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miércoles, 3 de enero de 2018

Desde Macondo. PROPÓSITO DE ENMIENDA

Es curioso como alguna de las “enseñanzas” que recibimos en nuestra más tierna infancia se quedan grabadas a sangre y fuego en nuestra memoria, y por muchas vueltas que dé la vida, por mucha capacidad de análisis que adquieras, por muchos conocimientos nuevos que se alojen en tu cerebro, siempre encuentran el hueco para quedarse y el momento para salir a flote, cuando menos te lo esperas.
          Andaba yo pensando qué podría desear, así, en genérico, para el nuevo año, y qué deberes pondría a los que dirigen nuestros destinos para no repitan errores y, de paso, nos faciliten un tanto la vida a los simples mortales. Y mira por dónde, me he acordado de lo que, sí o sí, tenías que saberte al dedillo si querías hacer la primera comunión, vestirte de princesa y asegurarte el camino al reino de los cielos.
          Estaba todo en el catecismo y lo recuerdo como si lo hubiera estudiado hoy mismo (a saber las veces que lo repetiría). A la pregunta de “¿Qué es necesario para hacer una buena confesión?”, repetíamos como loritos: “Para hacer una buena confesión es necesario: Examen de conciencia, Dolor de los pecados, Propósito de enmienda, Decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia”. Ni más ni menos. Logré entender lo del examen de conciencia y en cuanto a la penitencia, no iba más allá de tres padrenuestros o la misma cantidad de avemarías. Lo de sentir dolor… Bueno, si acaso por la regañina del cura, que ya me ocupaba yo de elegir al más mayor o al más sordo. Pero lo del propósito de enmienda era otra cosa.
          La prueba fehaciente es que siempre eran los mismos pecadillos. Una confesión tras otra, hasta que no hubo más. O sea, que de enmendarme, nada de nada. Y si me lo proponía, no me acuerdo. Creo que no. Rezaba y salía pitando, a seguir “pecando” hasta el próximo sábado.
          Pero era una niña. No sabía lo que hacía y no cobraba por proponerme hacer las cosas bien. Esto me lleva a mi “deseo” de Año Nuevo. Deseo que los políticos, locales, provinciales, autonómicos, nacionales y del mundo mundial, hagan un auténtico propósito de enmienda. Que no miren hacia otro lado ante la pobreza, las desigualdades, el drama de los refugiados, el cambio climático, el pésimo reparto de la riqueza, los conflictos territoriales, la injusticia, la insolidaridad, las corrupciones varias, el machismo y su peor consecuencia, la muerte de mujeres a manos de quienes las consideran propiedad privada, el hambre en el mundo, las guerras…
           En fin, todo lo que han hecho mal mientras siguen cómodamente en sus sillones, ajenos a lo que pasa fuera de sus despachos. Sin examen de conciencia, que es muy socorrido eso de que los examinan las urnas. Sin dolor de sus pecados, que ya tienen el callo hecho.
          Y sin penitencia, que esa llega después de cuatro años, y no siempre bien repartida. Feliz Año Nuevo, y que los Reyes vengan repletos de cosas buenas para los que nos hemos portado bien.

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