Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Desde Macondo. OTOÑO EN MACONDO

He cambiado de libro, pero sigo en Macondo. No sé por qué esta estación triste y los últimos acontecimientos en la vida pública me han llevado a pensar en Zacarías, el dictador retratado por García Márquez en una de sus novelas más duras y más reales. El Otoño del Patriarca nos cuenta la vida y milagros-la muerte también- de un hombre cualquiera, (de hecho, su nombre sólo se menciona una vez en todo el libro), que no conoció la tranquilidad, el amor, las relaciones humanas, los sentimientos más normales entre personas.
        Toda su vida, hasta que la muerte lo encontró solo y sin insignias, fue una continua zozobra para conservar el poder. A costa de amantes, de amigos, de compañeros, de su propio país, tanto que hasta vendió el mar a los gringos. Y convirtió a su madre en santa, momento en que dejó también de ser suya.
        Pues eso, que la imagen del melancólico otoño de cielos grises y suelos ocres, además de llevarme al recuerdo me trae a la más desoladora actualidad. Al todo vale, a la perversa confusión entre política y poder que nos tiene estupefactos, atragantándonos de noticias indigeribles y dejando de lado la vida con mayúsculas o con minúsculas, muestras miserias cotidianas, nuestro presente con sobresaltos y nuestro futuro imperfecto.
        Ya habíamos asumido casi todo con resignación, con él “es lo que hay”, y sobrellevando los días como buenamente podíamos. Pero el vaso no se llena nunca.  Hay demasiados generales y demasiados patriarcas. Siempre cabe una gota más, otro punto de desesperanza. Un otoño más frío y más gris, más corrupciones, más "procés", más guerras que no son las nuestras y que .nos vuelven a enemistar con el mundo, con ese mundo en el que no importan los principios, equivocados o no, en el que tampoco valen nada las personas, ni sus alegrías, ni sus miserias, si no son herramientas utilizables para llegar al poder.
        En el que la primavera de unos es el eterno otoño de otros, en el que unos cuantos, encerrados en el círculo de tiza del coronel Buendía impiden que nos acerquemos a la esperanza, a la ilusión, a la confianza. La imagen del coronel en su círculo y la del patriarca aferrado al poder durante más de cien años, lleva martilleándome todos estos días.  Es esa amarga sensación de estar siendo utilizados para no sabemos qué, que son otros quienes deciden, y no precisamente por nuestro bien, cuándo toca cambiar el nombre de las cosas, engañar, aparecer o esconderse, o sembrar incertidumbres, o ponerlo todo perdido de miedos. Con nosotros, pero no por nosotros.
        Y mientras, en otoño perpetuo, los parados, las personas angustiadas, ese 30 por ciento de familias que viven bajo el umbral de la pobreza, los padres con problemas para pagar la matrícula de sus hijos,   los trabajadores pobres, los que esperan en vano la primavera...

martes, 19 de septiembre de 2017

Desde Macondo. LOS ROHINGYA

Los Rohingya,  históricamente también denominados Indios arakaneses, son un sin estado”. Las leyes de Myanmar, antigua Birmania, les niegan la posibilidad de adquirir una nacionalidad porque  no reconoce a esta minoría étnica como una de las "razas nacionales". También se les restringe la libertad de movimiento, la educación estatal y los empleos en la administración pública. Ellos sostienen que son residentes de larga duración, por ser los descendientes de los habitantes de  la Arakan precolonial, desde el siglo XII,
        Hasta aquí los fríos datos. Los que se encuentran en cualquier buscador y hasta en la Wikipedia, si alguien se molesta en saber qué es esa palabreja que, de cuando en cuando, y en letras no muy grandes, aparece en los periódicos. Porque la verdad es que, hasta que no nos han llegado las imágenes, de la mano de cooperantes y organizaciones humanitarias, ni nos había ocupado ni preocupado la situación, que ya viene de largo, de poco más de un millón de personas en un remoto país del sudeste asiático.
        Pero entre el procés, los huracanes y la asamblea de la ONU, se han colado los rohingya, y es difícil mirar hacia otro lado. Hasta Naciones Unidas ha calificado lo que está pasando como “una limpieza étnica de manual”.  Pone los pelos de punta que se pueda dar una definición así y seguir como si tal cosa.
        Hablamos de eliminación sistemática de un pueblo. Metódicamente. Paso a paso. Con todas las garantías. Rodear la aldea, disparar a todo lo que se mueve y luego, prender fuego. Y a la siguiente. Los que pueden huir, casi todos a la vecina Bangladés, se hacinan sin ropa, sin techo y sin comida, entre barro y enfermedades, que tampoco el país está para muchas alegrías, y menos para acoger a miles de inmigrantes sin ningún recurso y con muchas necesidades.
        ¿No es esto lo que en teoría se llama una crisis humanitaria? ¿No deberían las naciones poderosas hacer esas conferencias de recogida de fondos, de donantes, creo que las llaman? Al parecer no. Son rohingyas, y ni en su casa los conocen, nunca mejor dicho.
        Ha tenido que venir la tele, con sus espectaculares imágenes de niños de ojos grandes y mirada perdida, llenos de mocos y con los pies ensangrentados, para que nos molestáramos en acudir a un diccionario para saber quiénes son los rohingya, para que los situáramos en el mapa, por lo menos. Y para que durante unos cuantos días, hasta que llegue otro huracán Irma, o Trump diga una nueva tontería, o nos aburramos definitivamente del procés, prestemos un poco de atención al sinsentido de una limpieza étnica, de un genocidio que nos suena muy lejano, pero que está a unas horas de avión.
        Y sobre todo, está en el mismo mundo que habitanos. Y digo que habitamos, no que compartimos. Mientras escribo esto, la ONU celebra Asamblea. Todos pendientes del discurso de Trump, el primero ante la comunidad nacional.
        Seguro que no habla de los rohingya.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Desde Macondo. EL PROCESO

No pensaríais que iba a sustraerme de hablar del desafío soberanista, del procés o, en román paladino, el proceso. Aunque sólo sea por hacer un sano ejercicio de liberación, de desintoxicación, y porque no voy a ser yo la única que no haga una sesuda columna sobre el tema. Y a pesar de que hablar de “proceso” me produce el mismo desasosiego que en su día experimenté al leer la obra de Kafka, y que experimento cada vez que pienso en ella.
        Y al fin y al cabo, lo que está pasando es kafkiano, entendiendo el adjetivo en su más pura definición de “Cosa o situación absurdamente complicada y extraña”. Para quien no conozca la obra, en el relato, Josef K. es arrestado una mañana por una razón que desconoce, y de la que, por tanto, no puede defenderse, por mucho que se enreda en leyes, recursos y abogados.
        Todo muy angustioso. Como el “procés” en el que estamos envueltos todos, no sólo los catalanes, del que escuchamos mucho y  entendemos poco, porque falla el comienzo. No sabemos por qué ha pasado ni cómo han permitido que llegáramos hasta aquí. Unos y otros.
        En este proceso extraño se han juntado el pan con las ganas de comer, la intransigencia de unos con el afán de protagonismo de otros, sazonado todo con las ansias de poder, con esperanzas de réditos electorales y, sobre todo, con miopía. Y de esta mezcla extraña ha salido el cóctel más explosivo.
        Confieso que hasta ahora me aburría  el tema, que tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no pasar de largo las páginas con el cintillo de “desafío separatista” con que nos llevan obsequian todos los días desde hace un lustro los periódicos.  Pero como el pobre Josef K. a medida que pasan los días, voy cayendo en el fatalismo, en pensar que esto no tiene remedio, porque nadie está dispuesto a remediar nada.
        Hartita estoy de ver cómo zarandean a la Ley, con mayúsculas o a las leyes, en minúsculas, unos para hablar de su Imperio y otros, para asegurar que se las van a saltar. Es curioso ver como las manejan a su antojo quienes tienen la obligación, que para eso les pagamos, de sentarse a hablar, de buscar soluciones y de encontrar, de común acuerdo, no lo mejor para ellos, para sus formaciones políticas o para sus intereses, sino para los ciudadanos.
No tienen derecho a convertirnos a todos en protagonistas del Proceso, a mantenernos angustiados por una situación que no hemos creado y que se nos escapa, que nos lleva camino a la fatalidad.  
Una noche dos guardias vienen a buscar a Josef K. para ejecutar la condena. Y en sus últimos momentos, sin haber entendido nada, solo desea poner fin al proceso, asumiendo de algún modo como cierta una culpa desconocida.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Desde Macondo. LAS TRES ESES


Tengo claro que el diccionario no es precisamente el libro de cabecera de nuestros políticos. De los gobernantes, mucho menos, y de la ministra Báñez, tan dada a la incontinencia verbal, ni por asomo.
        Pero vamos, que no hay que ser un pitagorín ni una ratita de biblioteca para echar por tierra los entusiastas adjetivos sobre la supuesta recuperación económica con que nos ha amenizado el fin de verano. Me encantaría saber dónde y con quien ha estado, o qué ha tomado-fumado en vacaciones para desarrollar la teoría de "las tres eses", que sin duda pasará a los anales de la Historia. 

        Y por si no tiene a mano ni siquiera uno de esos diccionarios escolares reducidos, que creo que no tiene niños, me presto generosa a aclararle los términos. SÓLIDA significa   asentada, establecida, con razones fundamentales y verdaderas; SANA: Sin lesión, enfermedad ni peligro. Que goza de perfecta salud. Y SOCIAL, si hablamos de clases, es el conjunto de personas  que pertenecen al mismo nivel y que presentan cierta afinidad de costumbres, medios económicos, intereses, etc.

        El diccionario desmonta, de un plumazo, las “tres eses” de la ministra Báñez sobre la recuperación económica,. Sólida, sana y social. Y más cosas, que ya que se puso, habló de"una recuperación a la española" , de que el empleo que llega es de mayor calidad del que se fue con la crisis, de “primavera del empleo”,  que no ha dejado a nadie en la cuneta, que …

        No ha elegido bien la ministra la letra del alfabeto. Podría haber escogido la “P”, y entonces le saldría precariedad, pobreza, paro, proyectos de vida imposibles. O la “C” de contratos menguantes, por un día, una hora y hasta un ratito. O la “D”, de desigualdad por encima de todos los límites. O la “F”, de futuro imperfecto.

        Las letras la contradicen, y los números, también. Y las afiliaciones a la Seguridad Social, y las cifras del paro, una vez concluído agosto, y tan solo un par de días después de su ataque de euforia.
Queda el regusto amargo de pensar que, una vez más, se han quedado con nosotros, nos han tomado el pelo, nos han tratado como borregos, que tragan todo lo que les echen, por disparatado que sea, por irreal, por inverosímil.

        Pero sobre todo, queda la tristeza de constatar que estamos en manos de gobernantes sin una pizca de sensibilidad, de empatía, de “piel” que compartir con los ciudadanos que quedan fuera de las tres eses. Y de una vida digna, y de un presente sin angustias, y de un futuro inalcanzable.

        De las tres Eses de la ministra.