Si no fuera porque hasta el New York Times se ha mostrado preocupado
por lo que está pasando en España con la libertad de expresión, tendría que
preguntarme seriamente en qué año vivo. En qué época y bajo qué régimen. Igual
me llevaba una sorpresa, y, aguzando el oído, podría escuchar eso de “Muera
la libertad y vivan las cadenas”.
Que aunque parezca mentira, y para vergüenza
patria, fue el lema
acuñado por los absolutistas españoles en 1814 cuando, en
la vuelta del destierro del Rey Fernando VII, de infausta memoria, se
escenificó un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de
su carroza, y fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de
ella. Hemos vivido, ahora, muy lejos de aquella etapa que acabó con la
oportunidad de acercarnos al mundo ilustrado, 24 horas negras para la libertad
de expresión en España. Valtonyc, 'Fariña' y ARCO permanecerán unidos en la
memoria como tres episodios surrealistas pero tristemente reales. Como el “Vivan las Cadenas”.
Un rapero, un libro y una obra de arte¸ dos sentencias
judiciales y una autocensura. ponen de relieve las horas bajas que vive la
libertad de expresión y de creación. Si les sumamos las docenas de denuncias
por supuestas ofensas a los sentimientos religiosos (en un estado laico, por
cierto), por las retorcidas interpretaciones de los supuestos enaltecimientos
del terrorismo o faltas de respeto a la Corona, tenemos el escenario perfecto
para representar la obra con un guion perfecto: la llamada Ley Mordaza, que
tanto y tan bien está sirviendo a los más rancios y casposos intereses.
Dicho todo con prudencia y con infinito
cuidado, claro está, que lo peor de la historia no son las sentencias
judiciales, ni tan siquiera la cárcel a la que puede ser enviado el rapero y
alguno más. Lo peor es lo que viene a continuación, la autocensura. Escribir
con cuidado, revisar lo escrito, por si alguien puede entrever que hago mofa y
burla de sus creencias religiosas, políticas o de cualquier otro tipo. Cortarnos
las alas de la expresión y la creación. Ponernos nosotros mismos las cadenas
para que no se nos vaya la mano al escribir, al hablar, al cantar, al pensar...
Probablemente, casi con seguridad, yo
nunca pintaría un cuadro de la Inmaculada con cara de ministra, por ejemplo, ni
manipularía una imagen religiosa (de ninguna religión), para darle un aire
grotesco, ni “rapearía” con el rey o cualquiera de su familia. Pero no me
gustaría no poder hacerlo si me apetece, por la razón que sea. Porque respeto,
y quiero que me respeten, la libertad de expresión. No sé si fue Voltaire, o se
le atribuye, quien dijo eso de "No estoy de acuerdo con lo que dices,
pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". Pues está todo dicho.
Con el Vivan las Cadenas se acababa con la
Pepa, la Constitución de 1812 que consagraba un régimen de libertades.
Doscientos años después, se intenta acabar con el artículo XX de la
Constitución actual, el que dice que se reconoce el derecho a expresar y difundir libremente los
pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier
otro medio de reproducción.
Y que el ejercicio de estos derechos no puede
restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
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