Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 17 de enero de 2018

Desde Macondo. MEMORIA DE PEZ

Todos hemos dicho alguna vez, y hemos soportado que nos lo digan, eso  de “tienes una memoria de pez”, para resaltar que alguien que es incapaz de recordar que comió a mediodía, donde dejó las llaves o el teléfono, o el nombre de la persona con la que ha hablado hace unos minutos.  Y siempre me he preguntado por qué los comparamos con los peces, quién sabe qué recuerdan estos bichos en libertad o en el acuario, que son decorativos y nutritivos, pero poco o nada interesantes.
        Memoria de pez. Pues mira por dónde me he topado con un estudio de no sé qué universidad de Canadá que desmonta la teoría, que dice que esos animalitos que dan vueltas en la pecera sin rumbo fijo, o que caen en masa en las redes de pescadores, son capaces de recordar lugares y situaciones durante al menos doce días y no solo unos segundos, como se creía hasta ahora. Gran descubrimiento.
        Pero no es de peces de lo que quería hablar, sino de memoria. De la nuestra, que va camino de elevar la de los peces a la categoría de la de los elefantes (que dicen que tienen mucha, tampoco sé como lo han averiguado). Siempre he presumido de buena memoria, aunque cada vez sean menos las cosas que recuerdo, sospecho que por voluntad propia, porque como Cervantes con su lugar de la Mancha, no quiero acordarme.
        Y así va el mundo. Tal vez sea verdad el manido tópico de que hoy en día, todo sucede con tal rapidez, que no nos da tiempo a procesarlo convenientemente y a almacenarlo para usarlo en el momento preciso. Más que nada, para no tropezar en la misma piedra, que es a lo que estamos abonados.
        No nos acordamos de la anterior cuesta de enero, que subimos con tantas fatigas el año pasado y el anterior y el de más atrás; no nos acordamos de los recortes, que ahora nos muestran hospitales colapsados o colegios sin calefacción; o niños con interminables rutas en autobús para llegar a clase. Ni de las autopistas “rescatadas” que ahora nos dan gato por liebre o nieve por vías despejadas; ni de los apaños con las eléctricas que nos paralizan a la hora de encender la calefacción o poner la lavadora con agua caliente. Ni de los salarios congelados durante años, ni de esos tiempos en que el trabajo era de 8 horas y previo papel firmado que reconocía el derecho al despido.
        Cual si fuéramos peces, aún con el descubrimiento de que su memoria es un poquito más amplia, nos hemos apresurado a vivir hoy, sin más, sin pensar en que, no hace tanto, era habitual hacer planes, tener un proyecto de vida, pensar en una vivienda, en hijos y hasta en una casita en la playa o en el pueblo, merecido premio a una vida de esfuerzos.
        Cierto que todo va muy deprisa, pero si no hacemos un esfuerzo por recordar, nunca podremos reconquistar lo que nos han quitado. Seguiremos dando vueltas en el acuario, cayendo en cualquier red que nos tiendan. Siendo eternamente peces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario