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miércoles, 7 de febrero de 2018

Desde Macondo. EL REY DESNUDO

Son innumerables los ejemplos de que la estupidez humana no tiene límite. Ni el orgullo. Ni la prepotencia. Hay testimonios escritos desde que se tiene memoria. En todo tiempo y lugar. De Nerón o Calígula, con sus excentricidades para ser lo más de lo más, a emperadores y reyezuelos de cualquier época y país. Si hasta en mi querido Macondo, el general Buendía, cuando regresó con mando en plaza, hizo trazar un círculo de tiza de tres metros a su alrededor para marcar diferencias…

Y hay cuentos. El Rey Desnudo, o el Traje Nuevo del Emperador, según las traducciones. Un clásico de Hans Christian Andersen que no se me quita de la cabeza cada vez que veo a Puigdemont pavoneándose con su lazo o su bufanda amarilla y rodeado de un sinfín de aduladores que le repiten constantemente que está guapísimo, que el traje le sienta perfectamente, que le queda como un guante, que realza su figura, que brilla con luz propia.

Pues yo lo veo desnudo. Qué le vamos a hacer. A mis años, me siento como el niño del cuento que, en su inocencia desvela la verdad que el resto de la gente, hipócrita y complaciente, no se atrevía a decir: “¡Pero si va desnudo”!

Mientras se habla de presidencia paralela, en el exilio, co-presidencia o presidencia de consolación, que será montarle una fiestecita para que no se quede consentido, no se me quita de la cabeza el emperador mirándose al espejo, viendo en primer plano sus vergüenzas, mientras que la Corte opina de la calidad del tejido, de los finos hilos de oro que lo componen, del perfecto diseño…

Cada vez estoy más convencida de que el expresident, en su huida hacia adelante, ha decidido no mirar al espejo para no constatar que está desnudo, y sigue intentando convencernos de que va vestido con las mejores galas. Pero está desnudo. Más tarde o más temprano tendrá que haber alguien que se lo diga, aunque ya está tardando mucho.

El cuento está durando demasiado, y no podemos esperar eternamente, porque mientras reina la sinrazón, sigue el desempleo, y la desigualdad, y la pobreza, y tiembla la hucha de las pensiones, y bajan los sueldos, y sube la luz, y… Ni las más fastuosas sedas, ni los finos bordados con hilos de oro, ni las piedras preciosas del manto pueden ocultar las corrupciones varias, los amigos enriquecidos y la sociedad empobrecida, los hachazos sin piedad al estado del bienestar, los miles de trabajadores pobres, a los que trabajan un par de horas a la semana por un sueldo miserable.

Por muy bien que venga, el traje nuevo del emperador no puede tapar eternamente las vergüenzas. Ni las suyas ni las otras. El Rey va desnudo. Y ya es momento de dejar la farsa, de salir del cuento, colorín colorado, que se ha acabado y hay mucho por hacer.

1 comentario:

  1. Ay la de reyes desnudos que tenemos! Mira que es raro ver a cualquier político reyezuelo sin séquito que le arrope!¿por qué no cogerán un enfriamiento con la que está cayendo?¿No hay ya en Macondo plagas que acaben con las malas hierbas?

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