Cierto que en todas partes cuecen habas;
que cada país tiene lo suyo y que el que esté libre de pecado, tire la primera
piedra. Pero no puedo por menos que preguntarme qué estarán pensando en otros
puntos del planeta acerca de lo que está sucediendo en esta España de nuestros
dolores, especialmente en las últimas semanas.
O qué pensaran quienes se asomen a
nuestros periódicos (de cualquier bando) o sintonicen un canal, a boleo, de
televisión o una emisora de radio. Seguro que dirían como Astérix, eso de
“están locos estos romanos”.
Leyendo, viendo e intentando analizar,
me ha venido a la cabeza un libro que tiene ya sus añitos, pero que por alguna
razón se ha quedado en un pliegue de mi cerebro, para volver en el momento
oportuno. “Las tesis de Nancy”, en el que el nunca bien ponderado Ramón. J.
Sénder, tirando de género epistolar, nos contaba las andanzas de una jovencita
americana, Nancy, que hoy sería una especie de “Erasmus”, en la España de
mediados del siglo XX.
Nancy busca datos para su tesis sobre
antropología y literatura española, y va contando a su prima cómo le sorprende
lo que aquí se encuentra, el terrateniente caciquil, el gitano aprovechado, el
señorito burgués inútil, el viejo verde, los machistas y, sobre todo, las reacciones de los españoles, que no comprende.
Al final, vuelve a su país sin entenderlas ni entendernos.
Como para que viniera ahora! A ver quién
es el guapo que le explica que medio Congreso no vote por la exhumación de un
dictador sanguinario, o que unos y otros anden enloquecidos escudriñando
currículos, máster, tesis y hasta licenciaturas universitarias. O que
desaparezcan miles de correos electrónicos de una Universidad, que los estudios
sean un ratito presenciales y al siguiente no; que los aprobados raspados se
vuelvan notables y sobresalientes por arte de birlí birloque y que, en
definitiva, vivamos pendientes del próximo escándalo, el que se llevará por
delante a un ministro, un juez, un líder de cualquier partido…
Pues eso, que daría gusto leer las cartas
que una Nancy del Siglo XXI podría enviar a sus amigos y familiares como
espectadora de excepción. Daría para mucho más de un libro, que esto no ha
acabado, y cualquier día se ponen a exigir el certificado de limpieza de
sangre, que tantas alegrías dio a la
Inquisición y alimentó tantas hogueras.
Y es que estamos tan hartos de mentiras
que exigimos verdades absolutas, aunque todo el mundo sepa que éstas no
existen, y que buscando, buscando, siempre encontraremos algo. Aunque sea
irrelevante para lo que nos ocupa, que es sacar adelante un país. El nuestro.
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