Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

sábado, 31 de diciembre de 2011

DOCE PALABRAS PARA UN AÑO NUEVO

No se me ocurre ninguna frase ingeniosa para felicitar el año, a pesar de que circulan a miles por Internet, por los SMS o los watsap. Y me parece, por escaso, muy frío eso de feliz entrada y salida del año. Es como si sólo deseáramos felicidad por un ratito, el inmediatamente anterior y posterior a las uvas. Lo de desear salud y suerte, se da por sabido, aunque a veces es fuerte la tentación de querer desesperadamente que a alguien le caigan encima las doce plagas bíblicas.
Pero acaba un año y empieza otro, y parece obligado dirigirse a los amigos para que sepan que los quieres, que confías en que te sigan queriendo, que te duelen sus pesares y te alegran sus alegrías.
Por eso voy a intentar regalar doce palabras que están ahí para que las usemos, para que las deseemos, para que las entreguemos a quienes nos importan. En doce palabras, por los doce meses, quiero resumir mis deseos de Año Nuevo.
Esperanza es la palabra de enero. Queda mucho tiempo por delante, y hay que empezar a subir la cuesta pensando en la cima. Alegría para febrero loco, para no decaer, y firmeza en marzo, aunque el viento amenace con arrastrarnos.
Amor en abril, cuando el sol empieza a calentar y el rumor del agua suena a música celestial. Para mayo, colores, que destierren el gris del invierno e iluminen los días más largos. Prosperidad para junio, cuando están a punto las cosechas, y amistad en julio, en las noches calurosas que se prestan al encuentro y las confidencias.
Imaginación en agosto y reconciliación en septiembre, para no dejar cuentas pendientes cuando empieza un nuevo curso.
Trabajo y salud en octubre (y en todos los demás meses), y añoranza en noviembre, cuando siempre nos falta alguien.
Y futuro en diciembre. Feliz 2012.

lunes, 19 de diciembre de 2011

CARTA A MARIANO NOEL

Querido Mariano Noel:
Escribo esta carta apresuradamente, y después de dar muchas vueltas a la idea de enviarla. Sé que a estas alturas ya tienes el trineo cargado, los renos enganchados y estás a punto de iniciar tu viaje, pero confío en llegar a tiempo, y también en la magia, que puede hacer aparecer regalos de última hora y hasta algunos que ni tan siquiera se habían pedido.
Nunca en mi vida, ni cuando era pequeña, he escrito una carta a los Reyes Magos o a Papá Noel. Siempre he confiado en su buen criterio y, aunque a veces me he sentido un tanto decepcionada, me he conformado con lo que traían.
Pero ahora es diferente. De ahí que tengas en tus manos esta carta que, aunque torpe y mal redactada, espero sea tenida en cuenta.
En pocas horas empezarás a repartir regalos; y llegarás todos los hogares, a los ricos y a los pobres, a los encantados y a los desesperados, a los ilusionados y a los resignados. A los que han pedido todo y a los que ya no esperan nada.
Mi carta es para pedir que no dejes carbón en las casas de los trabajadores, en la de los desempleados, en aquellas en las que se ha cebado la desgracia en forma de enfermedades graves, discapacidades, malos tratos, ancianos solitarios o emigrantes que no pueden volver a su país.
Tampoco te portes mal con las asociaciones que trabajan porque todos ellos, los citados más arriba, puedan tener una mínima calidad de vida, puedan al menos vegetar. Ni con los centros de enseñanza públicos, que aseguran que la educación llegue a todos, sin distinción de renta; ni en los hospitales, porque en la enfermedad debemos todos ser iguales. También en la salud, pero eso va para largo.
Saca de tu trineo las tijeras de recortar el mínimo estado del bienestar, porque tampoco estamos tan bien, y no sé si resistiríamos estar peor. Tal vez, retirando alguno de los juguetes caros que pensabas dejar en otras casas, se pueda compensar de alguna forma.
Es cuestión de repartir, y puedes hacerlo con tu magia. Con un coche caro, o un yate, el cheque de un Banco o un palacio, igual se pueden pagar varias docenas de sueldos de esos bajitos, de los que tienen la mayoría de las personas de este país.
Te pediría otras cuantas cosas, pero el tiempo apremia y no te quiero retrasar. Además, no quiero abusar.
Sé que me has entendido. Ojalá esta carta no caiga en saco roto, y pueda-podamos-seguir creyendo en los milagros, en la magia de la Navidad y en la generosidad de Papá Noel y los Reyes Magos.
Miraré al cielo para ver pasar la estrella, y aguzaré el oído para escuchar las campanillas que anuncian tu llegada. Que tengas un buen viaje.

sábado, 17 de diciembre de 2011

ESPIRITU NAVIDEÑO

Cada año-unos con más fortuna que otros-, por estas fechas, busco y rebusco dentro y fuera de mí algo de ese espíritu navideño que parece que todo el mundo tiene.
Siempre acabo encontrando algo, aunque cada vez es más difícil. Me esfuerzo en pensar en la familia, en la paz, en la concordia, en el recuerdo de los que ya no están, en la añoranza de esas otras navidades, en las que los reyes magos eran reales y Papá Noel sólo era un anuncio de Coca-Cola.
Cierro los ojos para escuchar al tamborilero, y la zambomba imposible de tocas con manos infantiles y torpes. Y para imaginar los peces nadando en el río helado, y a sus majestades de Oriente atravesando los arenales. Intento lavar las imágenes del belén en el patio, y de las tardes de frío cortando musgo en San Antón.
Y luego la vuelta al colegio, instituto, universidad, trabajo... Y esa sensación de que faltaba demasiado tiempo hasta que llegara otra Navidad.
Que ya está aquí de nuevo. Y es urgente encontar el espíritu. Ya no queda tiempo. Apenas una semana y las luces no brillan como debieran; tampoco suenan zambombas ni panderetas, y me temo que los Reyes no han programado bien el GPS y se han perdido entre las dunas.
Tal vez coincidamos aquí, en la arena en la que escribo. Igual, hasta me enseñan el camino hacia el espíritu navideño.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA

Hace mucho tiempo (ultimamente, todo pasó hace mucho tiempo), escribí por encargo un artículo sobre una persona, a la que definía, robando la definición a Don Antonio Machado, como "en el buen sentido de la palabra, buena".
Y ahora, andando los años y removiendo papeles, me ha dado por pensar que alguien podría escribir casi exactamente lo mismo sobre mí. Sí, sobre mi, porque sin falsas modestias, soy esencialmente buena. En el buen sentido de la palabra.
No he hecho daño a nadie conscientemente. El inconsciente, ya sabéis que anda por su cuenta; he ayudado a la gente que me lo ha pedido, y aún a la que no quería dejarse ayudar, por orgullo, por pudor o porque realmente no lo necesitaba, a pesar del empeño que yo pusiera.
No he robado ni he matado. No he mentido (salvo por motivos de piedad); no soy avara ni tacaña. Lo mío es de todos (y así me va). He querido y quiero a los que me quieren, y a otros muchos que ni saben que existo.
En el capítulo de odios-si pueden llamarse así-, sólo hay escritos tres o cuatro nombres, y alguno, con interrogación.
He trabajado toda mi vida (esto no es vida), dando el doscientos por cien de mi voluntad y mi entendimiento.
Y cuando la rabia o los malos pensamientos se han adueñado de mí más de lo que podía controlar, he acudido al papel, o al ordenador por estar con los tiempos, para descargarla y evitar males mayores.
En líneas generales, creo que todo esto se encuadra en la definición de buena persona. De alguien, en el buen sentido de la palabra, bueno. Puede que me deje un montón de cosas en el tintero, que alguien piense que la suma de mis bondades no es suficiente para ponerme buena nota.
Tal vez tenga razón. Pero no se me ocurre nada más.

"Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habitó,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago". (Machado)

domingo, 13 de noviembre de 2011

MI MAPA DEL MUNDO

A veces me da por pensar que no estoy aquí, que no soy de aquí. No es que mi reino no sea de este mundo, es sólo que de cuando en cuando, no me ubico en este país, en esta época, en la España de comienzos del Siglo XXI, o del XX, que es cuando vine al mundo.
        Echo la vista atrás y paso del bosque de Caperucita a las verdes campiñas inglesas de Los Siete Secretos, a los Estados Unidos de Mujercitas, o la Inglaterra medieval de Ivanhoe, o el París convulso de los Tres Mosqueteros. Al mismo tiempo me veo en el volcán islandés de Viaje al Centro de la Tierra, o en la luna o en los fondos marinos de los libros de Verne; o en las cálidas aguas caribeñas de la Isla del Tesoro. En la Macedonia de Alejandro a lomos de Bucéfalo y paseando por el Olimpo, en la etapa en que me dio por la mitología. Y del brazo de Miss Marple en cualquiera de las novelas de Agatha Christie o fumando opio en un tugurio de Londres con Sherlock Holmes.
        Y en las heladas estepas rusas de los libros de Tolstoi y Dostoiewsky, y llevando de la mano por la nieve a Miguel Strogoff, ciego y desvalido; y en la Salamanca de los pícaros españoles, y en la cueva de Segismundo, en la Fuenteovejuna de Lope o en el polvo enamorado de Quevedo diseminado entre la Corte y el exilio.
        Me veo envuelta en el realismo mágico sudamericano, en los Andes de Lituma y en el Macondo misterioso de García Márquez; en el espejo de Borges, en la Rayuela de Cortazar, en la Roma de Adriano, en las guerras de Hemingway y en el mar, a bordo del "Pilar", luchando con el pez.
        Vuelo al almendro de nata con Miguel Hernández, y al olmo viejo con Machado, a Isla Negra con Neruda, a la alegría con Benedetti...A la Barcelona de Mendoza y Vázquez Montalbán, al Japón de Murakami, a Nueva York con Auster y a la impecable Escandinavia con los nuevos maestros de la novela negra.
        Vuelvo al desierto de Lawrence de Arabia y el Paciente Inglés, al Oriente Mágico como la Sherezade de las Mil y una Noches. Otra vez al desierto.
        Es mi mapa del mundo. Abarca todos los continentes. Y el cielo, y los fondos marinos. Todas las épocas, todas las vidas. Es mi pasaporte, lleno de sellos en todas las páginas. Tantos visados como libros he leído, como lugares he visitado con la imaginación.
        Y con muchas hojas aún en blanco.

jueves, 20 de octubre de 2011

LA COMEDIA HUMANA

Si Balzac hubiera vivido en este tiempo, en nuestro hoy, hubiera tenido material más que suficiente para una docena de Comedias humanas. No terminó la suya porque la muerte, que no respeta ni la obra literaria, le llegó demasiado pronto. No tan pronto, sin embargo, como para no dejarnos intuir el certero análisis sobre los hombres y mujeres de su época, sobre los tipos sociales con los que convivió.
Su idea primera, analizar los tipos humanos como los biólogos analizan las especies animales, nos dejó una fotografía casi perfecta de la sociedad de su tiempo. Y tenía mucho menos material que ahora. Sin ninguna duda.
Los extremos se tocan. Y el drama, si no fuera tan dramático, sería cómico. Sería comedia. ¿Cómo interpretaría monsieur Honoré que una agencia de calificación, la que mueve el mundo, osara calificar la situación de un país sin saber nada de él? La República de España. Ahí queda eso. Y al oírlo, las Bolsas bajan, los bancos tiemblan, nosotros, contamos temerosos los pocos ahorros, para ver hasta cuándo nos llegan. Se preparan huelgas generales, más recortes, más medidas de ajuste, más... Y no somos república. ¡Vaya usted a saber si no se han equivocado también en lo de España, y querían hablar de Mozambique!
Es la comedia humana. La misma que nos habla de reactivar el consumo mientras recorta sueldos, da el placet al abaratamiento del despido, despide, permite la subida de precios de elementos básicos para la subsistencia, encarece las comisiones de los bancos, amenaza con cobrar la sanidad y la justicia y pone en peligro la educación pública, al tiempo que asegura que es imprescindible tener ciudadanos bien formados.
La comedia humana. La misma que permite que los inminentes gobernantes de esta no-república nuestra posen en foto oficial bajo una nube de contaminación negada hasta la saciedad, por encima de dictámenes científicos y de recomendaciones.
La misma comedia que, reconociendo todo lo anterior, nos empuja a resignarnos, a dar como inevitable lo que nos viene, lo que nos toca.
Papá Goriot, Eugenie Grandet, los campesinos de Les Chouens o los curiosos tipos de La Piel de Zapa, y todos los que se quedaron en el tintero, son casi una divina comedia comparados con la tragedia que hoy podríamos escribir si tuviéramos el talento de Balzac.
Tenemos los tipos. El decorado-volcanes, inundaciones, incendios, sequía, satélites amenazantes, guerra, secuestros y revueltas-, también ayuda. Falta la pluma maestra para escribir muchos volúmenes de nuestra particular Comedia Humana.

lunes, 10 de octubre de 2011

ESPAÑA CAÑÍ

Por si no hay pocos problemas, buscamos más. Por si no tenemos bastante con lo que nos viene de fuera, nos enzarzamos en peleas entre nosotros, sin hacer caso a eso que nos decían nuestros padres: Llevaros bien, como buenos hermanos. Aunque bien verdad es que nunca hacíamos caso.
Viene esto a cuento de la polémica surgida por ciertos comentarios despectivos hacia Andalucía, hacia los andaluces, su forma de hablar y su forma de vivir, comentarios llegados directamente desde la otra punta del país. Desde Cataluña. O desde algún catalán, que ya estoy también generalizando. Todo se pega.
Cuando una creía que habíamos entrado en la modernidad, más o menos, que habíamos superado los topicazos de catalán tacaño, andaluz jaranero, castellano recio, gallego enrevesado, astures y cántabros herméticos y alguno más que se me escapa, aparecen otra vez las dos Españas, o las tres, o las cuatro.
Y así no vamos a ninguna parte. Sí, ahora hay declaraciones de protesta encendidas, protestas de políticos, comentarios acres en las tertulias y hasta mociones en Ayuntamientos y Parlamentos.
Pero no es esa la cuestión. Veréis, cuando yo era pequeña (sí, en la Prehistoria), cuando España era una unidad de destino en lo universal y las montañas nevadas nos separaban del resto de Europa, cantábamos en el colegio una canción que, a fuerza de repetir, está todavía en mi recuerdo. Era, por supuesto, una exaltación de la patria y sus bondades, divididas por regiones, que entonces no había comunidades autónomas. Decía algo así: “España es mi hermosa nación que en Europa está, dividida en provincias y es Madrid su capial. Yo sé todas sus riquezas, yo lo voy a demostrar: Valencia nos da naranjas y Toledo mazapán. Carbón nos da Asturias, los vinos, Jerez, las mantas Palencia, la fresa Aranjuez, turrón Alicante, jamón Avilés, y si queréis paños, id a Sabadell, aceite en Andalucía, donde abunda la aceituna..." Había más, pero basta como ejemplo. El final era, por supuesto, VIVA, VIVA ESPAÑA MI PATRIA NATAL!.
Han pasado muchos años,muchísimos, y aún no hemos aprendido a compartir, aún somos los del este y los del oeste, los de arriba, los de abajo y, en mi caso, los del medio. Va ser verdad lo de que España es diferente. Y todo,porque cuatro imbéciles se empeñan en creerse superiores porque pronuncian mejor las eses, o las zetas, o porque no tienen necesidad de cobrar subsidio agrario.
Viva, viva España, mi patria natal.

HASTA SIEMPRE


Talavera de la Reina, 09 de junio de 2011
Hola a todos, y empiezo diciendo hola no porque sea la fórmula habitual, sino porque no quiero que sea un adiós.
Desde mañana viernes ceso en mis funciones de Jefa de Gabinete de la Alcaldía en el Ayuntamiento de Talavera y por tanto, no me encontraréis en el lugar habitual, porque, aunque no lo creáis, no formo parte del mobiliario.
Han sido 16 años, la mejor parte de mi vida, la más madura creativamente y a nivel personal, y podréis comprender que no caben en una carta, por larga que la quisiera hacer, y no es mi intención aburriros.
Pero efectivamente, en una carta no caben los buenos y menos buenos momentos, el contacto intenso con la gente, con vosotros, los aciertos y los desaciertos, y los errores, porqué no decirlo. Es imposible, y eso que se supone que manejo el oficio de escribir, formar palabras, frases con sentido, que reflejen los nervios, las sonrisas, los enfados, los agradecimientos, los proyectos, las ilusiones, el soplido de alivio cuando las cosas han salido bien o las noches en vela cuando ha sido al contrario.
Sea como sea, repetiría cada minuto de estos 16 años, porque de todo se aprende y porque, fundamentalmente, por mucho que rebusco en la memoria, no encuentro nada que incline la balanza hacia el lado negativo.
He vivido intensamente todo lo que ha acontecido en Talavera durante más de tres lustros y en algunas cosas, seguro que en menos de las que yo pienso, he colaborado modestamente, siempre desde la buena intención y desde el amor que le tengo a esta ciudad en la que elegí vivir hace un cuarto de siglo y a la que me he dedicado mucho más allá de la jornada laboral, de la vida privada, con honestidad, sin ningún carnet y, sobre todo, con lealtad.
Los sinsabores, las jornadas interminables, los sábados y los domingos, las vacaciones inexistentes o, cuando menos, muy cortas, ya están olvidados. Me quedo con lo bueno, y eso recordaré allá donde la vida me lleve.
Ha sido un placer conoceros a todos, “criaros” a algunos y, en cualquier caso, me ha encantado poder echar una mano a quien me lo ha requerido. No hace falta que ponga eso de “sin distinción de colores”, porque quien me conoce lo sabe.
Gracias a todos, a mis compañeros de los medios de comunicación, a los del Ayuntamiento, a los que tanto echaré de menos y que me han enseñado todo de registros, expedientes, decretos y carpetas, a los miembros de todas las Corporaciones con las que he trabajado, nada menos que cuatro, a las asociaciones culturales, deportivas, vecinales, socio-sanitarias, de mujeres, a los Colegios, Universidad, Iglesia, a las instituciones con las que he tenido contacto diario, a los ceramistas, que me han enseñado a distinguir la verdadera esencia del arte y siempre han respondido a mis torpes ideas, a mis alcaldes de Las Mondas, a toda mi “lista de protocolo”, que tanto me ha facilitado la labor, a los cientos de parejas a las que he podido hacer más ligeros los trámites y el papeleo de las bodas, y a los ciudadanos de esta Talavera a la que quiero con todo mi corazón. Y a la que aún puedo darle mucha dedicación y mucho amor.
Mi teléfono, que tiene toda la humanidad, es el 666516007, como bien sabéis, y mi correo personal, masantos@60yahoo.es.
Ha sido un placer. No me despido, porque espero seguir disfrutando de vuestra amistad, de vuestro afecto y de vuestra compañía, y que vosotros “disfrutéis” también de mi carácter, de mi genio cuando estoy nerviosa y de alguna que otra mala contestación, siempre desde la confianza.

jueves, 6 de octubre de 2011

RECORTAR LA ALEGRÍA

Hace poco más de un año, en este mismo espacio color arena, y parafraseando a mi admirado Benedetti, hablaba (¡ilusa de mí!), de la necesidad de defender la alegría. Por encima de todo y de todos, haciendo esfuerzos humanos o sobrehumanos. Sin discusión.
Ha pasado un año, y soy la misma. O no. Las circunstancias me han hecho cambiar, o he cambiado a la vez que las circunstancias. Me falta alegría para defender la alegría. Es más, creo que nos falta a casi todos.
Son muchos meses con el bombardeo de crisis, de mercados amenazantes, de anuncios de recesión, de imágenes terribles que no hay forma de borrar de la retina, de horizontes desdibujados, de futuro negro o, cuando menos imperfecto, de esperanza recortada, de recortes en todo.
Hasta en la alegría.
Hemos sobrevivido a casi todo. Hemos ido campeando el temporal, poniendo al mal tiempo buena cara, pintando la sonrisa que no sale sola, escudriñando entre las sombras para ver, intuir, un rayito de luz.
Para seguir defendiendo la alegría.
Me digo una y mil veces que merece la pena, que no es una guerra perdida. Si acaso, unas cuantas docenas de batallas.
Aunque nos coman el terreno, aunque el espejo nos devuelva una imagen triste, no podemos permitir que nos recorten la alegría. Hay que defenderla del pasmo y de las pesadillas, de las dulces infamias y de los graves diagnósticos.
Sin recortes.

lunes, 26 de septiembre de 2011

55 DIAS EN MADRID

Ya está hecho. Porque dicho, hace mucho tiempo que estaba. Pero está escrito, y eso va a misa. Al presidente Zapatero le quedan exactamente 55 días en Madrid, antes de retirarse a sus cuarteles leoneses, según se dice por ahí.
En 55 días (más los que esté en funciones, que es estar sin estar), dejaremos de hablar de él, de echarle la culpa de todo, de tenerlo a todas horas en el salón de casa, en el ascensor, en la terraza del bar, como aperitivo imprescindible de la cerveza; en la peluquería, en el Metro o en los paseos al sol. Simplemente, se esfumará.
Claro que, durante unos meses, oiremos eso de la herencia que ha dejado, que por su culpa estamos como estamos, que ha sido el peor presidente de la Historia, que... Todo eso se irá difuminando con el tiempo, se irá volviendo borroso en la memoria, se desdibujará poco a poco hasta que no reconozcamos la imagen. Hasta que sólo lo encontremos en la hemeroteca o tecleando su nombre en el Google.
Es la condición humana. Relegamos a un rincón de la memoria lo que un día nos ilusionó, lo que nos llenó de alegría, lo que aplaudimos, y dejamos en primer plano lo negativo, los errores-pequeños y grandes-, para justificar el alejamiento y el olvido.
No voy a malgastar palabras para contar los fallos de bulto que ha tenido este presidente en tiempo de descuento. Tampoco para justificarlo hablando de crisis global, de situación similar en países con gobiernos de izquierdas y derechas, y hasta de países sin gobierno. Ni siquiera hablaré de talante.
En 55 días, dará igual lo que se diga o se haya dicho. Hoy me quedo con la imagen, ya borrosa, de un hombre que llegó con ilusión, del que todos hemos opinado y que sólo espera que la Historia lo juzgue.

martes, 13 de septiembre de 2011

NOSOTROS, LOS DE ENTONCES.

Entonces, septiembre siempre era un comienzo. Agridulce, sí, porque pesaba el recuerdo del verano salvaje y libre. Pero era un comienzo. Era la vuelta a las aulas, zapatos nuevos (Gorila, con la pelotita verde), era ordenar apresuradamente las vivencias y las anécdotas de vacaciones que se agolpaban en la cabeza atropellándose para ser contadas; era la mezcla de temor a lo desconocido y de ansia por conocer.
Septiembre era cartera nueva o heredada de tu hermana, lápices aún sin morder y cuadernos a veces reciclados y, con suerte, sin dos rayas. Eso era de pequeños.
Era la Virgen y el comienzo de la vendimia, el olor a mosto por las calles y los remolques cargados que, a menudo, nos regalaban un racimo de uva magullada y sucia de tierra.
Era el mes con mayúsculas, el mes por excelencia, porque en septiembre empezaba todo. Hasta las Navidades, que veíamos ya tan cerca...
Crecimos, y septiembre siguió siendo el principio. El Instituto empezaba en octubre y la Universidad, a veces casi en noviembre. Pero ningún mes podía quitarle el protagonismo. El otoño, el curso político, la vuelta al trabajo tras el verano, los días más cortos, las noches más largas...
He amado y odiado septiembre casi por igual en las distintas etapas de mi vida y hoy... No sé lo que siento. Es un septiembre raro, que tiene más de final que de principio en todo.
El año político empieza(sigue)crispado, las aulas están revueltas, no hay sensación de comienzo de nada y, tal vez por eso, hayan venido a mi memoria esos otros septiembres, los que eran como debían ser. Los de entonces.
Ni ellos, ni nosotros, somos ya los mismos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

SOUVENIRS

Tengo sobre la mesa, en montoncitos, separados por amigos, familia etc, los souvenirs que han venido conmigo de mi último viaje. No son demasiado horribles (no compro compulsiva mente, siempre pienso si me gustaría tener uno de esos objetos en mi casa, antes de "largárselos" a nadie). Pero, al fin y al cabo, son lo que alguien, muy acertadamente, ha dado en llamar "pongos" (por aquello de ¿y esto dónde coño lo pongo?).
Hace un par de meses, durante uno de mis escasos furores de limpieza doméstica, desaparecieron de mis estanterías docenas de ceniceros, muñecos, cajitas, joyeritos, figuras típicas, llaveros y mil lindezas más procedentes de los cuatro puntos cardinales, y atesorados durante varias décadas. Me quedé con lo justo, con lo realmente bonito y con lo horroroso que tiene algún significado especial, y que es firme candidato a "viajar" en la próxima limpieza, porque los significados especiales también se diluyen con el tiempo ( o ya nada significa nada).
Y aquí estoy. Mirando los renos de Finlandia, las matrioskhas rusas y la minibotella de vodka estonio. Y el ámbar del Báltico. Y las tres acuarelas que reservo para mí, y que engrosarán mi modesta colección de cuadros que me transportan a otros mundos sólo mirando durante horas las paredes.
Es la incógnita tras cada viaje. Intento justificarme con eso de que lo importante es que te has acordado de la familia, de los amigos; que te has esforzado en buscar lo menos friki; que has comprado "personalizando", no al buen tuntún y que, seguro, seguro, que tus regalos no serán víctimas inocentes de limpiezas generales.
Al fin y al cabo, siempre nos han dicho que la intención es lo que cuenta. Y os juro que no tengo malas intenciones.

martes, 30 de agosto de 2011

MILLONETIS

Los millonarios, los ricos, los poderosos, son noticia en estos días. O queremos hacerlos noticia, porque seguro que ellos, desde sus alturas, ni se han enterado del revuelo que hemos organizado acerca de si deben pagar más o menos, de si es necesario gravar a las grandes fortunas o si éllos, de su motivo, tienen que desprenderse de algo de lo mucho que les sobra.
Hablamos y hablamos de millonarios como se habla de términos que sólo son conceptos inabarcables, léase Dios, amor, tiempo, felicidad, eternidad. Intuimos que existen, pero los situamos en otra galaxia, con esa especie de temor que produce lo que no está en nuestras coordenadas, lo que se nos escapa.
Un millonario es alguien a quien no se puede mirar a los ojos, por si se ofende; alguien que extiende la mano esperando que le beses el anillo, como a un obispo; alguien que no camina: Levita. Es lo que queramos imaginar, porque algún gen tendremos por ahí, proveniente de la época feudal o aún anterior, que nos hace arrugarnos ante el poder que da el dinero, mirar al suelo y no atrevernos a abrir la boca, por si molestamos.
¿En qué cabeza cabe pedirles que paguen más? ¿Y si se enfadan? Pueden hacer que nos destierren, que nos corten la cabeza o que nos encierren en una oscura mazmorra, condenados de por vida a pan negro y agua corrompida.
Y son tantos, que cualquiera se atreve. He leído por alguna parte que hay 11 millones de millonarios (valga la redundancia) en el mundo. Entendiendo por tales a los que cuentan con másd de un millón de dólares. También he leído (qué mala costumbre tengo), que sólo el año pasado, en plena crisis, aumentó un 9 por ciento el número de agraciados con algunos milloncitos más. Y que en Europa está la tercera parte de estos señores del dinero. Y que en España, haberlos, haylos.
Un ciudadanito de a pie, como yo, sólo puede mirarlos con reverencia, desde su insignificacia; en lo alto de sus caballos, con armaduras de oro y espuelas de brillantes, cegado por el brillo, atemorizado y cuidando de no despertar su cólera de resultados imprevisibles.
Ahora sé que los políticos, alguno también rico y poderoso, tienen el mismo gen que todos nosotros. El del miedo a molestar, a incomodar a los señores.
Es más fácil, y menos arriesgado, incordiar a los siervos de la gleba, a los que siempre, a través de los siglos, se ha exigido todo a cambio de migajas. Hemos armado un ejército que huye a la vista del enemigo. Hemos creado una democracia que no es el poder del pueblo. Es el poder de los de siempre.

miércoles, 10 de agosto de 2011

DESMONTANDO EL MUNDO

Nunca he sabido arreglar lo que se ha roto; no supe jamás cómo pegar los trozos del jarrón que se hizo pedazos, ni colocar el trozo de cielo del puzzle que se movió de su sitio, o la pieza del mecano que accidentalmente se descolocó o las páginas del libro que, a fuerza de ser releídas, campaban por sus respetos, fuera de toda encuadernación al uso. Ni siquiera fui capaz, en su momento, de recomponer mi corazón cuando uno de esos choques de la vida lo quebró. Si acaso, sirvo para hacer chapuzas, para disimular cicatrices, para maquillar fracturas, que siguen estando ahí, aunque no de forma tan ostensible.
No sé si soy buena para empezar algo nuevo pero, desde luego, soy negada para recoger pedazos, para el bricolaje más esencial en todos los órdenes de la vida.
¿Cómo voy a poder recomponer el mundo? Será el calor, las largas tardes de verano, los escenarios de muchos años de mi vida o la edad que no perdona, pero, sea lo que sea, todo me impulsa a mirar atrás, a pensar en la vida que fue y ya o es, en el mundo del que cada día, a cada instante, salta un pedazo y me cae encima, recordándome que no puedo volverlo a colocar en su sitio. Que no puedo. Que no sé.
No sé cómo acabar con la sangre en Siria o en Libia, o en Afganistán; no sé cómo dar de comer a tanto hambriento en África, cómo mirar a los ojos a los jóvenes indignados, calmar los ánimos en Inglaterra, decir a los mercados que sean solidarios, a las Bolsas, que no hace falta ser millonarios, sólo vivir decentemente, a los políticos, que se acerquen a la gente, que sean gente, al Papa, que intente parecerse a ese Jesús sobre el que predica; a los niños, que sigan aprendiendo a hacer puzzles, porque lo van a necesitar, a...
No sé como volver a montar el mundo desmontado. Cómo mirar adelante. Me aterra mirar atrás, porque creo que me convertiré en estatua de sal, paralizada al comprobar todo lo que se ha quedado en el camino.
Amanece en el desierto, y los granos de arena tampoco son los mismos. Han cambiado durante la noche.

lunes, 25 de julio de 2011

Preguntas y más preguntas. Clamar en el desierto

Cada grano de arena del desierto que habito se convierte, en las tórridas tardes de verano, en una pregunta insistente, machacona. Revolotea a mi alrededor con el mínimo soplo de viento, se cuela en las sandalias y se enreda en el pelo. Se oculta en los pliegues de la piel y vuelve a aparecer reclamando respuesta. Se cambia de duna y regresa. Aún no me has respondido.
¿Por qué si hemos dado miles de millones a los bancos para "sanearlos" nos cuesta tanto destinar un poco de dinero para paliar la hambruna en Somalia?
¿Por qué salvamos cajas y bancos y asistimos impasibles al reparto de dividendos de sus directivos?
¿Por qué empresas con beneficios millonarios despiden a miles de trabajadores con un ERE "legal" y autorizado?
¿Por qué en plena crisis hay atascos en cada puente, hay playas llenas y es imposible encontrar un billete de avión?
¿Por qué tenemos que pagar entre todos la visita de un Papa que a la mayoría no nos gusta y al resto le es indiferente?
¿Por qué guardamos un minuto de silencio por las víctimas de Noruega y permanecemos miles de horas callados ante el avance de la derecha racista, xenófoba e intransigente?
¿Por qué hablamos de elecciones más o menos inminentes cuando estamos convencidos de que no solucionarán nada?
¿Por qué este calor insufrible, en lugar de aletargar los pensamientos incómodos los hacer bullir hasta el punto de rebosar del pobre cerebro escaldado?
¿Por qué pregunto, si es clamar en el desierto?
Mil granos de arena más, mil preguntas, esperan respuesta. Pero cae la fría noche en las dunas que me acogen. Mañana será otro día en el desierto.

domingo, 24 de julio de 2011

Versos sueltos

Verso suelto es el que no rima en una composición en la que todos los demás sí lo hacen. No es verso libre, no es poesía sin rima. Es eso, suelto. Y es, a menudo, el que marca la diferencia, el que da sentido a todos los demás, a esos que juntan flores con amores y alegría con melancolía; y amor con dolor, y tristeza con entereza, y muerte con suerte.
Hace mucho tiempo que no leo poesía como antes (ya no hago casi nada como antes), y pensaba que se habían acabado los versos sueltos. Todo igual, todo homogéneo, perfectamente rimado, en asonante o consonante, estructurado en décimas, romances o sonetos, de acuerdo a las más puras normas. Un soneto me manda hacer Violante/ y en mi vida me he visto en tal aprieto.
Creía que el mundo era un soneto más o menos perfecto, con reglas impuestas e inamovibles, llegadas de Europa, del capital, de los mercados, de las agencias de calificación, de la eurozona o de los mismísimos estados Unidos. Cada línea, cada verso, medido hasta la exactitud, sin una sílaba más, sin rimas malsonantes. La poesía de la globalización.
Y descubro mil versos sueltos. Indignados pacíficos o menos; noruegos nostálgicos y desquiciados, políticos honrados, entre tanta deshonra, ideas que viran de babor a estribor, según el viento que sople, vientos que se llevan por delante lo bueno y lo malo porque han visto la puerta abierta, amigos que dejan de serlo e indiferentes que te tienden la mano cuando te ven en el suelo.
Se ha deshecho el poema perfecto del mundo, de mi mundo, y ya no sé si quiero seguir escribiendo en él. Se me ocurren mil rimas que no casan con la poesía global. Solidaridad no rima con usura, paz no rima con guerra; ni trabajo con paro, ni confianza con miedo, ni futuro con presente, ni muerte con vida, ni compartir con robar. Ni ser con estar.
Y no quiero que Violante me mande escribir. Catorce versos dicen que es soneto/burla burlando van los tres delante.

jueves, 21 de julio de 2011

Hambruna

Sé que es un tópico decir eso de que nos preocupamos por tonterías cuando hay realmente motivos graves de preocupación. Sé que va contra las reglas del periodismo (las reglas formales, claro), hablar de un problema que nos pilla a miles de kilómetros, que nos queda muy lejos; es verdad que, sobre el papel, es más importante un herido aquí, en mi pueblo, que cien muertos en el Kilimanjaro, pongo por ejemplo; que una tormenta en mi entorno más próximo me altera más que un huracán en Centroamérica... Y que la hambruna en Somalia no puede ocupar más espacio en prensa que la crisis financiera, la dimisión de Camps, la reunión del eurogrupo o la fecha de las inminentes elecciones generales.
Son cosas que he aprendido a lo largo de toda una vida y que, sin embargo, no han conseguido borrar del todo una imagen, ya desvaída, pero real, que me marcó en mi niñez y que me hizo interesarme por esa África misteriosa y desconocida llena de hombres y mujeres de ojos tristes, de niños con moscas y de tierra cuarteada.
¿Os acordáis de los niños de Biafra? Aún ahora, cuando han pasado varias décadas, de vez en cuando me sorprendo al comentar de una modelo anoréxica eso de "parece una niña de Biafra".
Me acuerdo perfectamente de las revistas de Misiones, en el colegio, con las fotos de niños huesudos, con vientres hundidos y ojos legañosos. Los niños de Biafra.
Desde entonces a ahora han existido más biafras, con el nombre de Sudán, de Mali, de Etiopía, y ahora, de Somalia. Estamos en crisis. Todos lo sabemos y a todos nos lo recuerdan a cada instante del día. La crisis es muy profunda, tardaremos mucho en salir de ella, hay que hacer recortes, pagar por la sanidad, jubilarnos más tarde... Los comedores de Cáritas están llenos, los desahucios siguen, los bancos acumulan casas con hipotecas a cuestas, el paro es el auténtico drama de nuestros días...
Pero comemos, bebemos, vivimos. El término hambruna, que me sobrecoge, es sólo una entrada en el diccionario, "hambre muy grande, escasez de alimentos".
Y Somalia es sólo la foto en una página del periódico que pasamos apresuradamente, mientras que nos justificamos diciendo eso de bastante tenemos con lo nuestro. Ya pasó en Biafra y nuestras conciencias sobrevivieron. Y hambruna es una palabra horrible que no queremos ver en nuestro diccionario. Por duras que sean, nos quedamos con crisis, bancos, indignados, primas de riesgo, mercados, bolsas...

domingo, 10 de julio de 2011

LO SIENTO, BENEDETTI

Hace justamente un año (¡Un año ya!), y desde estas mismas arenas, hablaba con entusiasmo de defender la alegría. España acababa de ganar el Mundial de fútbol y se respiraba un aire distinto en las calles, en los bares, en las casas...
Se respiraba alegría y yo, anti-fútbol militante, quería ser la primera en defender esa brisa fresca que alejaba, aunque fuera de momento, los nubarrones de la crisis, del paro, de la desesperanza, del presente dificil, del futuro imperfecto.
Ha pasado un año y veo anunciadas en todas las televisiones programas especiales con titulos tan pomposos como "El día en que vivimos un sueño", "El año de nuestras vidas", y cosas similares. Sin hablar de los reportajes en prensa y de las tertulias en radio. Todos los esfuerzos son pocos para llamar a una alegría que no viene, que fue un instante fugaz que todos defendimos porque lo necesitábamos. Todos, hasta los que nunca hemos visto un partido de fútbol completo.
Y ahora, un año después, no nos basta el recuerdo para seguir defendiendo la alegría. No es suficiente ese destello en el pasado para iluminar el oscuro presente, para marcarnos con luz blanca el camino hacia el futuro.
Lo siento, Benedetti. Hoy no puedo defender la alegría como una certeza, no puedo defenderla de las ausencias transitorias ni de las definitivas. Ni de ella misma. Ni de mi.

sábado, 2 de julio de 2011

...Y SORPRESA DE DÍA

Creo que quedó clara hace un par de días mi amenaza de seguir hablando de sorpresas. Y yo no amenazo en vano. Si acaso, me tomo mi tiempo, pero cumplo. Y me apetece muchísimo cumplir. Casi se me hizo de día en la sorpresa de noche, pero quedaban aún muchas horas para emocionarme y para sorprenderme. Y para seguir llorando, que ya no sé si el sudor, la cerveza, los cafés con hielo y las cocacolas han encontrado otra vía de salida distinta de la que la naturaleza humana ha dispuesto.
Estaban todos los que quería ver, y no había nadie de los que prefiero no encontrarme. El inicio perfecto, el lugar, mi segunda casa durante años, las flores en el centro; los sentimientos, donde tienen que estar, a flor de piel.
Y las palabras, en un precioso mueble con cajones de cerámica repletos de notas para mi. De notas cariñosas, más o menos largas, ingeniosas algunas, concisas otras; preciosas todas. Por aquello se subirme la autoestima mientras escribo, y las tengo todas esparcidas sobre la mesa, leo cosas como "el ángel de Alcaldía", "la McGiver de los asuntos públicos", "la mejor secre"... Y "la más gruñona", "la que más veces me ha mandado a hacer puñetas", "la que más broncas me ha echado", o la mujer frágil bajo el aspecto de dura. Dieciséis años dan para conocerse bien. Pero veo sobre todo repetidos los conceptos de amiga, compañera. En todas las cartulinas, y con eso me quedo.
Gracias, Belén, por el cariño con que lo has preparado, y por resistirte hasta el último momento a contarme quien venía. Por darme la sorpresa de encontrarme un Ayuntamiento casi completo, con amigos de Secretaría, de Oficialía Mayor, de Gestión Tributaria, de Intervención, de Estadística, de Informática, de Educación, de Patrimonio, de Cultura, de Festejos, del Servicio de Limpieza, de Bomberos, de Archivo, de Información, de Obras, de Servicios Sociales, del Centro de la Mujer, de Personal, Carpintería, Delegado Sindical, Ordenanzas, Biblioteca, Parque Móvil... Y creo que no me olvido de nadie.
Una vez más fui incapaz de agradecer como merecía la ocasión, tanto cariño hacia mi, que no sé si lo merezco. He intentado, en todos estos años, ser buena compañera, buena amiga, ayudar en todo y pedir ayuda a todos, por mi afán de aprender, de hacer las cosas bien.
Y un montón de papelitos amarillos en mi mesa me dicen que, aunque me haya equivocado muchas veces, me lo habéis perdonado, como buenos compañeros, como buenos amigos.
Gracias por un día tan especial y por 16 años maravillosos de mi vida, que vosotros habéis hecho buenos. Y por las flores, y el óvalo de cerámica tan bien elegido.
Seguiré mojando la arena cada vez que recuerde esa comida en La Antigua.

viernes, 1 de julio de 2011

SORPRESA DE NOCHE

Nunca las arenas que me acogen han estado tan húmedas, y no es que haya llovido en el desierto, qué va, es que me he vuelto de lágrima fácil, no sé si por la edad o si será algún gen de mi abuela maría, a la que siempre recuerdo enjugándose los ojos llorosos con el pico del pañuelo.
El caso es que como ha puesto de manifiesto Eusebio en su Digital de Castilla-La Mancha, o Leticia en el face y otros tantos en conversaciones privadas, llore, lloré y lloré. Y lloro al recordarlo.
Fue una sorpresa, sí. Las malas artes de Carmen y Blanca dieron resultado. Vaya usted a saber qué encantamientos utilizarían para mantener con el pico cerrado a varias decenas de trabajadores de los medios de comunicación. Vamos, que me río yo de los misterios del Cuarto Milenio.
Pero esto no va de risas ni de llantos. Ni tan siquiera de sorpresas, a pesar del título. Va de agradecimiento, de cariño, de compañerismo, de solidaridad y de amistad. De todos estos conceptos que alguna vez creí perdidos en los avatares de la vida, y que de pronto te encuentras al torcer una esquina, al llegar a una encrucijada en la que no sabes qué dirección tomar.
El rato (muy largo, afortunadamente), que he compartido esta semana con mis amigos y compañeros de los medios de comunicación no se puede describir facilmente, ni tan siquiera echando mano de los tópicos al uso, tales como uno de los mejores momentos de mi vida, la sorpresa más agradable...
Me faltaron palabras y me sobraron lágrimas, justo lo que nadie hubiera pensado de mi, Ni siquiera yo. Estaban todos, los que empezaron conmigo hace un cuarto de siglo; los que llegaron después, cuando aún éramos pocos, los que no me conocieron en las trincheras de la prensa, y sí en el Ayuntamiento, los que se llevaron mis broncas (cariñosas siempre), y los que crié a mis pechos, que diría Peña; los fotógrafos y cámaras, que tanta sangre me han consumido a veces, y que nunca me han hecho demasiado caso, los chicos y las chicas de la radio, con los que me he levantado y acostado los últimos 25 años; y Manolo, mi otro "padre". Y Quique Ginestal, de quien me acordé toda la noche, y que sin duda me hubiera pintado un laurel y una sonrisa en la cara con sus ripios.
Estaban hasta los que no estaban por razones varias, pero hicieron notar su presencia y su cariño en forma de sentidos mensajes, algunos escritos con dificultades manifiestas, por aquello de que la vista ya no es lo que era ¿Verdad Gustavo Adolfo?
No pude daros las gracias como hubiera querido, por culpa del dichoso gen de mi abuela María, y aún ahora, cuando sigo humedeciendo la arena en la que escribo, me faltan palabras.
En fin, seguro que con un ejemplo gráfico lo entenderéis. Es más fácil contar los granos de arena del desierto que habito que plasmar en unas pocas líneas el afecto y el agradecimiento por una sorpresa maravillosa que me sorprenderá cada día del resto de mi vida. Gracias.
PD. No he olvidado a Vicky Fernández-Salinero y a su cariñosa columna en La Tribuna. He dudado si meterla en la segunda parte de la sorpresa (aún por escribir), por aquello de que mi amistad con ella se fraguó en el Ayuntamiento. Pero ha pesado más su parte de plumilla, aunque esto no la excluya de la segunda entrega.

jueves, 23 de junio de 2011

SOLSTICIO Y CORPUS

Creo que es la primera vez que lo hago, y posiblemente sea la última. Sin que se entere nadie os confieso que he visto la procesión del Corpus de Toledo en la tele. De principio a fin, desde que la custodia ha salido hasta que se ha encerrado, con sermón del arzobispo incluido. Lo he visto todo, la capa pluvial bordada con hilos preciosos, el oro de la joya de Arce, los tapices del siglo XVI, las señoras con mantilla (Cospedal incluida), los militares armados custodiando la Custodia, valga la redundancia, el sol inclemente sobre la capital, docenas de curas ataviados con sus mejores galas, y de monjas con sus galas de siempre, que para eso son mujeres y la Iglesia lo tiene muy claro.
He visto a la gente arrodillándose enfervorecida. Dicho sea de paso, yo me caí hace unos días y tengo una rodilla negra, es decir, que tengo excusa, aunque a mí la música religiosa, como la militar a Brassens, nunca me supo levantar.
En fin, que no me he perdido detalle de este jueves reluciente , ostentoso, exagerado y artificial. Y digo todo esto, porque hoy, precisamente hoy, se celebra el solsticio de verano (me resisto a decir de San Juan), una fiesta pagana, ligada a las raíces, a la gente del pueblo, a la tierra, al saludo al sol y sus misterios, y a la luna con los suyos. Fiesta de hogueras, de agua, de fuego, de brujas, de hechizos... De pueblo llano en cualquier parte del planeta. He visto la fiesta en otros países, el Inti Raymi en Perú, el saludo al sol. Y en todas partes es igual, gente y tierra, sin santos ni religiones por medio. O con la más antigua de todas, con la comunión del hombre y la tierra, de lo real y lo misterioso.
Nada que ver con los fastos eclesiásticos del Corpus, por mucho que el discurso de Don Braulio haya hablado de la pobreza y la solidaridad¿¿¿¿¿¿??????. No digo más, que me pierdo.
Respeto las tradiciones, por supuesto. Son historia y son cultura. Y también pueden ser menos chirriantes en los tiempos que corren. Seguro que este jueves hubiera brillado igual sin tanto oro. Y el sol hubiera salido igual, y la luna alumbraría de cualquier forma la noche mágica de tránsito.
Y hubiéramos ahorrado, ahora que tanto se habla de ello. La Iglesia se pinta sola para apropiarse de las tradiciones, léase Mondas, Cruces de Mayo, solsticios, romerías populares etc, etc, etc. Así ha sido a través de los siglos, introduciendo de cuando en cuando notas de actualidad. A bote pronto me acuerdo de Don Marcelo, que Dios tenga donde merezca, que tuvo la lúcida idea de prohibir desfilar en el Corpus al ministro de Justicia el año en que se aprobó la Ley del Divorcio.
Esto es un lapsus. Me quedo en la arena por donde, de cuando en cuando, desfila un camello con su andar cansino y una pobre manta en en lomo.

lunes, 20 de junio de 2011

MALDITA PRIMAVERA

No ha pasado ligera la maldita primavera, como dice una canción de verano. Para nada. Ha sido insoportablemente lenta, furiosa, inclemente, extraña en todo, cruel y larga, llena de fenómenos adversos, de situaciones insólitas, de terremotos, inundaciones, de cambios dudosos, de...
Le va a costar al verano con las hogueras de San Juan, las fiestas del solsticio, la promesa de playa y las verbenas de pueblo, borrar esta aciaga primavera que ha barrido con tantas cosas. Y a otros, a los que tenemos buena memoria, también nos va a costar olvidarla.
De un plumazo se han caído todos los tópicos primaverales, el buen tiempo, los días largos, las flores, el olor a tierra mojada, las terrazas y los largos paseos al atardecer. Sólo quedan imágenes de terror en Lorca, de plazas abarrotadas, de indignados buscando caminos abiertos y de banqueros cerrándolos, de Europa errante y errática, de políticos desconcertados, de incógnitas y de futuro imperfecto. Hasta de luna eclipsada.
Y eso no lo cambia un verano, ni aunque apelemos a las brujas de la Noche de San Juan y saltemos siete veces la hoguera.
Se va la primavera en cuestión de unas horas, y no seré yo quien maldiga al verano. Por si acaso.
La arena, que amenaza con engullirme totalmente, me ha permitido sacar la mano para escribir, y se lo agradezco. Llega el verano, la perpetua estación del desierto que habito, y tal vez entonces pueda borrar la primavera.

martes, 7 de junio de 2011

VENDER PALABRAS

Siempre he defendido que una palabra a tiempo vale más que mil imágenes. Ya sé que no es esto lo que se lleva en la era digital, la de los ipod, ipad, tele, videojuegos y demás. Pero es que soy así de antigua. O tal vez es porque siempre me he ganado la vida con esto, o porque asocio mis buenos y malos momentos a eso, a una frase, a una palabra.
Es curioso, pero es así. Seguro que si me psicoanalizaran dirían que no tengo demasiada memoria visual, y que el vincularlo todo a las palabras será producto de cualquier trauma infantil, de una bronca de mi madre o de lo que escuché-y dije-a cualquier novio de juventud. En fin, que me gusta más analizar lo que oigo y lo que leo que cualquiera de esas fotos "que hablan por si solas", como se suele decir.
En estos días de declaraciones y contradeclaraciones, de ataques feroces de unos y otros, de furor post-electoral y de calentones, las palabras son protagonistas absolutas. No hay que mirar las caras; nos las sabemos todas. Ni los labios pronunciando crisis, recortes, fin de una era, adiós al estado del bienestar, ajustes, paro, y otras lindezas que no escribo por pudor.
Hay que escuchar y leer, porque este auténtico torrente de palabras nos desborda, y vale más que mil imágenes, pone a cada uno en su sitio y a nosotros, en el de todos.
Me viene a la memoria un cuento corto de Isabel Allende en el que la protagonista, Belisa Crepusculario, tenía por oficio vender palabras, desde que descubriera que no tenían dueño, y cualquiera las podía utilizar a su antojo, y hasta sacar provecho de ellas. Y así se ganaba la vida, de pueblo en pueblo, con su tenderete de palabras.
Hasta que llegó un militar aspirante a político y le pidió las palabras precisas para ser presidente. No fue fácil encontrarlas, porque tuvo que descartar los términos "ras" y "a secas", las demasiado floridas, las desteñidas por el abuso, las que ofrecían promesas improbables, las carentes de verdad y las confusas, para quedarse sólo con aquellas capaces de tocar con certeza el pensamiento y la intuición de los hombres y mujeres.
Encontró esas palabras, las vendió y consiguió que el guerrero zafio y tosco tocara el corazón de sus paisanos.
No es tan difícil. Sólo hay que pensar que las palabras hieren como dardos, y que estamos recibiendo demasiados flechazos. No vale todo; puede que yo escriba en la arena, para que mis palabras se las lleve el viento. Pero yo no soy nadie, lo que diga o escriba no importa demasiado. Las palabras que vendo, como estoy haciendo ahora, se las tragará el desierto sin dar tiempo a que se asienten en las conciencias o los pensamientos.
Pero hay otras que permanecen, que se clavan en el corazón, y que no se pueden vender al mejor postor. Esas, hay que dosificarlas

domingo, 5 de junio de 2011

MUTANTES

Nunca me han gustado las películas de ciencia- ficción. Ni antes ni ahora. En su momento vi los catecismos, porque era obligado. 2001 Odisea del Espacio y la Guerra de las Galaxias. Ah, y Alien. Y se acabó. Ni marcianos, ni extraterrestres, ni bichos mutantes, que de esas cosas hay todos los días por la calle y no hay que buscarlas en las pantallas.
Hoy, no sé porqué, me han venido a la cabeza los extraños seres de estas películas galácticas. Tal vez sea porque llevo un par de días escuchando lo de la bacteria alemana, la e-colli que ha mutado y se ha vuelto asesina (asesinando nuestras exportaciones agrícolas, entre otras cosas). O tal vez porque he visto muchas cosas, y personas, "mutar" en muy pocos días. O porque pienso en mutaciones futuras.
Lo cierto es que la palabreja que martillea en la cabeza, como esos días en que te levantas tarareando una musiquilla que ya no te abandona hasta la hora de acostarte, y la cantas en la ducha, en el coche, mientras cocinas o cuando friegas los cacharros, como si fuera un alien que se ha apoderado de tu voluntad.
Claro, que no sé de qué me quejo,yo, que escribo en la arena por vocación y habito en el desierto, porque nada hay más mutante que su paisaje. Tal vez sea todo mentira, tal vez me esté engañando, o esté mutando, y tenga que empezar a grabar en piedra mis reflexiones. Para que permanezcan.
En fin, no sé. Seguiré atenta a las mutaciones, seguiré como Diógenes con el candil buscando no sé qué. Aunque si busco la verdad, la que no cambia, tendré que hacer horas extras con la lámpara, y al precio que está el petroleo...

domingo, 1 de mayo de 2011

DE BODAS, BEATOS Y RITOS PAGANOS

Ya hemos casado al heredero del heredero británico, ya hemos beatificado al Papa que más hizo por acabar con el comunismo (Benedicto XVI dixit) y yo, mientras tanto, celebrando y añorando ritos paganos cristianizados, como casi todo.
Decía en un post que me he librado de la boda por razones de trabajo, pero no he podido librarme de la beatificación, que atacaba por tierra, mar y aire, por prensa, radio, TV y en los jardines que hay frente a mi casa, donde ha habido concentración de banderitas amarillas y blancas, santos colores.
No he tenido yo la cabeza (ni el cuerpo) esta semana para pensar en tocados y modelitos de damas británicas o princesas españolas, ni en peregrinos en la Plaza de San Pedro, pero en un día con muchos muertos reales en Siria, con otros muertos posibles en Libia, con cifras de paro escalofriantes, con el no menos escalofriante dato de encuestas que nos llevan en picado a tiempos pasados (no mejores), y con otros cuantos asuntos que ponen los pelos de punta, no me parece serio que la noticia de apertura sea la beatificación de una persona que, por definición y por oficio debería ser buena.
En fin, no voy a meterme en cuestiones religiosas, que luego me regañan. Y además, la tercera parte del título de esta entrada habla de ritos paganos, y a eso iba.
Han pasado Las Mondas, fiesta pagana dedicada a la primavera y a la diosa Ceres y que desde hace unos cuantos siglos, por obra y gracia de la Iglesia, se ha consagrado a la Virgen del Prado.
Y son las cruces de mayo, los mayos, en mi pueblo. Dicen que Santa Elena, madre de Constantino, encontró la cruz de Cristo y la adornó con sus ropas y sus joyas, y desde entonces se visten las cruces en los primeros días de mayo. Seguro que esta historia no la inventó un pagano, pero vale, ahí se queda.
Yo me quedo con la primavera, con el tributo a la tierra, a la madre naturaleza tras un largo y frío invierno, con las ofrendas para pedir buenas cosechas, con la alegría de las gentes (¿dónde estará ahora la alegría) por la explosión de flores en el campo.
Me quedo con lo natural, sin más explicaciones metafísicas. Con el milagro real de la vida, no con el imaginario de presuntas curaciones.
Me quedo con la vida en directo, sin ensayos de tiro de cámara para el beso en directo (el de Guillermo y Kate), y sin multitudinarios y mediáticos homenajes a papas que, por oficio, se supone que debían ser santos.

domingo, 17 de abril de 2011

LIBROS Y AUTOAYUDA

Hubo unos años, en la preadolescencia, como dicen ahora, en los que cada verano leía, invariablemente, la saga completa de los Tres Mosqueteros. Es decir, el título citado, "Veinte Años Después" y "El Vizconde de Bregelonne". Diez volúmenes verdes que me duraban lo que las tardes de siesta de los meses de más calor. Y así un año y otro. Ya habían sufrido los sudores del verano y los fríos del invierno todos los títulos de Julio Verne, y los misterios de Los Siete Secretos y Los Cinco, que eran cuatro y un perro. Llegó muy pronto el capricho de la mitología, la griega, la romana, la egipcia... Y me sabía todas las historias del Olimpo, que eran las que más me enganchaban. Aprendí que leyendo se llevaban mejor las largas tardes de julio, y el irse pronto a la cama, porque entre semana no tocaba tele. Y el despistarse de las tareas escolares; y el consolarse cuando estabas castigada en casa, cuando tus hermanos mayores no te dejaban jugar con ellos o te tocaba vigilar a los pequeños. Luego llegaron otros problemas, los de la gente adulta. Otras penas, otras alegrías, otras decepciones, otras ilusiones... Y otros libros. Pasó la época de los clásicos, la del teatro, la del Siglo de Oro, la del realismo mágico, la de la poesía, la de novela negra o histórica. Todas pasaron, y todas se quedaron. Y aquí siguen, conviviendo en perfecta armonía, y apareciendo cuando es necesaria su presencia. Están de moda los libros de autoayuda para todo, para superar decepciones y depresiones, para dejar de fumar, para sobrellevar la crisis de los cuarenta, la de los cincuenta, la menopausia, para entender a los hijos o a los padres... Supongo que servirán de algo. Yo tengo mis libros para cada momento. Toca poesía en un estado de ánimo que no voy a contar aquí, y novela negra en otro, y en otro... En estos momentos, y como siempre que me pasa lo mismo que ahora, leo sobre Alejandro Magno. Sí. Como suena. Es un personaje que me fascina, y leo y releo sobre su vida, real o novelada, sobre sus estrategias, sus hazañas, su pasión por la multiculturalidad, su sexualidad ambigua, su carácter cruel y tierno. Leo igual a Quinto Curcio, su biógrafo, que a Plutarco o los historiadores actuales. Y es mi autoayuda.

domingo, 10 de abril de 2011

NOTICIAS FRESCAS

Es domingo y toca pensar. Pensar en otras cosas, se entiende. En todo lo que no tiene espacio en tu cabeza durante el resto de los días de la semana, porque no hay tiempo, porque no puedes, porque no quieres... He estado, como todos los domingos, oyendo la radio por la mañana y leyendo la prensa con tranquilidad por la tarde. Y entiendo muy pocas cosas. Cierto es que hay noticias frescas (frescas no significan más importantes o más interesantes; significan eso, frescas). También es cierto que es día festivo, que ha llegado la primavera arrasando, que las playas están llenas y que la Semana Santa llama insistentemente a nuestras puertas. Y que estamos (desde hace mucho, pero ahora más), en pre-campaña electoral. Pues eso. Que se me han perdido los problemas con la radioactividad en Japón; que no encuentro los muertos de Siria y los de Egipto, que creí escuchar que en Marruecos seguían las protestas y que en Haití se habían celebrado elecciones; que me suena que la violencia de género no cesa y que esta semana se ha incrementado la lista de mujeres muertas a manos de sus parejas, que... Se me han perdido muchas noticias de esas que nos han preocupado ultimanente, y las que encuentro, las frescas, no me resarcen de la pérdida. No me compensan las dos páginas sobre la manifestación convocada presuntamente a favor de las víctimas del terrorismo; no me compensan las declaraciones de los líderes políticos ni las columnas y columnas sobre economía. Es verdad que las normas del periodismo fijan que las noticias que más nos interesan son las más próximas, que lo que sucedió ayer es pasado, que es más importante un herido aquí que mil muertos en Tegucigalpa, que... No sé. Creo que nos miramos demasiado al ombligo, que corremos un tupido velo sobre todo lo que no nos concierne directamente (¿hay algo que no nos salpique o nos pueda salpicar el día de mañana?) y que enterramos en páginas nuevas, con tinta fresca, las noticias de ayer esperando que las de mañana sean mejores. Que lo malo pase a la historia. Que sea Historia.

domingo, 13 de marzo de 2011

No volveré a burlarme de un japonés

Lo prometo. Desde ahora, voy a mirar con otros ojos a esos turistas disciplinados que siguen a un paraguas rojo en las calles de Toledo o de Madrid, que abandonan en fila india la plaza al tercer toro y que hacen fotos a todo lo que se mueve.
Estoy absolutamente impresionada, y creo que los japoneses están dando una lección al mundo enero en los trágicos días que están viviendo. Y que están siendo televisados al minuto.
Ni una escena de pánico, de desesperación. Gente caminando 20 kilómetros para llegar a sus casas, porque no funciona el transporte (ahora ya si, han tardado 24 horas en ponerlo de nuevo en marcha); otros esperando ordenadamente a que los "fumiguen" con yodo por el peligro nuclear, todos obedeciendo sin rechistar las directrices de las autoridades.
Impresionante, porque hablamos de terremoto, tsunami, posible accidente nuclear y un futuro muy muy incierto.
Todos sabemos, por las películas americanas de la Segunda Guerra Mundial, que los japoneses son duros, tenaces, obstinados, trabajadores incansables, disciplinados, incluso con cierta imagen de "borregos", si se me permite el símil, por siempre donde les mandan, sin discutir.
Pero están dando un ejemplo al mundo. Un país amenazado siempre por volcanes y terremotos; el único que ha sufrido en sus carnes dos bombas atómicas, el que ha resurgido de una guerra salvaje para convertirse en potencia mundial, nos está dando una lección.
Y se merece lo mejor, merece todo el apoyo para seguir siendo modelo. Para dar ejemplo.

domingo, 20 de febrero de 2011

EL MUNDO REAL

Domingo por la mañana. Desayuno un poco más pausado. Tareas de hogar, lavadora y esas cosas. La radio de fondo, como siempre. Montserrat Domínguez despide el programa: "Les dejo con el mundo real". Las noticias de las 12. Dos centenares de muertos en Libia, tensa calma en Bahrein, manifestaciones en Marruecos, en Argelia y hasta en China. Carreras, golpes, Internet censurado, incertidumbre...
Y en casa, PSOE y PP a la greña, accidentes de tráfico, temporal en Galicia. El mundo real.
En cuatro minutos de informativo se ha deshecho el encanto de la mañana del domingo; se ha disuelto la promesa de un día tranquilo, rutinario, sin prisas, con música, tele y un buen libro.
Y una añora el mundo perdido...

miércoles, 16 de febrero de 2011

TROGLODITAS

¿Alguien se acuerda de Hug el Troglodita? Vale, es de hace mucho tiempo, pero es que una ya tiene un largo recorrido. Pues para los que no lo sepan, era un personaje de tebeo (ahora cómic), cuyas andanzas discurrían en la Prehistoria, entre dinosaurios y esas cosas. Pues bien, el amigo Hug, que no era muy agraciado, nos mostraba la forma de ligar que se llevaba en su época. Describo: Fijarse en la mujer adecuada, golpearla en la cabeza con una porra, agarrarla de los pelos y llevarla a rastras hasta casa. Y vivir felices y comer perdices o mamuts o lo que comieran, hasta que la muerte los separara.
Eso era hace un millón de años, cuando los dinosaurios poblaban la tierra. Los dinosaurios han desaparecido; los trogloditas no. El meteorito que acabó con los grandes lagartos no eliminó los genes salvajes, machistas, primitivos o no sé como llamarlos, de los seres humanos.
Y andando los años, los siglos, los milenios, seguimos hablando de mujeres muertas a cargo de sus parejas o ex-parejas, que tanto da una cosa que otra.
No valen leyes, ni órdenes de alejamiento, ni pulseras de vigilancia, ni casas de acogida. No vale nada. Sólo la cifra de víctimas, dos, cinco, siete, con denuncias, sin ellas, con condenas, con teléfono del maltratador, en pueblos, en ciudades, españolas, ecuatorianas o marroquíes, bolivianas o rumanas. Muertas.
Parece que nos hemos resignado. Una más, qué horror, cuántas van este año, ¿son más que el año pasado por estas fechas? ¿Ha sido con un hacha o con un cuchillo? ¿Estaban los hijos delante?
Lo estamos convirtiendo en una conversación más, en algo habitual, como ver a Hug aporreando a su amada.
Tal vez tenga que caer otro meteorito sobre la tierra. O mejor, tal vez tenga que producirse otro Big Bang.