Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

domingo, 27 de octubre de 2013

YAYOFLAUTAS

"Cuando yo llegue a vieja-si es que llego- y me mire al espejo y me cuente las arrugas como una delicada orografía de distendida piel. Cuando pueda contar las marcas que han dejado las lágrimas y las preocupaciones, y ya mi cuerpo responda despacio a mis deseos,cuando vea mi vida envuelta en venas azules,en profundas ojeras,y suelte blanca mi cabellera para dormirme temprano-como corresponde-, cuando vengan mis nietos a sentarse sobre mis rodillas enmohecidas por el paso de muchos inviernos,sé que todavía mi corazón estará -rebelde- tictaqueando y las dudas y los anchos horizontes también saludarán mis mañanas".
(Gioconda Belli)
 
Cuando pase la crisis, si es que pasa, y aún vivimos para contarla, seguro que olvidaremos muchas cosas, que pasaremos de puntillas por otras y que esconderemos en el último rincón de la memoria los sinsabores, las decepciones, el miedo, la tristeza las mil historias de adioses que nos han tocado de cerca, las que conocimos de oídas, las que nos golpearon de lleno.
       Borraremos del álbum de fotos las imágenes más negras, las que distorsionaron la realidad en la que vivíamos, las que hacen daño con sólo mirarlas. Pocas cosas podremos rescatar de estos años del diluvio para hacerles un lugar en nuestra vida futura, en la vida después de la crisis.
       Tengo claro, sin embargo, que nunca voy a olvidar a los mal o bien llamados "yayoflautas". Creo que, tras los primeros y estremecedores instantes del Movimiento 15.M, de quienes se dicen hijos, porque nacieron después, no hay nada que me haya sorprendido más en este tiempo fatal.
       Han roto con todos los tópicos y nos han dado-nos dan cada día- una lección. Revolución y movimiento no se asocia ya a juventud. Inconformismo, tampoco. Ni horizontes.
       Los abuelos han salido a la calle para defender pensiones, sanidad, educación...Han echado simbólicamente a los mercaderes del templo, ocupando catedrales, y hasta la embajada de Alemania. Se han subido al autobús de la vida con pitos y fanfarrias para proclamar a los cuatro vientos que quieren seguir en el camino y, sobre todo, que quieren que los suyos sigan caminando por la senda que ellos marcaron hace muchos años.
       Estremece ver a una anciana con camiseta verde, o blanca, hablando del colegio de sus nietos, o reclamando sus ahorros a la puerta de cualquier sucursal bancaria. Abuelos con bastón o con andador, apoyándose en sus razones cuando las piernas no les sostienen, nos dan día a día clases de dignidad. Y nos sonrojan.
       Conocieron el infierno y no se resignan a volver a caer en las llamas. Defienden su presente y nuestro futuro. Y rompen con todo.
       Los veo cada día en las noticias y me producen una mezcla de ternura y orgullo, de envidia y de tristeza, Por no poder ser como ellos y por haberlos obligado, a sus años, a echarse a la calle por nosotros.

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