Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 29 de enero de 2015

Desde Macondo. EL RAPTO DE EUROPA

De todos es sabido que los dioses, los de antes y los de ahora, son caprichosos. No entendemos nada los simples mortales de los designios divinos, y así ha sido desde que el mundo es mundo, y aún antes. Grecia está de moda en tiempo presente, pero no ha habido noticia, medio, opinión o comentario que no se haya remontado a su pasado glorioso, cuna de la democracia, vivero de filósofos, oradores, escritores, legisladores, héroes o titanes.
         Y dioses. Viene al pelo recordar el rapto de Europa, un clásico de la mitología griega. El caprichoso y enamoradizo Zeus, transformado en un toro blanco, sedujo a la bella joven llevándola lejos de su gente y de su tierra. Así, sin más, que para eso era Dios. Y es que el universo mitológico griego estaba repleto de dioses que, lejos de ser justos, adolecían de las mismas debilidades que el hombre, aunque estaban dotados de poderes extraordinarios. Caprichosos y egoístas, no dudaban en emplear la fuerza y el engaño, cómodamente instalados en el Olimpo y sin preocuparse lo más mínimo por lo que pasaba abajo, entre los hombres.
        No hace falta tener una imaginación desbordada para hacer un paralelismo lógico entre la actitud de los antiguos dioses y el Gobierno de la Europa que padecemos. Cualquiera podría imaginar en las reuniones del Consejo Europeo a nuestros jefes de gobierno en el Olimpo de Bruselas, tomando néctar y ambrosía y discutiendo ajenos a la realidad, ajenos a los comunes mortales a los que han enviado al inframundo de la penuria y la miseria con unas políticas de ajustes que han demostrado que solo sirven para seguir hundiéndonos en el pozo, para alejarnos del cielo.
        Zeus, Hera, Poseidón, Demeter, Hermes, Hefeso o Diónisos, son ahora Merkel, Juncker, Cámeron, Bettel, Stub o Rajoy, dioses variables que no han cumplido las reglas del juego, las de hacer más confortable la vida en la tierra. Y encima se permiten el lujo de castigar a quien, como Prometeo, regala el fuego a los hombres para que puedan calentarse y cocinar los alimentos.
        La Grecia moderna se ha rebelado contra los dioses de siempre, los que no pisan el suelo, los que nos han raptado para someternos a sus caprichos. Prometeo fue liberado tras años de permanecer atado a una roca mientras un águila devoraba sus entrañas. Se enfrentó a los dioses, sufrió  y ganó.
        La mitología nos cuenta que Europa, sumisa y débil, fue abandonada por Zeus en Creta después de darle tres hijos y lo mejor de su vida…
        

miércoles, 21 de enero de 2015

Desde Macondo. EL MINISTERIO DE LA VERDAD

No sé a quién correspondería esta cartera ministerial en la España de hoy. Probablemente a la vicepresidenta, que sirve para un roto y para un descosido. El caso es que tengo la molesta sensación de que existe algo así como el Ministerio de la Verdad, que diría Orwell en su conocida novela distópica “1984” y que, al contrario de lo que su nombre indica, se dedica a tergiversar la realidad para conseguir que las evidencias coincidan con la versión oficial.
         Cierto es que el Gran Hermano del libro pretendía cambiar la historia, manipulando o destruyendo documentos históricos de todo tipo incluyendo fotografías, libros y periódicos, y que ahora, en el colmo de la perversidad, nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino a diario, en el más cotidiano de los presentes. Pero es que ha llovido desde que se escribiera la novela, y ahora estamos en plena era digital, en la que todo sucede más rápido.
        Y es que una cosa es la interpretación  de  la realidad,  casi tantas como medios de comunicación consultes, y otra, que lo que nos cuentan no se parezca ni remotamente a lo que sucede, ni siquiera la mínima relación que se presupone en una mentira corriente. Es aterrador pensar que estas noticias manipuladas y falsas puedan pasar a la Historia y, andando el tiempo, no quede constancia de lo que estamos viviendo. Que se “oficialice” la mentira, y si desde el Ministerio dicen que no hay pobres, pues no los hay; si Bárcenas era un señor que pasaba por ahí, pues no ha sido nunca del PP, y si cuentan que hemos crecido, pues no hay enanos, todos gigantes; y si nos cuentan que la Sanidad es la mejor del mundo, no es cierto que me hayan dado una cita “preferente y urgente” para dentro de cuatro meses. Y pasen a la posteridad como salvadores, que para eso se han ocupado de borrar las verdades.
         Su verdad llamará Educación ejemplar a aulas abarrotadas; Sanidad maravillosa a camas en el pasillo y listas de espera eternas, y recuperación del empleo a médicos contratados por guardias, maestros por días para sustituciones, becarios eternos, muchos de ellos sin sueldo, falsos autónomos, que pagan sus cuotas y trabajan por salarios de miseria para la misma empresa que los despidió, camareros con jornadas de 12 horas y contratados por cuatro…
        Tiene mucho trabajo el Ministerio de la Verdad porque no son cuatro mentirijillas las que pretende cambiar. Es la realidad misma. En toda su magnitud.

 

 

 

 

miércoles, 14 de enero de 2015

Desde Macondo. ET MAINTENANT...

Tomo prestado el título de una de los más bellos y desgarradores temas de desamor y desesperación de la “chanson” francesa, ahora que, sacudidos por los salvajes atentados yihadistas en el país vecino, todos hemos echado mano de nuestros conocimientos del idioma, rebuscando entre los recuerdos del instituto, las canciones de Brassens o las de Moustaqui, las de Jacques Brel y las de Becaud.
       Durante una semana todos hemos sido Charlie, hemos usado el mismo idioma para proclamar a los cuatro vientos el apoyo a la libertad de expresión, la condena por la matanza de París, los deseos de paz y tolerancia, y hasta un acongojado Mahoma afirmaba en la portada del último número de la revista satírica que “Tout est pardonnèe”.
       Et maintenant…Ahora volvemos a hablar cada cual en nuestra propia lengua, a preocuparnos por lo nuestro,  a poner en primer plano nuestra seguridad, a costa de lo que sea (libertades varias incluidas), sin haber aprendido nada, ni un poquito, de lo que ha pasado y de lo que puede pasar. Hemos construido un mundo rodeado de abismos por todos lados y nos hemos afanado en levantar vallas y fronteras en lugar de preocuparnos en tender puentes para salvar distancias que, a estas alturas, son prácticamente insalvables.
       Estábamos demasiado ocupados creciendo, buscando petróleo e intentando llegar a Marte para darnos cuenta de que ahí mismo, a unos cientos de kilómetros, la vida discurría por cauces bien distintos. Y nos hemos plantado en el siglo XXI mientras algunos iluminados se han instalado en el XI. Demasiada distancia, demasiado tiempo.
       Mientras los Parlamentos de los países “civilizados” discuten sobre el control de pasajeros, las reformas de los códigos penales, la censura de Internet y hasta del washap, mientras los musulmanes de bien, que son la mayoría, como los cristianos o los hindúes, tratan de recomponer sus vidas entre el creciente racismo y xenofobia que los rodea, mientras todos abominamos de los fanatismos religiosos, que siempre han sido causa de muerte y dolor, seguimos sin saber hacia dónde va el mundo. Hacia dónde vamos.
      Et maintenant, ahora, es el momento de encontrar el camino. No solo el que garantice la tranquilidad de Occidente, sino también el que cierre el paso a las matanzas de Boko Haram en África, que también es el mundo, el que acabe con el enloquecido y sangriento califato que intenta imponerse en Oriente Próximo, el que desprecie y condene al ostracismo a los movimientos neonazis y fascistas que están surgiendo como la espuma en la vieja Europa, retroalimentándose con las acciones yihadistas.
      El mundo Norte-Sur, Pobres-Ricos, Negros-Blancos, Dios y Alá, ya no vale. Hemos  montado guerras por unas armas inexistentes y un petróleo más que presente, por la búsqueda de un terrorista, por derrocar a un dictador, y no somos capaces de montar la paz. Y ya ha llegado la hora.
       Es la respuesta a la canción, “Et maintenant que vais je faire. De tout ce temps que sera ma vie”. Y ahora, qué voy a hacer con todo este tiempo que me queda por vivir.

jueves, 8 de enero de 2015

Desde Macondo. UCRONÍA

Ahora que acabamos de despedir el año, y que nos enfrentamos al abismo de un calendario por estrenar; ahora que hemos sobrevivido a todos los balances, los que nos han enseñado la botella llena a rebosar o medio vacía, según intereses; ahora, que no hay vuelta atrás en los aciertos o errores de los doce meses pasados, me viene a la cabeza un género literario de esos de nombre extraño, a caballo entre la novela histórica y la ciencia ficción. La ucronía o, por simplificar, “¿qué hubiera pasado si…?”
      Todos hemos fantaseado en algún momento con la idea de una vida, un mundo, una trayectoria distinta si, en su momento, hubiéramos tirado por un camino en lugar de por el otro; si hubiéramos elegido una profesión, o una pareja, o un lugar diferente. En lo personal, habrían cambiado muchas cosas, seguro. En lo general, también. Repasando el año que termina, y los inmediatamente anteriores, tenemos materia de sobra para escribir una ucronía, partiendo del momento en que empezó a desaparecer el mundo que conocíamos.
      Es lo que se llama en este tipo de relatos el “punto Jonbar”, el instante en que cambiando un hecho se cambia el devenir de las cosas. Recuerdo una novela de Jesús Torbado, En el Día de Hoy, que reproduce el comunicado de Azaña tras la Guerra Civil, pero al revés, “cautivo y desarmado el ejército fascista, las tropas republicanas han entrado en Madrid”. Y a partir de ahí, cambia la historia.

      En poco más de tres años hemos cambiado el curso de la Historia de nuestras vidas. Una decisión a la hora de ir a las urnas, desengañados, cabreados o asustados, y henos aquí, intentando dilucidar porqué elegimos ese camino que nos ha llevado directamente a la pobreza, la desigualdad, la desprotección de los más débiles, los salarios de hambre, la vuelta a la caridad y la beneficencia, el miedo al presente y el terror al futuro.

      ¿Qué hubiera pasado si…? No lo sé. Es ciencia ficción. Pero ni en la peor de mis pesadillas hubiera imaginado esta novela de la que aún no se ha escrito el último capítulo. Entramos en año electoral, y de nuevo se empeñan en agitar el fantasma del miedo a lo desconocido, en vendernos seriedad y solvencia, en hablar de “aventuras” con resultado incierto.

      Quizá alguien, así que pasen unos años, escriba la ucronía de la etapa que nos ha tocado vivir y explique, negro sobre blanco, si nos podríamos haber ahorrado tanto sufrimiento, si la cifra de niños pobres no hubiera sido tan escandalosa, si la desesperación por preferentes, desahucios, desempleo y demás, hubieran ahorrado unas cuantas vidas. Si el futuro no se presentara tan negro…

      Y tal vez Macondo, tras el diluvio, sería un lugar idílico donde pasar felices los días, sin que tuviera que desaparecer en un pavoroso remolino de polvo y viento.

      Sería una novela diferente.