El término no está en
el diccionario. Todo se andará. No es un oficio que se aprenda en la
universidad, ni tan siquiera en la FP que ahora nos venden como la panacea,
aunque no haya plazas para todos. Y sin embargo, estamos rodeados de pobrólogos
por tierra mar y aire. Y por plasma, ni os cuento.
Hay pobrólogos en la
radio, en la prensa, en la tele, por supuesto. En la sala de espera del médico,
en la cola del paro, en el supermercado, en los bares, en la puerta de los
colegios y hasta en los centros de mayores. Porque hay categorías, como en todo.
Hay pobrólogos titulados e incluso doctorados. Economistas los llaman. Analistas,
a veces. Otros, que han oído campanas, y que conocemos como tertulianos varios.
Los más, quienes no tienen formación académica y lo que saben (mucho), es sólo
futo de la práctica y la experiencia.
Unos son
internacionales, y pueden hablar de pobrología internacional. Otros, los da la
tierra y nos cuentan sus teorías sobre el país. La mayoría, son locales. De la
tienda de al lado, del rellano de la escalera, de la barra del bar…
Todos son pobrólogos. Y
te cuentan en un momento, cada cual desde su tribuna, cuánto ha subido la vida,
lo que han bajado los sueldos, lo que vale un kilo de patatas o cómo se ha reducido
el producto interior bruto. Y lo que suma la deuda, y lo que supone el IVA o lo
que cuestan los libros, ahora que ya no hay becas.
Hasta hacen
previsiones. Los doctorados en Pobrología, a largo plazo. Estudiando
complicadas curvas de crecimiento, mostrándonos estadísticas y sesudos
estudios. Los no titulados, pensando si la pensión llegará hasta fin de mes o
si pueden permitirse pagar la matrícula del niño este año. O si comprar ternera
o pasar con pollo. Si comprar las pastillas o llenar la olla.
Hay pobrólogos de a
pie, y hay pobrólogos expertos en pobres. Como dice Eduardo Galeano, los pobrólogos, hablan por ellos. “Nos cuentan en
qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen,
qué no piensan, qué no votan, en qué no creen.”
Unos y otros conviven
en este país nuestro. Los que sufren el empobrecimiento y los que les cuentan
los porqués. Los que dicen que es lo que toca, y los que aseguran estar
haciendo las cosas como Dios manda.
Como si algún Dios
mandara inundar la tierra de pobrólogos. Y de pobres.
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