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miércoles, 22 de mayo de 2013

SELECCION NATURAL

Sin haberme repuesto todavía de la crueldad, la ignominia y la vileza que supone dar orden a las oficinas de empleo de ofrecer trabajo sólo a menores de 45, con estudios y que estén cobrando la prestación, me viene a la memoria la historia de Esparta, cultura que dio nombre a una educación y a un tipo de selección natural.
           Según nos cuentan los libros, los espartanos, con la idea de buscar la excelencia y de no verse obligados a alimentar bocas improductivas, arrojaban desde el monte Taigeto a los niños que nacían débiles y deformes. Y lo curioso es que era la Gerosia, el consejo de ancianos, todos mayores de 60 años, quien tomaba cualquier decisión que afectara a la comunidad.
           Podría citar docenas de culturas, prácticamente todas las que han existido desde la Prehistoria, en las que las personas mayores son las más protegidas, respetadas y consultadas. La voz de la experiencia siempre ha sido un grado en cualquier gobierno…salvo en el del dinero, en el que todo se hace con criterios economicistas, de austeridad los llaman, aunque esto no sea cierto.
           ¿A quién, salvo a mentes enfermas y crueles se les puede ocurrir la “experiencia piloto de la Comunidad de Madrid? Si hay un puesto de trabajo, para los que están costando dinero a las arcas del Estado. El resto, que se pudran o se arrojen desde el monte espartano.
           ¿Quién ha decidido que a los 46 ya no se es productivo? Sólo alguien despreciable, sin alma y sin corazón, sin escrúpulos, sin un solo punto para formar parte de una sociedad. De un plumazo, y sin ruborizarse, se elimina la franja de edad en la que se están criando los hijos o se está intentando darles una educación, se tiene una hipoteca, una vida más o menos establecida y veinte o treinta años de trabajo a las espaldas, que han quedado borrados por obra y gracia de la crisis.
           Y si además han dejado de cobrar prestaciones, miel sobre hojuelas. Lo dicho, al monte. No importa la experiencia, los años que han entregado a la sociedad, las angustias que estén pasando, el horizonte que, de golpe, desaparece, y el abismo que se abre a sus pies.
           No sé si es rabia o amargura lo que me embarga desde que ayer oí la noticia que no he podido quitarme de la cabeza. Es al mismo tiempo dolor e indignación por constatar que los que nos gobiernan nos desprecian. No hay nada que valga más que el dinero. Ni la experiencia, ni la desesperación. Han decidido amortizar a más de la mitad de la población, cortar la amarra que los mantenía unidos a la sociedad y dejarlos a la deriva. Es lo que más barato sale.
 

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