Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 25 de julio de 2011

Preguntas y más preguntas. Clamar en el desierto

Cada grano de arena del desierto que habito se convierte, en las tórridas tardes de verano, en una pregunta insistente, machacona. Revolotea a mi alrededor con el mínimo soplo de viento, se cuela en las sandalias y se enreda en el pelo. Se oculta en los pliegues de la piel y vuelve a aparecer reclamando respuesta. Se cambia de duna y regresa. Aún no me has respondido.
¿Por qué si hemos dado miles de millones a los bancos para "sanearlos" nos cuesta tanto destinar un poco de dinero para paliar la hambruna en Somalia?
¿Por qué salvamos cajas y bancos y asistimos impasibles al reparto de dividendos de sus directivos?
¿Por qué empresas con beneficios millonarios despiden a miles de trabajadores con un ERE "legal" y autorizado?
¿Por qué en plena crisis hay atascos en cada puente, hay playas llenas y es imposible encontrar un billete de avión?
¿Por qué tenemos que pagar entre todos la visita de un Papa que a la mayoría no nos gusta y al resto le es indiferente?
¿Por qué guardamos un minuto de silencio por las víctimas de Noruega y permanecemos miles de horas callados ante el avance de la derecha racista, xenófoba e intransigente?
¿Por qué hablamos de elecciones más o menos inminentes cuando estamos convencidos de que no solucionarán nada?
¿Por qué este calor insufrible, en lugar de aletargar los pensamientos incómodos los hacer bullir hasta el punto de rebosar del pobre cerebro escaldado?
¿Por qué pregunto, si es clamar en el desierto?
Mil granos de arena más, mil preguntas, esperan respuesta. Pero cae la fría noche en las dunas que me acogen. Mañana será otro día en el desierto.

1 comentario:

  1. Creo que la respuesta es andar, caminar, seguir. La vida siempre es hacia delante, y si te quedas parado te engullen las arenas del desierto, de cualquier desierto que sopla y sopla para hacernos hincar la rodilla. Atravesamos un tiempo de cambio, de verdad, y después nada será igual. Hay que seguir, enfrentando la cara a la arena que sopla. Al final las huellas en la arena desaparecerán en la tormenta, nada quedará, sólo la distancia, el tiempo/espacio recorrido. Nadie sabrá que camino hemos seguido, el esfuerzo, no habrá señales ni cronistas que lo apunten. Sólo nosotros sabremos de qué esta hecha esa distancia, ese esfuerzo, y las tormentas pasadas nos preparán para las siguientes, nos irán haciendo más fuertes o menos débiles. La arena está inventada para cegarnos. Por eso siempre llevamos dentro una brújula que nos apunta el norte. A veces hay que cerrar los ojos y hacerla caso. Y caminar.

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