Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 29 de octubre de 2018

¿Y SIRIA?

No es por meter el dedo en el ojo; ni tan siquiera por dar un tironcito de orejas a directores de medios de comunicación, tertulianos varios o, Dios me libre, altas instituciones tipo ONU, Parlamento Europeo o similares que deciden qué es actualidad, con qué noticia tenemos que desayunar (y comer, y cenar) cada jornada, y cuáles hay que apartar por estar demodés o no  ser de “rabiosa actualidad”.
          Que sí, que hay muchas cosas de las que hablar; que Trump está más guerrero que nunca con eso de que se acercan elecciones legislativas, que lo de Brasil y su “exótico” presidente recién elegido pone los pelos de punta; que la derecha más casposa se va haciendo sitio en todas partes del mundo; que parece que se frena el crecimiento y vuelve a  aparecer el fantasma de la recesión. Y en España, bastante tenemos con lo que tenemos, con presupuestos sin aprobar, procés interminable, inquietantes juicios pendientes y año electoral en ciernes.
          Pero, ¿Y Siria? He mirado en internet el mapa de la zona para ver si la habían borrado, si había desaparecido de la cartografía al tiempo que de la actualidad, de las noticias, los comentarios, las tertulias, los comunicados, las pomposas declaraciones en foros varios.  Sigue ahí. Al menos sobre el papel. Y que sepamos, la guerra no se ha acabado. Igual es que ya no queda nadie a quien matar, y ningún edificio en pie, porque hace meses que no veo imágenes de hospitales derrumbados, de familias corriendo por las carreteras, de niños aturdidos y con miradas perdidas, de ciudades reducidas a escombros.
          El caso es que, no sabemos si por agotamiento, tras casi una década de guerra, Siria ha desaparecido de nuestras vidas. Atrás queda esa imagen que nos sobrecogió, la del pequeño Aylan ahogado en una playa turca,  la de una pequeña aferrada a su muñeca rota con las manos ensangrentadas y mirando al infinito. Quedan comunicados, de hace poco más de un año, como ese en el que la ONU afirmaba que miles de personas podían haber muerto de hambre en Siria durante el cerco o el asedio de zonas en las que vivían medio millón de personas. Y el posterior comentario del responsable de recursos humanos de Naciones Unidas asegurando muy serio que  "Está absolutamente prohibido matar de hambre como arma de guerra”.
           Entretenidos como estamos en otras cosas, nos hemos sacudido, como quien se quita el polvo de los zapatos, un problema de encima. Simplemente haciéndolo desaparecer de las portadas. Ya nadie se acuerda de dónde está Alepo. Ni Oms, ni Hama.  Si acaso, de Damasco por alguna que otra lectura, y de Palmyra, por lo que tiene de exótico y porque de cuando en cuando se habla de la restauración de la mítica ciudad. Creo que ni yo me acuerdo de que una vez recorrí el zoco subterráneo, y vi amanecer en el desierto, me asombré ante las norias gigantes, o la gran Mezquita de los Omeya, y deambulé por ese pequeño pueblo en el que aún hablan arameo, la lengua de Jesús.....
          Siria ya  no tiene nombre, y su guerra,  ni una mísera columnita en la sección de Internacional. Ni una imagen, que por aquello de que vale más de mil palabras, nos sacó alguna lagrimita tiempo ha.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Desde Macondo. EL AÑO DEL DILUVIO

Tomo prestado el título de mi admirado Eduardo Mendoza,  no porque tenga mucho que ver con su relato de la monja enamorada y engañada por el cacique local mientras buscaba subvenciones para su asilo de pobres. Me ha venido a la cabeza porque los hechos se desarrollan en un año marcado por una enorme sequía y más tarde, por  unas grandes lluvias que asolaron gran parte del  lugar golpeando duramente a muchísimas familias.  Miseria sobre miseria.
          La Historia, real o ficticia, que nos han contado, está llena de diluvios.  Aguaceros constantes como castigo, fin de época, toque de atención de los dioses, representación de la cólera divina…Desde Noé y mucho antes, ha llovido.
          Pero no sé porqué me da en la nariz que el que viene, va a ser realmente el año del diluvio. Al menos por estos lares, en los que ya ha empezado a llover tras muchos años sin una gota que aplacase la sed de las gentes. Va a ser año electoral, y todos han empezado a sacar los paraguas.
          Claro, que de forma muy distinta. Unos, para ponerse a cubierto y, en la medida de lo posible, cubrir a quienes les rodean, a los que esperan como agua de mayo, nunca mejor dicha la expresión, que algo cambie, que se vayan con el agua  recortes, las pagas menguadas, los trabajadores pobres, los parados despreciados, los ancianos con mala vejez y los jóvenes con peor mañana y los Bancos voraces que acaban con los restos del naufragio.
          Otros, esgrimiéndolos como armas defensivas, u ofensivas, que es peor, sacudiendo mandobles a diestro y siniestro para no perder el sitio, para seguir dirigiendo los destinos de cielo y tierra, decidiendo quien debe salir a flote y quien tiene que continuar hundido en el barro por los siglos de los siglos.
          Y los demás, esperando que escampe, con un puntito de esperanza, no demasiada, para, aún con el verde de agua en la piel, con en Macondo, afrontar el siguiente ciclo.
          El diluvio en Macondo duró exactamente cuatro años, once meses y dos días.  Casi como una legislatura. Pero cuando terminó de llover, los sobrevivientes de la catástrofe, saludaron a los primeros soles que volvían a iluminar su pueblo.
          Y Úrsula, la matriarca, que estaba esperando a que escampara para morirse, se vio presa de la fiebre de la restauración, y desde el mismo momento en que cesó la lluvia no tuvo un instante de reposo para restaurar la casa y “espantar la ruina”. Para que Macondo volviera a ser el lugar blanco y soleado de antes del diluvio.
          En pleno diluvio, y más que nunca, me gustaría que hubiera mil, un millón de Úrsulas aireando la casa, abriendo puertas y ventanas, exterminando hormigas y carcomas y tendiendo las sábanas al sol, volviendo a plantar flores, a abrir los bazares de la calle de los Turcos, con sus mercancías de alegres colores.
          A volver a mirar al sol.

martes, 23 de octubre de 2018

AUTOPSIA DIPLOMÁTICA

Mucho me temo que la cosa va a quedar en nada. Ahora, que con los pelos de punta y las tripas revueltas por los truculentos detalles que nos van contando gota a gota, clamamos por la justicia, por la ruptura de relaciones, por la libertad de expresión ante todo, no tenemos la cabeza clara para concluir que, a la vuelta de unos días, la vida seguirá igual. Con una persona menos; con otro periodista silenciado. Pero igual.
          Los que a regañadientes han reconocido que está muy mal lo que se ha hecho con este pobre hombre (sin mencionar la palabra asesinato), los que han pedido tibiamente una investigación (ONU incluida), y hasta los que han detenido a un puñado de actores secundarios de la horrible película, marearán unos días más los papeles y luego, aquí paz y después gloria, como se suele decir.
          Y si se encuentran despedazado al infortunado Jamal  Khashoggi, nos contarán que es el resultado de la autopsia que gratuitamente le hicieron para ahorrar trabajo a los turcos. Eso sí, una autopsia muy diplomática. Lo de menos es que el muerto estuviera vivo durante la disección, y que sonara una alegre música para tapar el siniestro ruido de la sierra que al parecer usaron en la faena.
          Tampoco importa mucho que fuera en un consulado de un país extranjero, aunque igual si lo hubieran pensado un poco, si no se hubieran creído absolutamente a salvo (que es lo que da el dinero, la sensación de invencibilidad), lo hubieran hecho con más cuidado. Aunque el resultado fuera el mismo. Un periodista menos, una voz silenciada.
          Y hablando de voces, no he escuchado ninguna, NINGUNA, que se haya planteado la ruptura de relaciones con Arabia Saudí. Que sí, que vamos a investigar, que si se demuestra, habría que imponer sanciones, que no está clara la relación del príncipe heredero, que igual fue cosa de un descerebrado al que se le fueron la mano y la sierra…
          Pero no por eso vamos a dejar de ser amigos, que luego nos sube la gasolina o se nos van al cuerno sustanciosos contratos para vender armas, hacer barcos, o trenes, o carreteras, o nos quedamos sin los petrodólares precisos que traen los jeques a Marbella para que este asqueroso mundo siga adelante.  Y sí, estoy pensando en los miles de hogares que viven gracias a ello, y en los puestos de trabajo que pueden desaparecer. Pero también pienso en el periodista Jamal Khashoggi y en si su sacrificio puede quedar impune. Si ha sido inútil.
          Y no sé si quiero vivir en este mundo de muerte donde las autopsias, por ser diplomáticas, pierden el tinte de siniestralidad y se convierten en cosas que pasan en la vida. Circunstancias, y nada que no se pueda solucionar con un tironcito de orejas, un par de desgraciados en la cárcel (si no ahorcados, que en Arabia tienen la cuerda muy larga y la pena de muerte goza de buena salud), un sustancioso contrato y hasta puede que una rebajita en el barril de petróleo, por las molestias causadas.
          Mientras seguimos aceptando pulpo como animal de compañía y relaciones diplomáticas intocables con Arabia Saudí.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Desde Macondo. VOLVER A ANDAR TALAVERA

No sé cuantos talaveranos, de nacimiento o de adopción, tendrán conocimiento de que entre esta semana y la siguiente, se debate en el Ayuntamiento el “estado de la ciudad”. De nuestra ciudad.  Segura estoy de que me sorprendería la respuesta. Segura, y triste, porque debería ocuparnos y preocuparnos a todos y no es así. De nunca.
          Casi todos tenemos nuestro propio diagnóstico; y muchas soluciones que planteamos acaloradamente en casa, en la barra de bar o en cualquier tertulia que se precie. Todos caminamos por las mismas calles, vemos y sufrimos prácticamente las mismas cosas; unos miran con lupa, otros, vuelven la cabeza para no ver. Quien más quien menos, espera intervención divina en forma de Estado o gobiernos regionales o provinciales. O europeos. Y siguen caminando.
          Andar Talavera. Tomo prestado el título a don Eusebio Leal, historiador cubano que durante muchos años, no sé si continúa, mantuvo un programa televisivo llamado Andar La Habana. Fascinada por la ciudad, como casi todos los que conocen La Perla del Caribe, adquirí unas cuantas cintas de vídeo recopilatorias de los programas y, amén de la pésima calidad, vi otras muchas cosas.          
          No era un recorrido por el casco histórico con explicaciones sobre cada monumento o cada rincón; tampoco un panegírico de las restauraciones emprendidas por la revolución (y por la UNESCO), ni un tour turístico por el antiguo esplendor de la capital caribeña.
          Vi, ante todo, a un hombre andando y viviendo su ciudad. Y contagiando su entusiasmo por ella, por cada casa colonial o palacio recién recuperado, sí, pero también señalando cada socavón, empedrados sueltos o calles a medio asfaltar.  Sin perder por eso su esperanza y su ilusión en un mejor futuro para el espacio de sus desvelos. Su ciudad.
          Envidié y envidio su compromiso, el que debieran, deberíamos tener todos los talaveranos, orgullosos de nuestro sentido de pertenencia. Andar la ciudad es quererla, desde la muralla al río, desde la Plaza del Pan a la de España, que no es ni plaza, del Prado, bello y señorial a La Alameda, fea, mal trazada y sucia de botellón, de San Francisco y Trinidad, refugio de paseantes, a la antigua N-V, siempre con coches en hilera. Y buscar la mejor forma de conservar lo que merece la pena y buscar soluciones para que sigamos andando y amando esta ciudad. Para que seamos moderadamente felices entre sus muros.
          Han pisado estas calles muchas generaciones de talaveranos, de pura cepa, de cualquier lugar de la comarca o nacidos donde les haya dado la gana. Camino a casa, al trabajo, al pueblo, al rato de asueto, a la conversación para arreglar el mundo pero, sobre todo, de paso hacia el futuro, que nunca es la marcha atrás.

lunes, 15 de octubre de 2018

MÍNIMO SALARIO

Había pensado poner de título a esta columnita “Apocalipsis”, con sus cuatro jinetes y todo, sembrando por el mundo la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte. O “Armagedón”, directamente la destrucción del mundo, el último día.  Seguro que a muchos les habría dado en el gusto, habrían entendido que es ese, justamente, el titular para el tema que nos ocupa. Pero claro, serían los mismos que no entienden que el salario mínimo es un mínimo salario, y que los 900 euros que les espantan, siguen siendo más bien escasitos, con lo cara que está la vida, que lo tengo que decir.
          El caso es que se han levantado las voces agoreras de siempre (que curiosamente coinciden con empresarios y profesionales de los “recortes” varios), profetizándonos toda clase de desgracias si se lleva a efecto tal felonía, la de aumentar un puñado de euros lo que, sobre el papel, debiera ser el límite para vivir con dignidad.
          El salario mínimo es una cantidad de dinero por debajo de la cual ningún individuo, empresa o empresario puede legalmente contratar a otro individuo. Así de fácil y de crudo.  En estos momentos, en España ese valor es aproximadamente 750€ al mes, incluyendo las pagas extraordinarias. Contratar o ser contratado por un sueldo inferior es un delito. Claro, que están las trampas, el firmar media jornada trabajando el doble, o el triple, los becarios eternos y esas cosas que serían objeto de otra columna, pero que no está de más recordarlo.
          A partir de ahí, que cualquiera de los heraldos que nos anuncian con trompetas de fuego el  fin del mundo desde las bien blindadas almenas de sus castillos, nos expliquen qué harían ellos con 900€, si al final se imponen las fuerzas del mal y se aprueba la subida. Igual les llega para una corbata de marca no muy sonada; o para una comida de trabajo de esas en las que se come mucho y bien y no se trabaja nada; o para pagar a un par de chicas filipinas de servicio. A tres, si están muy necesitadas.
          Porque para pasar un fin de semana no alcanza. Ni para ir a cazar, o hacer una escapadita a esquiar a Suiza. Eso sí, que un trabajador cobre 900€ al mes es lo que estropeará la economía, fastidiará el crecimiento  y hará que los cuatro jinetes campen a sus anchas por esta España de nuestros dolores. Despidos a mansalva, fábricas deslocalizadas, más Bangladesh o Marruecos, o Pakistán, que allí no hay insensatos que se planteen subida alguna.
          Muy triste que los empresarios hagan este planteamiento, que la CEOE se haya apresurado a poner el grito en el cielo, pero más triste aún, por no decir indignante y cabreante, que políticos que viven de lo que les pagamos, que cuadruplican el salario mínimo que se propone, se opongan con uñas y dientes a la subida. Es obsceno y humillante que cobren un céntimo más de dinero público cuando no han levantado la voz mientras nos  recortaban en dependencia, en prestaciones, en educación, en becas de comedor y en todo lo imaginable que pueda perjudicar a los más desfavorecidos. Se les tendría que caer la cara de vergüenza pidiendo que se cobre menos de 900 miserables euros.
          O podrían molestarse en pensar, por un ratito, en quienes viven en el apocalipsis desde hace muchos años. 

jueves, 11 de octubre de 2018

Desde Macondo. LA EXCELENCIA

En estos tiempos de másteres regalados, de tesis imperfectas de títulos dudosos y de sospechas varias respecto a la preparación y la idoneidad para cada puesto de la llamada clase dirigente, sean políticos, banqueros o integrantes de las más altas instituciones del Estado, me ha venido a la cabeza la primera palabra que aprendí  en griego antiguo (sí, en la Prehistoria se estudiaba griego, ¿qué pasa? Y latín, también).
          La palabra era “Areté”, escrita  ἀρετή, y era  el nombre del primer libro de texto que tuve de esta lengua clásica, que se estudiaba antes de que alguien decidiera enterrarla, tal vez por una mala interpretación del término “lenguas muertas”, y decidiera que había materias más “vivas” que enseñar. Craso error, pero hoy no viene al cuento.
          El caso es que Areté fue mi primer contacto con la lengua de Platón y Aristóteles, y me sonó muy bien. Areté. La excelencia o algo así, que la traducción es complicada. La areté era el fin último de la enseñanza, y agrupaba conceptos como valentía, justicia, moderación, virtud, dignidad… Todo lo necesario para hacer lo que hoy llamaríamos un hombre de bien, un ciudadano ejemplar. De hecho, la excelencia política de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes: andreía (valentía), sofrosine (moderación y equilibrio) y dicaiosine (justicia). Luego Platón añadió una cuarta, la prudencia.
          Nada de eso, como sabemos todos, se plasma en un título que colgar en la pared; no se regala en ninguna dudosa escuela ni en función del dinero de la familia, del apellido ni del cargo político. Que está muy bien tener preparación académica. Faltaría más que yo dijera lo contrario. Es más que deseable que los gestores conozcan la materia que van a gestionar, aunque para eso tengan una legión de funcionarios y expertos a los que nunca podrán hacer la competencia, sencillamente porque nadie puede abarcar todo.
          Pero la excelencia, ahora que estamos a un paso de nuevas elecciones, es otra cosa, como bien sabían en Grecia, cuna de la democracia.  A la valentía, la justicia, la moderación, el equilibrio y la prudencia., hay que añadir la empatía, el ponerse en el lugar del gobernado para conocer sus necesidades y sus anhelos; y la honradez, y la honestidad, y la generosidad, para dar absolutamente todo sin límites de tiempo, ni de horarios ni de intereses…
          Lo otro, lo de los títulos, los máster, los doctorados, las publicaciones en prestigiosas revistas, está muy bien. Pero no se acercan, ni de lejos, a la excelencia que debe tener un gobernante. Ni nos sirven para mucho, la verdad.

lunes, 8 de octubre de 2018

EN BABIA

O en Cataluña. Que lo mismo da y así cambiamos de nombre, aunque vayamos de Oeste a Este de lo que todos (o casi) conocemos como  España.  El caso es que con sobredosis del procés, de aniversarios de referéndum o lo que fueren, de políticos presos (o presos políticos, según quien hable), de huidos o exiliados (también hay versiones), he llegado a la conclusión de que los protagonistas de este bombardeo de noticias no están en Barcelona, ni en Gerona ni en Bélgica o en Suiza, ni en las cárceles de turno. Están en Babia.
          Y no en la “babia” de la leyenda romántica, esa que se refiere a los pastores que, en plena trashumancia, y añorando a las novias, las mujeres o su terruño, contemplaban absortos las estrellas sobre los campos extremeños esperando impacientes el momento del regreso.
          Pero parece que la historia verdadera del topónimo se refiere a los reyes de León, ya saben, los Ordoños, los Ramiros y Alfonsos, que contaban con inmensas fincas de caza en las montañas, y que, más a menudo de lo aconsejable, se perdían voluntariamente allí, se alejaban del mundanal  ruido de la Corte y de sus responsabilidades como gobernantes.  Estaban en Babia, y no se enteraban de guerras, hambrunas, miserias y pestes. : El rey está en Babia.» y con esto daban a entender que Su Alteza no quería saber nada de nada.
          Pues eso. Los campos y las montañas son ahora despachos, parlamentos, ayuntamientos, y organismos oficiales. Da igual como se llamen. Todos son Babia. Y sus moradores, están en babia. Desde hace tiempo, y por mucho tiempo.
          Han decidido (y les hemos ayudado a ello), aislarse del mundo, refugiarse en Babia, como reyes o pastores, que eso da igual, con el cuerpo y la mente en otro sitio, bajando de cuando en cuando para hacer una pomposa declaración, colgarse un lazo o presidir una manifestación, una conmemoración, o, como es el caso de estos días, un aniversario de lo que no fue.
          A lo suyo, en su mundo, y sin tener en cuenta que el mundo real está aquí, es el que habitamos, donde pasan cosas, donde la gente está en paro, quiere cultura, quiere educación, quiere mantener su ciudad, quiere progreso y quiere futuro, quiere respuestas que no sean “el alcalde, el president o el diputado están en Babia”. Quiere que estén aquí con hechos y sin discursos vacíos.
          Que vuelvan de Babia, se llame como se llame ese lugar. Y se pongan a trabajar.

jueves, 4 de octubre de 2018

Desde Macondo. MUJERES INOPORTUNAS

No es de extrañar que en algunas culturas (sí, todavía), consideren una desgracia que nazcan niñas, y que esperan como agua de mayo que sea un varón el que engrose la familia. De hecho, en la India se prohibió que los médicos dieran a conocer, tras realizar una ecografía, el sexo del futuro bebé, por aquello de evitar abortos. Claro, que sólo había que acudir a un amiguete para burlar la prohibición.
          Sea como sea, parece que las mujeres somos y hemos sido a lo largo de la Historia, inoportunas. Vamos, que nunca le ha venido bien al “sexo fuerte” que sacáramos los pies del tiesto, desde Eva a Hipatia de Alejandría, pasando por las primeras científicas, viajeras, arqueólogas, escritoras, músicas o, más recientemente, obreras de la construcción, mineras, bomberas o militares. Por no decir divorciadas, libres para ser madres o no serlo, para elegir una nueva pareja o, simplemente, si trabajar o quedarse en casa. Ya lo de ponerse minifalda o salir de noche, ni os cuento.
          Y esto, en pleno siglo XXI. Que sí, que se ha avanzado mucho, que se han dado pasos de gigante, que a nadie extraña que una mujer gane el Nobel de Física o el de la Paz, o que ocupen sillones en la Academia o se suban a un andamio. Pero hay tanto por hacer…
          El mes horribilis que acaba de concluir es una buena muestra de ello. En septiembre se han roto todas las barreras de violencia machista, y no sólo para las mujeres, sino también “para lo que más aman”, como dejó dicho el parricida de Castellón tras degollar a sus dos hijas pequeñas. El delito de la madre, estar en trámite de divorcio. El de la mayor parte de las víctimas, no “tragar2 con ser propiedad privada, haber roto con su ex, tener pareja nueva, cambiarse de casa para cambiar de vida.
          Muchas cosas han cambiado, sí. Pero no las fundamentales, la mentalidad, la de considerar a la mujer tan “oportuna” como cualquier hombre, haga lo que haga y decida lo que decida, dentro de su libertad que, por justicia y Constitución, es exactamente la misma para ambos sexos.
          Decía doña Emilia Pardo Bazán, mujer formidable donde las hubiere, que “Para el español todo puede y debe transformarse. Solo la mujer ha de mantenerse mantenerse inmutable. La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión. Corría el siglo XIX y se supone que el sistema educativo también se ha transformado, que ya no se enseña a las niñas a jugar con cocinitas y a los niños con camiones y espadas.
          Se supone. ¿Y cómo se justifica dos o tres víctimas semanales en un mes? Algo falla cuando se sigue considerando a las mujeres inoportunas por razón de comportarse como cualquier ser humano, con sus errores y sus aciertos, sus decisiones equivocadas o atinadas. Pero con su derecho a decidir sin que las maten.

lunes, 1 de octubre de 2018

DE ALTA SEPULTURA



(…) “que a papas y emperadores
y prelados
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados”. (Jorge Manrique).

Pues no. Y a las pruebas me remito. Con todos los respetos a Jorge Manrique, que embargado por el dolor de la desaparición de su padre escribió estas bellísimas Coplas, no es cierto que la muerte iguale. Claro que todos tenemos que morir, y que, sentada esta base, debería darnos igual lo que pase después. Pero la verdad es que las diferencias trascienden la vida y quien fue de alta cuna tiene todas las papeletas para ser después de alta sepultura. Por los siglos de los siglos.
          Viene esto a cuento del empeño de la familia Franco por llevar los restos del dictador a la catedral de La Almudena, que así lo han constar en un incalificable escrito de alegaciones a la pretensión de exhumar los restos de su abuelo, en el que se habla de profanación, inconstitucionalidad (¿desde cuándo son “constitucionales”?) y otras cuantas zarandajas.
          Pues lo que nos faltaba, trasladar el Valle de los Caídos a pleno corazón de Madrid, con sus excursiones, sus 20-N, sus misas de desagravio, sus camisitas azules y sus banderas con aguilucho. El Arzobispado, para curarse en salud, ya ha dicho que su compromiso es "dar entierro a cristianos bautizados. Ya. Bajo palio otra vez. Y con camino adelantado, que Franco no tendrá que ir a ningún “pudridero”, ese sitio que existe, por ejemplo en El Escorial, donde los cuerpos de los reyes e infantes pasan al menos treinta años hasta que se momifican para pasar a la tumba definitiva. Eso ya lo tenemos hecho, que han transcurrido más de 40 años y el dictador genocida puede pasar directamente a la zona noble.
          Y es que no avanzamos. Mejor dicho, vamos p’atrás. Seguimos siendo “reserva espiritual de Occidente”, eso que tanto le gustaba decir al autodenominado Caudillo. Vale que el trato funerario preferente a las familias nobles y ricas es una tradición histórica, que choca con todas las normas sanitarias habidas y por haber, pero en estos días, los historiadores se han apresurado a desempolvar la Real Cédula de Carlos III que, ya en 1787 prohibía los enterramientos en las iglesias.
          Queda muy lejos, de acuerdo. Pero también el Concilio Vaticano, del que salió el Código de Derecho Canónico Vigente, que digo yo que habrá que conocer para ser obispo, prohibió enterrar dentro de los templos, en un intento por mitigar los privilegios funerarios de unos pocos, “salvo que se trate del Romano Pontífice o de sepultar en su propia iglesia a los cardenales o a los obispos diocesanos”. Es evidente que en España se lo han pasado por el arco del Triunfo, que en La Almudena también hay otros “ilustres” como los marqueses de Cubas o los marqueses de Urquijo o la propia Carmen Franco y su esposo, el marqués de Villaverde.
          Todos muy cristianos… Y ricos, que se habla de “donaciones” de decenas de miles de euros para sufragar la construcción de la catedral y, de paso, asegurarse reposar en sagrado por los siglos de los siglos.
           En fin, que si además de tener dinero encabezaste la gloriosa Cruzada, tienes todo el derecho a saltarte todas las normas, desde Carlos III a nuestros días. Que los de alta cuna tienen asegurada alta sepultura. Diga lo que diga Jorge Manrique.