“Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve”
con el pasado que vuelve”
No de vacaciones, que también. Y que en
la cuestión que nos ocupa, no han sido un paréntesis, sino más bien todo lo
contrario, marcadas por el drama de la inmigración, los nostálgicos del franquismo
o las violentas manifestaciones xenófobas y racistas en lugares como la muy
civilizada Alemania.
Lo dice el tango de Gardel. Volvemos a
encontrarnos con el pasado que vuelve. Y
nos pilla con la frente marchita y las nieves del tiempo blanqueando nuestras
sienes. Completamente desconcertados. Hemos vuelto, en poco tiempo, a lo que
creíamos muerto y enterrado, a lo que considerábamos poco menos que
Prehistoria, después de haber superado las invasiones bárbaras, la dominación
romana, la cruel Edad Media, el Siglo de Oro y el de las Luces, dos guerras
mundiales, el fascismo y el nazismo de entreguerras, y aquí, a domicilio, una
de las dictaduras más oscuras del mundo.
Nos creíamos invulnerables tras haber
sobrevivido a tanta y tan ingrata Historia, pero aquí estamos. Más expertos,
sí, pero también más viejos y más cansados para enfrentarnos a lo mismo, a las
mismas nostalgias de algunos, que son nuestros horrores, y miremos hacia donde
miremos en el planeta Tierra. No hablamos de dictaduras sangrientas en
cualquier minúsculo país de África o de Asia, que de esas siempre surge alguna
y convivimos con ellas mientras la ONU mira para otro lado.
No nos referimos a nombres
impronunciables de reyezuelos o caciques. Qué va. Hablamos de Trump en Estados
Unidos, de Viktor Orbán en Hungría o Salvini en Italia; de
formaciones como la francesa En Marche o sus “hermanas” en Alemania, en
Austria, en Polonia… De asociaciones orgullosas de recuperar viejos cánticos,
símbolos ignominiosos y uniformes que nos ponen los pelos de punta, y que están
creciendo como la espuma, poniendo en peligro todo lo que hemos construido tras
superar muchas negras etapas.
Ya no sirve hablar de un puñado de
nostálgicos. Es duro decirlo pero tengo la clara impresión de que la extrema
derecha se ha ido normalizando, que volvemos muy atrás en cuestiones como
derechos sociales, igualdad, justicia. Y no quiero hablar de inmigración,
porque aquí sí, una imagen vale más que mil palabras, y tenemos miles de
imágenes de pateras llenas o barcos esperando desesperados que les permitan
arribar a puerto. A cualquiera.
Esto es volver, con todas sus letras y
sin anestesia. Es hacer del XXI un siglo que no corresponde a la correlación
lógica de los números. Ni de los tiempos.
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