Pero ha acabado un año y empieza otro, y parece obligado dirigirse a los amigos
para que sepan que los quieres, que confías en que te sigan queriendo, que te
duelen sus pesares y te alegran sus alegrías.
Por eso voy a intentar regalar doce palabras que están ahí para que las
usemos, para que las deseemos, para que las entreguemos a quienes nos importan.
En doce palabras, por los doce meses, quiero resumir mis deseos de Año Nuevo.
Esperanza es la palabra de enero. Queda mucho
tiempo por delante, y hay que empezar a subir la cuesta pensando en la cima. Alegría para febrero loco, para no decaer, y firmeza en marzo, cuando el viento
amenace con arrastrarnos.
Amor en abril, que el sol empieza a calentar
y el rumor del agua suena a música celestial. Para mayo, colores, que destierren el gris del invierno e
iluminen los días más largos. Prosperidad para junio, que ya están a punto las
cosechas, y amistad en julio, en las
noches calurosas que se prestan al encuentro y las confidencias.
I Imaginación en agosto y reconciliación en septiembre, para no dejar cuentas
pendientes al inicio del nuevo curso. Trabajo y salud en octubre (y en todos los demás
meses), y añoranza en noviembre, cuando siempre nos falta alguien.
Y futuro en diciembre. Feliz 2017.
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