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jueves, 26 de julio de 2018

Desde Macondo. ANÓNIMOS

El término viene del griego anónymos ‘sin nombre’. Y a priori, sin ninguna connotación negativa, que hasta la obra cumbre de la picaresca española, el lazarillo de Tormes, es anónima, y que no somos quién para juzgar por qué alguien no ha querido dejar su firma en cartas, libros, poemas, cuadros u obras de arte de todo tipo.
          Hay que bajar hasta la cuarta acepción del diccionario de la Real Academia para descubrir que, con artículo delante, el o la anónimo o anónima es una “carta o papel sin firma en que, por lo común, se dice algo ofensivo o desagradable”.
          En esto, como en algunas otras cosas, la institución que vela por la pureza de la Lengua se queda un tanto obsoleta. Tendría que añadir mensajes, e-mails, whatsapp y, por supuesto, twits y entradas en facebook o en cualquiera de las redes sociales que nos inundan.
          Sí acierta el diccionario al calificar de “ofensivo y desagradable” lo que se dice en los anónimos. Al menos en los de ahora, que nadie se hace un perfil falso para contar un descubrimiento científico o publicar una novela. Para eso están el nombre, los apellidos y la foto. Como debe ser.
          No estoy muy de acuerdo con eso de que las redes las carga el diablo. Es más, creo que son excepciones, aunque se haga triste realidad que la excepción confirma la regla. Siempre ha habido miserables y cobardes. De los que tiran la piedra y esconden la mano, de los que sabiendo que sus argumentos son falsos y torticeros, buscan el atajo para hacer daño. Pero no es menos verdad que los que sean, demasiados por desgracia, han encontrado un formidable altavoz en las redes sociales. El anónimo ofensivo e insultante ya no se queda en manos de quien lo recibe y de un puñado de allegados, sino que corre a la velocidad de la pólvora buscando a quien convencer, por lo general, a gentes tan mezquinas y despreciables como quien lo escribe.
          Está bien denunciar, defenderse ante un ataque que no es limpio, cara a cara. Pero está mucho mejor quitar la máscara y dar a conocer a quien se esconde debajo. Para su escarnio y vergüenza y como aviso a navegantes.
          Y para no hacer bueno eso de difama, que algo queda.

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