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lunes, 3 de septiembre de 2018

VOLVER


“Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve”
No de vacaciones, que también. Y que en la cuestión que nos ocupa, no han sido un paréntesis, sino más bien todo lo contrario, marcadas por el drama de la inmigración, los nostálgicos del franquismo o las violentas manifestaciones xenófobas y racistas en lugares como la muy civilizada Alemania.
          Lo dice el tango de Gardel. Volvemos a encontrarnos con el pasado que vuelve.  Y nos pilla con la frente marchita y las nieves del tiempo blanqueando nuestras sienes. Completamente desconcertados. Hemos vuelto, en poco tiempo, a lo que creíamos muerto y enterrado, a lo que considerábamos poco menos que Prehistoria, después de haber superado las invasiones bárbaras, la dominación romana, la cruel Edad Media, el Siglo de Oro y el de las Luces, dos guerras mundiales, el fascismo y el nazismo de entreguerras, y aquí, a domicilio, una de las dictaduras más oscuras del mundo.
          Nos creíamos invulnerables tras haber sobrevivido a tanta y tan ingrata Historia, pero aquí estamos. Más expertos, sí, pero también más viejos y más cansados para enfrentarnos a lo mismo, a las mismas nostalgias de algunos, que son nuestros horrores, y miremos hacia donde miremos en el planeta Tierra. No hablamos de dictaduras sangrientas en cualquier minúsculo país de África o de Asia, que de esas siempre surge alguna y convivimos con ellas mientras la ONU mira para otro lado.
          No nos referimos a nombres impronunciables de reyezuelos o caciques. Qué va. Hablamos de Trump en Estados Unidos, de Viktor Orbán en Hungría o Salvini en Italia; de formaciones como la francesa En Marche o sus “hermanas” en Alemania, en Austria, en Polonia… De asociaciones orgullosas de recuperar viejos cánticos, símbolos ignominiosos y uniformes que nos ponen los pelos de punta, y que están creciendo como la espuma, poniendo en peligro todo lo que hemos construido tras superar muchas negras etapas.
Ya no sirve hablar de un puñado de nostálgicos. Es duro decirlo pero tengo la clara impresión de que la extrema derecha se ha ido normalizando, que volvemos muy atrás en cuestiones como derechos sociales, igualdad, justicia. Y no quiero hablar de  inmigración, porque aquí sí, una imagen vale más que mil palabras, y tenemos miles de imágenes de pateras llenas o barcos esperando desesperados que les permitan arribar a puerto. A cualquiera.
Esto es volver, con todas sus letras y sin anestesia. Es hacer del XXI un siglo que no corresponde a la correlación lógica de los números. Ni de los tiempos.

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