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jueves, 5 de julio de 2018

Desde Macondo. EXTRAORDINARIO


Extraordinario: "Fuera del orden o regla natural o común", según nos ilustra la Real Academia. Así de fácil y así de claro. Y así lo ha explicado la nueva ministra para el Cambio Climático:. "Algo extraordinario, como los trasvases, no se puede convertir en ordinario".

        No es que haya dicho nada nuevo, nada que no supiéramos en esta parte de España, y que se resisten a "aprender" en otros lugares situados más al Este de la piel de toro, pero ya estábamos echando en falta a alguien que pusiera los puntos sobre las íes, que en una sola frase aclarara lo que, por sentido común debiera estar cristalino, como el agua que corre por el canal del trasvase, muy distinta por cierto de la que arrastra el pobre Tajo por estos lares.

        Pero además de decir que las  aportaciones extraordinarias deben ser eso, extraordinarias, la ministra ha ido más lejos para dejar constancia de lo que también es una realidad palpable, que durante muchos años hemos tenido delante el mito del déficit hídrico, cuando en realidad no hay cuencas deficitarias ni excedentarias, porque cada cuenca tiene lo propio de cada una, lo que le corresponde por sus condiciones y su situación. Para lo bueno y para lo malo, como se suele decir.

        Claro que puede suceder que en algún momento se necesite un apoyo puntual, pero lo dicho, de forma extraordinaria, que la excepción no puede convertirse en la regla que se repita prácticamente todos los meses. Y así un año tras otro, y van.... Mejor no contarlos. Porque lo cierto es que en la cuenca del Tajo contamos cada año de trasvase como un paso adelante en la degradación total del río, en la pérdida de caudales ecológicos, de calidad de vida y de pérdida de riqueza de quienes habitamos en sus riberas.

        Nadie niega que haya que garantizar el acceso al agua potable para consumo humano. faltaría más. Pero hay usos industriales y económicos que no se corresponden con los recursos que tiene la zona que reclama incesantemente agua, como si estuvieran muertos de sed.  Mientras, eso sí, multiplican sus tierras de regadío o su macrourbanizaciones que, lógicamente, necesitan de un trasvase cada mes, y a poder ser, cada semana. Todo con la filosofía de que, aunque no tengamos agua, ya nos la darán.

        Cada región tiene lo suyo, y debe adecuar su forma de vida a sus recursos.  Que ya está bien de crecer a nuestra costa, mientras nosotros languidecemos.  Y hablando de costa, por estas resecas tierras no tenemos mar, que es una importantísima fuente de recursos turísticos, pesqueros y de toda índole.

        Igual deberíamos empezar a reclamarlo, que quien no llora, no mama. Claro que tenemos que garantizar un acceso a agua potable para consumo humano en las regiones más secas, y pensar en cuáles son las necesidades para otros usos industriales y económicos. A solidarios no nos gana nadie y, visto lo visto, a tontos, tampoco.

        El fundador de Macondo, el primer Buendía, dispuso de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo. Aquí no hemos tenido esa suerte, y es hora de que empiece a cambiar.

        Ojala hayamos entrado, de verdad, en una nueva era, en una etapa en la que no haya que hablar de trasvases un día sí y otro también, porque se habrán convertido en algo extraordinario, fuera del orden o regla natural o común.

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