También
en Macondo hubo elecciones. Y también ganaron los mismos. Bueno no
sé. Allí eran conservadores o liberales. Con sus distinciones
claras. Los primeros, que habían recibido el mandato directamente de
Dios, defendían el orden público, la moral familiar, la fe…Y los
otros, ya se sabe, eran gente de mala índole, partidarios de ahorcar
a los curas, del matrimonio civil y del divorcio. Y no había más
donde elegir. Una única urna situada en el medio de la plaza, donde
se depositaban las papeletas azules o rojas. Y ningún color más en
el horizonte.
Ganaron
las azules, sin ningún D’Hont que complicara el reparto. Lo de la
trampa lo contaré otro día, que aquí no viene al caso. Y la resaca
duró mucho mucho tiempo. Nada menos que 32 guerras civiles perdió
el coronel Aureliano Buendía antes de desengañarse de todo y de
retirarse a crear pececitos de oro.
Pero
eso era en el tiempo mágico y circular de Macondo. Aquí se ha
acabado el tiempo de elucubrar y, para
colmo, nadie nos asegura un retiro dorado después de la batalla. Más
bien al contrario.
Se
ha acabado el tiempo de soñar; y sólo nos queda el de pensar "qué
hubiera pasado sí…" No hay tiempo, ni es el momento, de
volver a echar la culpa.-por razonable que sea-, a la ley electoral.
Es inútil analizar porqués, o plantearse si la gente no piensa, si
se ha votado con las tripas y si la cabeza es una parte del cuerpo
innecesaria en estas lides que aún seguimos llamando “fiesta de la
democracia”-
No
hay tiempo para resacas ni para lamentaciones, ni para culpar a
otros, ni para apelar a herencias. Nos sabemos el cuento desde el
érase una vez hasta el colorín colorado.
Ya
están elegidos los
protagonistas. Lo han dicho las urnas y hay que empezar una historia
nueva, con otros príncipes y princesas, con un bosque distinto y,
sobre todo, con un final diferente al
“fueron
felices y comieron perdices”.
Bien
cierto es que el panorama nos apunta más a un relato de miedo que a
un cuento de hadas; que el lobo asoma por los mismos árboles, aunque
el bosque cambie; que los caballeros andantes no parecen tener las
armas adecuadas para vencer a los fieros dragones. Y que el final
feliz se nos antoja ciencia ficción, situado en otra galaxia.
Volvemos
al “érase una vez”, y tenemos muchas páginas por delante.
Demasiadas hasta que podamos decir que este cuento se ha acabado.
Colorín colorado.
Magnífica columna como siempre Mariángeles
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