No sé qué sería yo capaz de hacer por un
puñado de euros. Por 600, concretamente. Obligada me vea, que no creo que sea
el caso que hoy nos ocupa. Sí sé lo que no haría ni por todo el oro del mundo,
y es insultar la memoria y el legado de Machado,
Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora,
Calderón de la Barca, mi admiradísimo Larra, mi no menos admirado
Quevedo o Francisco de Goya,
que tantos deleites a los sentidos han proporcionado por los siglos de los
siglos.
Claro,
que tampoco sé las circunstancias que concurren en el tal Josep Abad, historiador de cabecera
del Ayuntamiento de Sabadell, que se ha despachado con un informe que dice,
como dogma de fe, que no puede ser que estos personajes de la cultura española
den nombres a calles del municipio, porque son “fruto de un «modelo
pseudocultural franquista» que debería corregirse”. Lo he copiado y pegado tal
cual, porque no creo que mis disciplinados dedos me obedecieran al trasladar al
teclado semejante majadería.
Por
un puñado de euros, ha denostado sin piedad la honrosa profesión de
historiador, olvidándose incluso de lo más elemental en la Historia, las
fechas, porque t todos los citados vivieron siglos antes de estallar la Guerra
Civil y que Franco sentara sus
reales en la piel de toro. Su sesudo estudio considera «grave» igualmente
que Espronceda, Bécquer, Moratín, Tirso de Molina
o Joaquín Turina mancillen su
callejero. Y lo justifica
diciendo que «Hoy en día, los referentes culturales son mundiales y no están
restringidos a Castilla -en detrimento de los referentes culturales propios-
como en dictatoriales tiempos pasados”.
Podría
rebatirle, y sin tirar de Wikipedia, todos y cada uno de los mezquinos
argumentos, de nombres que ha tachado con su rotulador rojo bien pagado, sólo
con mi experiencia personal, que debe ser la de cientos de miles de personas,
de Sabadell también, con cada uno de los nombres vilipendiados. Con los versos
de Machado, del que dice que «Su obra es una exaltación de Castilla (a través
de su paisaje) como núcleo y esencia del Estado español, lo cual incluye una idea
excluyente de la diversidad». Sin comentarios. Con el mordaz Quevedo y el
impecable Góngora, con las églogas de Garcilaso, que suenan a agua y verdes
bosques, con mi releidísimo espejo y maestro y Larra, con el Bécquer de los
primeros amores, con las inquietantes pinturas negras de Goya y hasta con la
música de Turina y sus Danzas Fantásticas.
Todos
esos momentos mágicos los ha tirado por tierra por un puñado de euros; ha
creado, a golpe de talonario, de incultura y de estupidez, una lista de
indeseables que, una vez pasada la indignación del primer momento, dejan una
profunda tristeza y una duda por resolver.
¿Realmente
cree todo lo que ha puesto en su informe? Es duro pensar que ha cometido tal
vileza sólo por un puñado de euros.
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