Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

domingo, 6 de octubre de 2013

MARE NOSTRUM

Nuestro Mar. Y ahora también el suyo. El Mediterráneo ha vuelto a ser lo que siempre fue. Puente entre Europa, Asia y África. Canal de comunicación con el inmenso océano Atlántico, con el mar Rojo, con el Negro. Una enorme masa de agua que permitió el desarrollo de Mesopotamia, de Egipto, de Persia, de Fenicia, de Cartago, del colosal imperio de Alejandro, de Grecia, de Roma, del Islam, de la dominación otomana.
       A lo largo de la historia del Mediterráneo, que es la historia de la Humanidad, personas de todas las épocas, de todas las razas, colores y creencias han surcado sus aguas buscando horizontes, rutas comerciales y nuevos territorios. El mar ha servido para ensanchar el mundo, para compartir ideas. Hasta la democracia nació en sus orillas.
       Por eso estremece saber que se ha convertido en un inmenso cementerio. Los cientos de muertos de la tragedia de Lampedusa han desenterrado bruscamente la verdad. Más de veinte mil muertos se han tragado las aguas del Mare Nostrum en los últimos años. Todos africanos que buscaban una nueva ruta, la de la supervivencia. La de la vida.
       No sé en qué momento hemos decidido que el Mediterráneo nos pertenece sólo a nosotros, que es nuestro mar y nadie más-salvo que sea en cruceros y previo pago, tienen derecho a transitar por las vías que abrieron todas las civilizaciones del mundo y que desde el llamado primer mundo nos hemos encargado de blindar.
       Hemos visto las imágenes en televisión. Nos hemos compadecido contemplando esos pequeños ataúdes blancos, y hasta hemos dedicado un rato a comentar los sueños rotos de decenas de familias. Y hemos pasado página. Probablemente, el próximo verano nos bañaremos en las cálidas aguas de cualquier playa mediterránea, y comentaremos la suerte de tener el mar tan cerca.
      Y para nosotros. Nuestro mar. En el fondo están todos aquellos con los que no quisimos compartirlo.
 

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