Que
yo recuerde, nunca he escrito una carta a los Reyes Magos. Ni cuando era
pequeña. Tal vez por no llevarme la desilusión, en tiempos difíciles y en
familia numerosa, o quizá porque confiaba en el buen criterio de Sus Majestades.
O porque soy de buen conformar, y cualquier cosa que me dejaran me venía bien. La
verdad es que tanta ilusión me hacían los regalos colectivos, los Juegos Reunidos
Geyper, el Monopoly, el Dulcecotón o el Palomitón Payá, como la muñeca Mamá que
me trajeron para mi sola sin que me hubiera pasado por la imaginación tenerla y
mucho menos pedirla.
El caso es que, si con la edad nos volvemos como niños, ya
toca escribir una carta a los Magos de Oriente, sobre todo cuando tengo la
clara percepción de que he sido buena. En el buen sentido de la palabra, que
diría don Antonio Machado.
Igual hasta llego tarde, que a estas alturas ya deben estar
los venerables ancianos muy adentro de los arenales, sin GPS ni cobertura y con
los camellos cargados. Pero confío en llegar a tiempo, y también en la magia,
que puede hacer aparecer regalos de última hora y hasta algunos que ni tan
siquiera se habían pedido.
En pocas horas empezarán a repartir regalos; y llegarán, según
nos han contado siempre, a todos los hogares, a los ricos y a los pobres, a los
encantados y a los desesperados, a los
ilusionados y a los resignados. A los que han pedido todo y a los que ya no
esperan nada.
Tampoco voy a pedir mucho, ni nada que no sea de justicia. Mi
carta es para solicitar que no dejen carbón en las casas de los trabajadores, en la de los desempleados, en aquellas en las que se ha cebado
la desgracia en forma de enfermedades graves, discapacidades, malos tratos,
ancianos solitarios o emigrantes que salen desesperados de su país, muy cerca
de donde provienen Melchor, Gaspar y Baltasar.
Es una carta para pedir medios para las asociaciones que
trabajan porque todos ellos, los citados más arriba, puedan tener una mínima
calidad de vida. Y para que los centros de enseñanza sigan asegurando que la
educación llegue a todos, sin distinción de renta; y para los hospitales, porque
en la enfermedad debemos todos ser iguales. También en la salud, pero eso va
para largo.
Quiero que saquéis de los camellos las tijeras de recortar
el mínimo estado del bienestar, porque tampoco estamos tan bien, y no sé si resistiríamos estar peor. Tal vez, retirando
alguno de los juguetes caros que pensabas dejar en otras casas, se pueda
compensar de alguna forma. Es cuestión de repartir, y podéis hacerlo con vuestra
magia. Si os olvidáis de dejar un coche caro, o un
yate, el cheque de un Banco o un palacio, igual se pueden pagar varias docenas
de sueldos de esos bajitos, de los que tienen la
mayoría de las personas de este país. Y subir un poquito más las pensiones, que
la vida está muy cara y no dan para llegar ni a mitad de mes.
Y ahora sí, por primera vez en la vida, voy a pedir para mí.
Quiero un Mercado para mi sola. Y una prima de riesgo arrogante a la que pueda
controlar en mi casa, y un Banco malo (Otro bueno, también). Y una jubilación a
los doscientos años, y un salario recortado hasta límites impensables. Y una
educación sólo para ricos, y una sanidad pagando. Faltaría más. Quiero también
unos impuestos asfixiantes, y que las cosas se hagan como Dios manda, los ricos
más ricos y los pobres... en la miseria. Me gustaría que me trajerais unos políticos insensibles si los
pilláis, que andan de supervacaciones), de esos que meten la tijera con
conocimiento de causa, o de los otros, que se pelean sin que nosotros saquemos
nada en claro. También me gustaría tener una Europa altiva, que mira hacia otro
lado cuando hay problemas.
Si tenéis sitio, podríais incluir a la Norteamérica de Trump que nos llega. Ah, y media docena de agencias de calificación,
que se me olvidaba, junto con todos los corruptos que podáis reunir. Y todas
las llaves que cierren centros de salud, de enfermos mentales, de
discapacitados, de inmigrantes, de mujeres maltratadas, de hospitales públicos,
de centros de investigación...Quiero todo eso para ponerlo en un saco y
prenderle fuego, para aventar las cenizas al espacio y para que aquí, en la
Tierra, quede el mundo que conocimos, y que se desmorona.
Os espero esperanzada. De algo tiene que valer no haberos
pedido nada en medio siglo. Ojalá esta carta, la primera, no caiga en saco roto.
Que tengáis un buen viaje por los arenales..
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