Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Desde Macondo. ADIÓS, BUEN VIAJE

Tanta paz lleve 2016 como descanso deja, que se dice en mi pueblo. En un par de días será Año Nuevo en Macondo, como en todas partes diréis. Pero es que aquí se nota más el tiempo circular, el eterno Día de la Marmota en el que parece que nunca pasa nada. Al menos, nada lo suficientemente bueno como para merecer un título en este humilde espacio.
           Apuro las últimas horas mientras trato de buscar una palabra, una frase que resuma 365 días, algo así como el año de la recuperación, el de los brotes verdes, el del pleno empleo o la salida de la crisis, que tanto cacarean y que nadie se cree, que llevan demasiados años diciendo lo mismo y nosotros, también muchos sin salir del bucle y esperando no hacerlo muy maltrechos. De ahí el título. Tanta paz lleve el año como descanso deja, a la espera del siguiente.
           Creo que si a los que ya hemos avanzado un buen trecho en la vida  nos dieran la ocasión de borrar un año de los vividos hasta el momento, lo tendríamos francamente difícil. No voy a hacer un balance de lo perdido; no voy a meter el dedo en la llaga de la pobreza, de las desigualdades, de la desesperanza y del futuro imperfecto. Las heridas siguen abiertas y sin visos de cicatrizar.  Cada cual tiene las suyas y se las lame como puede. O hasta que puede.
           Pero hay una herida colectiva que se infecta año a año y que amenaza con gangrenarse, llevándonos al final de los finales. Es la falta de confianza, de alegría. De esperanza. Nos engañamos con las fiestas, los parabienes, los brindis, los regalos del papá Noel de turno, las risas puntuales en comidas y cenas familiares, en tardes de compras o en celebraciones varias. Pero falta la alegría, que viene casi siempre de la mano de la ilusión. También ausente.
           Se han escondido en algún remoto rincón para no ver las guerras, las caras de tristeza de los refugiados, el mundo convulso, la insolidaridad, las fronteras con vallas y cuchillas, el Mare Nostrum que para ellos en un cementerio. Suyo.
           Para no ver a todos los que han quedado en el camino de la supuesta recuperación, a los trabajadores pobres, a las familias sin luz y sin calor, a los que han tenido que marcharse y a los que aquí, encadenan empleos precarios sin proyecto alguno de vida.  Por eso no sirve una tarjeta de “Próspero Año Nuevo”. Necesitamos mucho más que buenos deseos. Más que una tarjeta de necesitamos sacudirnos el fatalismo, la resignación y la amarga certeza de que los magos de Oriente sólo dejarán carbón en nuestros zapatos.
           Somos más y somos mejores que unos cuantos señores gordos vestidos de rojo, o que tres tristes reyes, por muy investidos de poder que se encuentren. No nos creemos lo que dicen unos pocos, (los que más tienen), que sacrificándonos muchos (los de siempre), mejoraremos todos. Es justo al revés.
          Unos cuantos apuntes para agradecer que la enfermedad nos haya respetado, que seguimos teniendo buenos amigos y que hemos descubierto la solidaridad con mayúsculas, la que viene de la gente de la calle. La que no se refleja en los Presupuestos.
          Con el puntapié en salva sea la parte al año que dejamos, al mundo convulso, al incierto panorama político en todas partes, a la ruptura del contrato social, tal y como lo concebíamos, mi único deseo es que todos creamos que un mundo mejor es posible. Y que luchemos por conseguirlo. Por salir del tiempo circular de Macondo y evitar la maldición de otros cien años de soledad. Feliz año Nuevo. 

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