos extraterrestres. Pululan por ahí haciendo leyes y normas, dictando decretos que luego lanzan sobre la Tierra con el efecto devastador de los misiles, porque ni el fuego ni la destrucción les van a alcanzar a ellos. Están demasiado separados del suelo.
      Nunca antes he percibido tan clara esta sensación de abismo entre dirigentes y pueblo. Estamos a años luz, y así nos va. No pisamos el mismo suelo ni respiramos el mismo aire. Y no podemos, desde la angustia, entender a quienes piden alegremente sacrificios mientras aseguran que no saben quien ha puesto un jaguar en su garaje o un bolso de diseño en su brazo o una cuenta millonaria en un paraíso fiscal. O un sobre en su buzón. Todo presuntamente, por supuesto.
      No sé, tal vez los extraterrestres seamos nosotros, que no entendemos nada. Casi me vuelvo a Macondo, donde la gente es más normal.

lunes, 4 de febrero de 2013

PALABRAS FRESCAS

Mientras que un ministro se jacta de comer yogures caducados y otra compañera de Gobierno anima a los jóvenes a montar empresas ofreciéndoles una cuota de 50€ durante seis meses (qué generosidad) para animarlos, a mi se me ocurre que el único negocio que necesitamos es un puesto de palabras frescas. Modesto, sin pretensiones, sin que nadie quiera hacerse rico en cuatro días, pero con amplia difusión, con el mejor de los márketing, para que llegue a todo el mundo.
      No sé si el tenderete debería estar en el centro del país, en el kilómetro cero; o en las puertas del Congreso, entre león y león; tal vez haya que colocarlo en el cielo, para que se vea desde cualquier parte, o montar sucursales en cada provincia, pueblo y aldea del país. O en las autopistas de la información, que permiten circular a toda velocidad.
      Tampoco hace falta mucha infraestructura. Las palabras pesan poco y ocupan menos. Se trata de asimilarlas e introducirlas en nuestra vida diaria, desterrando las caducadas por diversas causas.
      Es el turno de las palabras frescas. Transparencia, solidaridad, rectitud, servicio público, igualdad, bienestar, respeto, democracia, justicia, salud, alegría, esperanza, ilusión, futuro...
     Hay que retirar, por caducados, otros términos como corrupción, opacidad, enriquecimiento ilícito, desempleo, frío, hambre, tristeza, desesperanza, desesperación, miedo, inseguridad, insensibilidad, pobreza...
No podemos seguir alimentándonos de palabras caducadas, por muchos ministros que lo digan. No es sano y no es justo. No hay cuerpo ni mente que lo soporte. Hay que pensar en ese negocio, el de las palabras frescas, y ponernos todos a ello, a venderlas hasta que alguien las compre.
      Claro, que siempre pueden acusarnos de venta ilegal y retirarnos la mercancía. Pero se trata de recoger los trastos, plegar la manta e instalarnos en otro sitio. Sin descanso.
      Ojalá fuese tan fácil. Vuelvo a escribir en la arena, donde todo es fugaz, donde las palabras se las lleva el viento. La única esperanza es que las deposite en el lugar preciso.