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martes, 19 de septiembre de 2017

Desde Macondo. LOS ROHINGYA

Los Rohingya,  históricamente también denominados Indios arakaneses, son un sin estado”. Las leyes de Myanmar, antigua Birmania, les niegan la posibilidad de adquirir una nacionalidad porque  no reconoce a esta minoría étnica como una de las "razas nacionales". También se les restringe la libertad de movimiento, la educación estatal y los empleos en la administración pública. Ellos sostienen que son residentes de larga duración, por ser los descendientes de los habitantes de  la Arakan precolonial, desde el siglo XII,
        Hasta aquí los fríos datos. Los que se encuentran en cualquier buscador y hasta en la Wikipedia, si alguien se molesta en saber qué es esa palabreja que, de cuando en cuando, y en letras no muy grandes, aparece en los periódicos. Porque la verdad es que, hasta que no nos han llegado las imágenes, de la mano de cooperantes y organizaciones humanitarias, ni nos había ocupado ni preocupado la situación, que ya viene de largo, de poco más de un millón de personas en un remoto país del sudeste asiático.
        Pero entre el procés, los huracanes y la asamblea de la ONU, se han colado los rohingya, y es difícil mirar hacia otro lado. Hasta Naciones Unidas ha calificado lo que está pasando como “una limpieza étnica de manual”.  Pone los pelos de punta que se pueda dar una definición así y seguir como si tal cosa.
        Hablamos de eliminación sistemática de un pueblo. Metódicamente. Paso a paso. Con todas las garantías. Rodear la aldea, disparar a todo lo que se mueve y luego, prender fuego. Y a la siguiente. Los que pueden huir, casi todos a la vecina Bangladés, se hacinan sin ropa, sin techo y sin comida, entre barro y enfermedades, que tampoco el país está para muchas alegrías, y menos para acoger a miles de inmigrantes sin ningún recurso y con muchas necesidades.
        ¿No es esto lo que en teoría se llama una crisis humanitaria? ¿No deberían las naciones poderosas hacer esas conferencias de recogida de fondos, de donantes, creo que las llaman? Al parecer no. Son rohingyas, y ni en su casa los conocen, nunca mejor dicho.
        Ha tenido que venir la tele, con sus espectaculares imágenes de niños de ojos grandes y mirada perdida, llenos de mocos y con los pies ensangrentados, para que nos molestáramos en acudir a un diccionario para saber quiénes son los rohingya, para que los situáramos en el mapa, por lo menos. Y para que durante unos cuantos días, hasta que llegue otro huracán Irma, o Trump diga una nueva tontería, o nos aburramos definitivamente del procés, prestemos un poco de atención al sinsentido de una limpieza étnica, de un genocidio que nos suena muy lejano, pero que está a unas horas de avión.
        Y sobre todo, está en el mismo mundo que habitanos. Y digo que habitamos, no que compartimos. Mientras escribo esto, la ONU celebra Asamblea. Todos pendientes del discurso de Trump, el primero ante la comunidad nacional.
        Seguro que no habla de los rohingya.

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