Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 25 de julio de 2011

Preguntas y más preguntas. Clamar en el desierto

Cada grano de arena del desierto que habito se convierte, en las tórridas tardes de verano, en una pregunta insistente, machacona. Revolotea a mi alrededor con el mínimo soplo de viento, se cuela en las sandalias y se enreda en el pelo. Se oculta en los pliegues de la piel y vuelve a aparecer reclamando respuesta. Se cambia de duna y regresa. Aún no me has respondido.
¿Por qué si hemos dado miles de millones a los bancos para "sanearlos" nos cuesta tanto destinar un poco de dinero para paliar la hambruna en Somalia?
¿Por qué salvamos cajas y bancos y asistimos impasibles al reparto de dividendos de sus directivos?
¿Por qué empresas con beneficios millonarios despiden a miles de trabajadores con un ERE "legal" y autorizado?
¿Por qué en plena crisis hay atascos en cada puente, hay playas llenas y es imposible encontrar un billete de avión?
¿Por qué tenemos que pagar entre todos la visita de un Papa que a la mayoría no nos gusta y al resto le es indiferente?
¿Por qué guardamos un minuto de silencio por las víctimas de Noruega y permanecemos miles de horas callados ante el avance de la derecha racista, xenófoba e intransigente?
¿Por qué hablamos de elecciones más o menos inminentes cuando estamos convencidos de que no solucionarán nada?
¿Por qué este calor insufrible, en lugar de aletargar los pensamientos incómodos los hacer bullir hasta el punto de rebosar del pobre cerebro escaldado?
¿Por qué pregunto, si es clamar en el desierto?
Mil granos de arena más, mil preguntas, esperan respuesta. Pero cae la fría noche en las dunas que me acogen. Mañana será otro día en el desierto.

domingo, 24 de julio de 2011

Versos sueltos

Verso suelto es el que no rima en una composición en la que todos los demás sí lo hacen. No es verso libre, no es poesía sin rima. Es eso, suelto. Y es, a menudo, el que marca la diferencia, el que da sentido a todos los demás, a esos que juntan flores con amores y alegría con melancolía; y amor con dolor, y tristeza con entereza, y muerte con suerte.
Hace mucho tiempo que no leo poesía como antes (ya no hago casi nada como antes), y pensaba que se habían acabado los versos sueltos. Todo igual, todo homogéneo, perfectamente rimado, en asonante o consonante, estructurado en décimas, romances o sonetos, de acuerdo a las más puras normas. Un soneto me manda hacer Violante/ y en mi vida me he visto en tal aprieto.
Creía que el mundo era un soneto más o menos perfecto, con reglas impuestas e inamovibles, llegadas de Europa, del capital, de los mercados, de las agencias de calificación, de la eurozona o de los mismísimos estados Unidos. Cada línea, cada verso, medido hasta la exactitud, sin una sílaba más, sin rimas malsonantes. La poesía de la globalización.
Y descubro mil versos sueltos. Indignados pacíficos o menos; noruegos nostálgicos y desquiciados, políticos honrados, entre tanta deshonra, ideas que viran de babor a estribor, según el viento que sople, vientos que se llevan por delante lo bueno y lo malo porque han visto la puerta abierta, amigos que dejan de serlo e indiferentes que te tienden la mano cuando te ven en el suelo.
Se ha deshecho el poema perfecto del mundo, de mi mundo, y ya no sé si quiero seguir escribiendo en él. Se me ocurren mil rimas que no casan con la poesía global. Solidaridad no rima con usura, paz no rima con guerra; ni trabajo con paro, ni confianza con miedo, ni futuro con presente, ni muerte con vida, ni compartir con robar. Ni ser con estar.
Y no quiero que Violante me mande escribir. Catorce versos dicen que es soneto/burla burlando van los tres delante.

jueves, 21 de julio de 2011

Hambruna

Sé que es un tópico decir eso de que nos preocupamos por tonterías cuando hay realmente motivos graves de preocupación. Sé que va contra las reglas del periodismo (las reglas formales, claro), hablar de un problema que nos pilla a miles de kilómetros, que nos queda muy lejos; es verdad que, sobre el papel, es más importante un herido aquí, en mi pueblo, que cien muertos en el Kilimanjaro, pongo por ejemplo; que una tormenta en mi entorno más próximo me altera más que un huracán en Centroamérica... Y que la hambruna en Somalia no puede ocupar más espacio en prensa que la crisis financiera, la dimisión de Camps, la reunión del eurogrupo o la fecha de las inminentes elecciones generales.
Son cosas que he aprendido a lo largo de toda una vida y que, sin embargo, no han conseguido borrar del todo una imagen, ya desvaída, pero real, que me marcó en mi niñez y que me hizo interesarme por esa África misteriosa y desconocida llena de hombres y mujeres de ojos tristes, de niños con moscas y de tierra cuarteada.
¿Os acordáis de los niños de Biafra? Aún ahora, cuando han pasado varias décadas, de vez en cuando me sorprendo al comentar de una modelo anoréxica eso de "parece una niña de Biafra".
Me acuerdo perfectamente de las revistas de Misiones, en el colegio, con las fotos de niños huesudos, con vientres hundidos y ojos legañosos. Los niños de Biafra.
Desde entonces a ahora han existido más biafras, con el nombre de Sudán, de Mali, de Etiopía, y ahora, de Somalia. Estamos en crisis. Todos lo sabemos y a todos nos lo recuerdan a cada instante del día. La crisis es muy profunda, tardaremos mucho en salir de ella, hay que hacer recortes, pagar por la sanidad, jubilarnos más tarde... Los comedores de Cáritas están llenos, los desahucios siguen, los bancos acumulan casas con hipotecas a cuestas, el paro es el auténtico drama de nuestros días...
Pero comemos, bebemos, vivimos. El término hambruna, que me sobrecoge, es sólo una entrada en el diccionario, "hambre muy grande, escasez de alimentos".
Y Somalia es sólo la foto en una página del periódico que pasamos apresuradamente, mientras que nos justificamos diciendo eso de bastante tenemos con lo nuestro. Ya pasó en Biafra y nuestras conciencias sobrevivieron. Y hambruna es una palabra horrible que no queremos ver en nuestro diccionario. Por duras que sean, nos quedamos con crisis, bancos, indignados, primas de riesgo, mercados, bolsas...

domingo, 10 de julio de 2011

LO SIENTO, BENEDETTI

Hace justamente un año (¡Un año ya!), y desde estas mismas arenas, hablaba con entusiasmo de defender la alegría. España acababa de ganar el Mundial de fútbol y se respiraba un aire distinto en las calles, en los bares, en las casas...
Se respiraba alegría y yo, anti-fútbol militante, quería ser la primera en defender esa brisa fresca que alejaba, aunque fuera de momento, los nubarrones de la crisis, del paro, de la desesperanza, del presente dificil, del futuro imperfecto.
Ha pasado un año y veo anunciadas en todas las televisiones programas especiales con titulos tan pomposos como "El día en que vivimos un sueño", "El año de nuestras vidas", y cosas similares. Sin hablar de los reportajes en prensa y de las tertulias en radio. Todos los esfuerzos son pocos para llamar a una alegría que no viene, que fue un instante fugaz que todos defendimos porque lo necesitábamos. Todos, hasta los que nunca hemos visto un partido de fútbol completo.
Y ahora, un año después, no nos basta el recuerdo para seguir defendiendo la alegría. No es suficiente ese destello en el pasado para iluminar el oscuro presente, para marcarnos con luz blanca el camino hacia el futuro.
Lo siento, Benedetti. Hoy no puedo defender la alegría como una certeza, no puedo defenderla de las ausencias transitorias ni de las definitivas. Ni de ella misma. Ni de mi.

sábado, 2 de julio de 2011

...Y SORPRESA DE DÍA

Creo que quedó clara hace un par de días mi amenaza de seguir hablando de sorpresas. Y yo no amenazo en vano. Si acaso, me tomo mi tiempo, pero cumplo. Y me apetece muchísimo cumplir. Casi se me hizo de día en la sorpresa de noche, pero quedaban aún muchas horas para emocionarme y para sorprenderme. Y para seguir llorando, que ya no sé si el sudor, la cerveza, los cafés con hielo y las cocacolas han encontrado otra vía de salida distinta de la que la naturaleza humana ha dispuesto.
Estaban todos los que quería ver, y no había nadie de los que prefiero no encontrarme. El inicio perfecto, el lugar, mi segunda casa durante años, las flores en el centro; los sentimientos, donde tienen que estar, a flor de piel.
Y las palabras, en un precioso mueble con cajones de cerámica repletos de notas para mi. De notas cariñosas, más o menos largas, ingeniosas algunas, concisas otras; preciosas todas. Por aquello se subirme la autoestima mientras escribo, y las tengo todas esparcidas sobre la mesa, leo cosas como "el ángel de Alcaldía", "la McGiver de los asuntos públicos", "la mejor secre"... Y "la más gruñona", "la que más veces me ha mandado a hacer puñetas", "la que más broncas me ha echado", o la mujer frágil bajo el aspecto de dura. Dieciséis años dan para conocerse bien. Pero veo sobre todo repetidos los conceptos de amiga, compañera. En todas las cartulinas, y con eso me quedo.
Gracias, Belén, por el cariño con que lo has preparado, y por resistirte hasta el último momento a contarme quien venía. Por darme la sorpresa de encontrarme un Ayuntamiento casi completo, con amigos de Secretaría, de Oficialía Mayor, de Gestión Tributaria, de Intervención, de Estadística, de Informática, de Educación, de Patrimonio, de Cultura, de Festejos, del Servicio de Limpieza, de Bomberos, de Archivo, de Información, de Obras, de Servicios Sociales, del Centro de la Mujer, de Personal, Carpintería, Delegado Sindical, Ordenanzas, Biblioteca, Parque Móvil... Y creo que no me olvido de nadie.
Una vez más fui incapaz de agradecer como merecía la ocasión, tanto cariño hacia mi, que no sé si lo merezco. He intentado, en todos estos años, ser buena compañera, buena amiga, ayudar en todo y pedir ayuda a todos, por mi afán de aprender, de hacer las cosas bien.
Y un montón de papelitos amarillos en mi mesa me dicen que, aunque me haya equivocado muchas veces, me lo habéis perdonado, como buenos compañeros, como buenos amigos.
Gracias por un día tan especial y por 16 años maravillosos de mi vida, que vosotros habéis hecho buenos. Y por las flores, y el óvalo de cerámica tan bien elegido.
Seguiré mojando la arena cada vez que recuerde esa comida en La Antigua.

viernes, 1 de julio de 2011

SORPRESA DE NOCHE

Nunca las arenas que me acogen han estado tan húmedas, y no es que haya llovido en el desierto, qué va, es que me he vuelto de lágrima fácil, no sé si por la edad o si será algún gen de mi abuela maría, a la que siempre recuerdo enjugándose los ojos llorosos con el pico del pañuelo.
El caso es que como ha puesto de manifiesto Eusebio en su Digital de Castilla-La Mancha, o Leticia en el face y otros tantos en conversaciones privadas, llore, lloré y lloré. Y lloro al recordarlo.
Fue una sorpresa, sí. Las malas artes de Carmen y Blanca dieron resultado. Vaya usted a saber qué encantamientos utilizarían para mantener con el pico cerrado a varias decenas de trabajadores de los medios de comunicación. Vamos, que me río yo de los misterios del Cuarto Milenio.
Pero esto no va de risas ni de llantos. Ni tan siquiera de sorpresas, a pesar del título. Va de agradecimiento, de cariño, de compañerismo, de solidaridad y de amistad. De todos estos conceptos que alguna vez creí perdidos en los avatares de la vida, y que de pronto te encuentras al torcer una esquina, al llegar a una encrucijada en la que no sabes qué dirección tomar.
El rato (muy largo, afortunadamente), que he compartido esta semana con mis amigos y compañeros de los medios de comunicación no se puede describir facilmente, ni tan siquiera echando mano de los tópicos al uso, tales como uno de los mejores momentos de mi vida, la sorpresa más agradable...
Me faltaron palabras y me sobraron lágrimas, justo lo que nadie hubiera pensado de mi, Ni siquiera yo. Estaban todos, los que empezaron conmigo hace un cuarto de siglo; los que llegaron después, cuando aún éramos pocos, los que no me conocieron en las trincheras de la prensa, y sí en el Ayuntamiento, los que se llevaron mis broncas (cariñosas siempre), y los que crié a mis pechos, que diría Peña; los fotógrafos y cámaras, que tanta sangre me han consumido a veces, y que nunca me han hecho demasiado caso, los chicos y las chicas de la radio, con los que me he levantado y acostado los últimos 25 años; y Manolo, mi otro "padre". Y Quique Ginestal, de quien me acordé toda la noche, y que sin duda me hubiera pintado un laurel y una sonrisa en la cara con sus ripios.
Estaban hasta los que no estaban por razones varias, pero hicieron notar su presencia y su cariño en forma de sentidos mensajes, algunos escritos con dificultades manifiestas, por aquello de que la vista ya no es lo que era ¿Verdad Gustavo Adolfo?
No pude daros las gracias como hubiera querido, por culpa del dichoso gen de mi abuela María, y aún ahora, cuando sigo humedeciendo la arena en la que escribo, me faltan palabras.
En fin, seguro que con un ejemplo gráfico lo entenderéis. Es más fácil contar los granos de arena del desierto que habito que plasmar en unas pocas líneas el afecto y el agradecimiento por una sorpresa maravillosa que me sorprenderá cada día del resto de mi vida. Gracias.
PD. No he olvidado a Vicky Fernández-Salinero y a su cariñosa columna en La Tribuna. He dudado si meterla en la segunda parte de la sorpresa (aún por escribir), por aquello de que mi amistad con ella se fraguó en el Ayuntamiento. Pero ha pesado más su parte de plumilla, aunque esto no la excluya de la segunda entrega.