Extraordinario: "Fuera del orden o regla natural o común", según nos ilustra la
Real Academia. Así de fácil y así de claro. Y así lo ha explicado la nueva
ministra para el Cambio Climático:. "Algo extraordinario, como los trasvases,
no se puede convertir en ordinario".
No es que haya dicho nada nuevo, nada que no
supiéramos en esta parte de España, y que se resisten a "aprender" en
otros lugares situados más al Este de la piel de toro, pero ya estábamos
echando en falta a alguien que pusiera los puntos sobre las íes, que en una
sola frase aclarara lo que, por sentido común debiera estar cristalino, como el
agua que corre por el canal del trasvase, muy distinta por cierto de la que
arrastra el pobre Tajo por estos lares.
Pero además de decir que las aportaciones extraordinarias deben ser eso,
extraordinarias, la ministra ha ido más lejos para dejar constancia de lo que
también es una realidad palpable, que durante muchos años hemos tenido delante
el mito del déficit hídrico, cuando en realidad no hay cuencas deficitarias ni
excedentarias, porque cada cuenca tiene lo propio de cada una, lo que le
corresponde por sus condiciones y su situación. Para lo bueno y para lo malo,
como se suele decir.
Claro que puede suceder que en algún momento se
necesite un apoyo puntual, pero lo dicho, de forma extraordinaria, que la
excepción no puede convertirse en la regla que se repita prácticamente todos
los meses. Y así un año tras otro, y van.... Mejor no contarlos. Porque lo
cierto es que en la cuenca del Tajo contamos cada año de trasvase como un paso
adelante en la degradación total del río, en la pérdida de caudales ecológicos,
de calidad de vida y de pérdida de riqueza de quienes habitamos en sus riberas.
Nadie niega que haya que garantizar el acceso al
agua potable para consumo humano. faltaría más. Pero hay usos industriales y
económicos que no se corresponden con los recursos que tiene la zona que reclama incesantemente agua, como si estuvieran
muertos de sed. Mientras, eso sí,
multiplican sus tierras de regadío o su macrourbanizaciones que, lógicamente,
necesitan de un trasvase cada mes, y a poder ser, cada semana. Todo con la
filosofía de que, aunque no tengamos agua, ya nos la darán.
Cada región tiene lo suyo, y debe adecuar su forma
de vida a sus recursos. Que ya está bien
de crecer a nuestra costa, mientras nosotros languidecemos. Y hablando de costa, por estas resecas tierras no tenemos mar, que es una importantísima fuente de recursos turísticos,
pesqueros y de toda índole.
Igual deberíamos empezar a reclamarlo, que quien no
llora, no mama. Claro que tenemos que garantizar un acceso a agua potable para
consumo humano en las regiones más secas, y pensar en cuáles son las
necesidades para otros usos industriales y económicos. A solidarios no nos gana
nadie y, visto lo visto, a tontos, tampoco.
El fundador de Macondo, el primer Buendía, dispuso
de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y
abastecerse de agua con igual esfuerzo. Aquí no hemos tenido esa suerte, y es
hora de que empiece a cambiar.
Ojala hayamos entrado, de verdad, en una nueva era,
en una etapa en la que no haya que hablar de trasvases un día sí y otro
también, porque se habrán convertido en algo extraordinario, fuera del orden o regla natural o común.
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