Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

sábado, 31 de diciembre de 2011

DOCE PALABRAS PARA UN AÑO NUEVO

No se me ocurre ninguna frase ingeniosa para felicitar el año, a pesar de que circulan a miles por Internet, por los SMS o los watsap. Y me parece, por escaso, muy frío eso de feliz entrada y salida del año. Es como si sólo deseáramos felicidad por un ratito, el inmediatamente anterior y posterior a las uvas. Lo de desear salud y suerte, se da por sabido, aunque a veces es fuerte la tentación de querer desesperadamente que a alguien le caigan encima las doce plagas bíblicas.
Pero acaba un año y empieza otro, y parece obligado dirigirse a los amigos para que sepan que los quieres, que confías en que te sigan queriendo, que te duelen sus pesares y te alegran sus alegrías.
Por eso voy a intentar regalar doce palabras que están ahí para que las usemos, para que las deseemos, para que las entreguemos a quienes nos importan. En doce palabras, por los doce meses, quiero resumir mis deseos de Año Nuevo.
Esperanza es la palabra de enero. Queda mucho tiempo por delante, y hay que empezar a subir la cuesta pensando en la cima. Alegría para febrero loco, para no decaer, y firmeza en marzo, aunque el viento amenace con arrastrarnos.
Amor en abril, cuando el sol empieza a calentar y el rumor del agua suena a música celestial. Para mayo, colores, que destierren el gris del invierno e iluminen los días más largos. Prosperidad para junio, cuando están a punto las cosechas, y amistad en julio, en las noches calurosas que se prestan al encuentro y las confidencias.
Imaginación en agosto y reconciliación en septiembre, para no dejar cuentas pendientes cuando empieza un nuevo curso.
Trabajo y salud en octubre (y en todos los demás meses), y añoranza en noviembre, cuando siempre nos falta alguien.
Y futuro en diciembre. Feliz 2012.

lunes, 19 de diciembre de 2011

CARTA A MARIANO NOEL

Querido Mariano Noel:
Escribo esta carta apresuradamente, y después de dar muchas vueltas a la idea de enviarla. Sé que a estas alturas ya tienes el trineo cargado, los renos enganchados y estás a punto de iniciar tu viaje, pero confío en llegar a tiempo, y también en la magia, que puede hacer aparecer regalos de última hora y hasta algunos que ni tan siquiera se habían pedido.
Nunca en mi vida, ni cuando era pequeña, he escrito una carta a los Reyes Magos o a Papá Noel. Siempre he confiado en su buen criterio y, aunque a veces me he sentido un tanto decepcionada, me he conformado con lo que traían.
Pero ahora es diferente. De ahí que tengas en tus manos esta carta que, aunque torpe y mal redactada, espero sea tenida en cuenta.
En pocas horas empezarás a repartir regalos; y llegarás todos los hogares, a los ricos y a los pobres, a los encantados y a los desesperados, a los ilusionados y a los resignados. A los que han pedido todo y a los que ya no esperan nada.
Mi carta es para pedir que no dejes carbón en las casas de los trabajadores, en la de los desempleados, en aquellas en las que se ha cebado la desgracia en forma de enfermedades graves, discapacidades, malos tratos, ancianos solitarios o emigrantes que no pueden volver a su país.
Tampoco te portes mal con las asociaciones que trabajan porque todos ellos, los citados más arriba, puedan tener una mínima calidad de vida, puedan al menos vegetar. Ni con los centros de enseñanza públicos, que aseguran que la educación llegue a todos, sin distinción de renta; ni en los hospitales, porque en la enfermedad debemos todos ser iguales. También en la salud, pero eso va para largo.
Saca de tu trineo las tijeras de recortar el mínimo estado del bienestar, porque tampoco estamos tan bien, y no sé si resistiríamos estar peor. Tal vez, retirando alguno de los juguetes caros que pensabas dejar en otras casas, se pueda compensar de alguna forma.
Es cuestión de repartir, y puedes hacerlo con tu magia. Con un coche caro, o un yate, el cheque de un Banco o un palacio, igual se pueden pagar varias docenas de sueldos de esos bajitos, de los que tienen la mayoría de las personas de este país.
Te pediría otras cuantas cosas, pero el tiempo apremia y no te quiero retrasar. Además, no quiero abusar.
Sé que me has entendido. Ojalá esta carta no caiga en saco roto, y pueda-podamos-seguir creyendo en los milagros, en la magia de la Navidad y en la generosidad de Papá Noel y los Reyes Magos.
Miraré al cielo para ver pasar la estrella, y aguzaré el oído para escuchar las campanillas que anuncian tu llegada. Que tengas un buen viaje.

sábado, 17 de diciembre de 2011

ESPIRITU NAVIDEÑO

Cada año-unos con más fortuna que otros-, por estas fechas, busco y rebusco dentro y fuera de mí algo de ese espíritu navideño que parece que todo el mundo tiene.
Siempre acabo encontrando algo, aunque cada vez es más difícil. Me esfuerzo en pensar en la familia, en la paz, en la concordia, en el recuerdo de los que ya no están, en la añoranza de esas otras navidades, en las que los reyes magos eran reales y Papá Noel sólo era un anuncio de Coca-Cola.
Cierro los ojos para escuchar al tamborilero, y la zambomba imposible de tocas con manos infantiles y torpes. Y para imaginar los peces nadando en el río helado, y a sus majestades de Oriente atravesando los arenales. Intento lavar las imágenes del belén en el patio, y de las tardes de frío cortando musgo en San Antón.
Y luego la vuelta al colegio, instituto, universidad, trabajo... Y esa sensación de que faltaba demasiado tiempo hasta que llegara otra Navidad.
Que ya está aquí de nuevo. Y es urgente encontar el espíritu. Ya no queda tiempo. Apenas una semana y las luces no brillan como debieran; tampoco suenan zambombas ni panderetas, y me temo que los Reyes no han programado bien el GPS y se han perdido entre las dunas.
Tal vez coincidamos aquí, en la arena en la que escribo. Igual, hasta me enseñan el camino hacia el espíritu navideño.