Cuando aún no he podido digerir, ni creo
que lo haga nunca, el vergonzoso acuerdo económico de la Unión Europea con
Turquía para sacudirse el problema de los refugiados, leo una noticia que me
hiela la sangre y deja bajo mínimos mi confianza en el ser humano: “Un pueblo suizo
paga 260.000 euros para no acoger a diez refugiados”. Es el titular, así, sin anestesia.
Las posteriores explicaciones no hacen
más que ahondar en la nausea. Los residentes de Oberwil-Lieli, una localidad de
2.200 habitantes, 300 de ellos millonarios, se opone a aceptar la cuota de
acogida propuesta por el Gobierno suizo. Consideran que tienen un pueblo
precioso y no quieren que se estropee. "Ellos
no encajan aquí",
sentencian.
Y
ya está. Echan mano a la chequera y problema resuelto. Dineros son calidad, que
diría don Luís de Góngora. En estos tiempos del cólera, en los que se piensa
con la cartera más que con la cabeza, y el corazón es tan sólo la bomba que
permite mantener la renqueante maquinaria de la vida, puede comprarse y
venderse todo. El llanto, el miedo, el dolor, la desesperación y hasta la vida
misma. Toda la vida, todas las libras de carne que a punto estuvieron de costar
la vida al judío Shylock del Mercader de Venecia.
Hemos
caído tan bajo que hasta hemos puesto precio al ser humano. Vivo o muerto.
Hacinado en un campo de refugiados o ahogado en el Mediterráneo. Podemos
aplaudirnos a rabiar por acoger a una docena de desgraciados, y llenar portadas
porque hemos traído a un niño a curar sus heridas del cuerpo y del alma, y
mirar hacia otro lado porque ya hemos pagado lo suficiente para que otros se
hagan cargo del problema.
Y
poner vallas, levantar muros y fronteras para que no se cuele nadie que no
encaje, que estropee nuestros pueblos y ciudades. O cerrar las rutas marítimas
obligándoles a tomar otras más peligrosas. Si se ahogan, ya no habrá que pagar
por ellos. Porque la humanidad, la solidaridad, la compasión, no entran en
nuestra zona de confort. Dineros son calidad, y lo demás, molestias.
Crece
la nausea dentro de mí mientras veo la imagen de un bebé ahogado. Muy pequeño.
De muy pocas libras de peso. Y calculo cuánto dinero nos hemos ahorrado.
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