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miércoles, 16 de agosto de 2017

Desde Macondo. AGOSTICIDIO

¡Vaya agosto que nos están dando! Ya ni recuerdo cómo era, cómo debería ser, el mes de vacaciones por definición y de letargo, por extensión. En poco tiempo ha pasado de ser un mes amable, vacacional, final de lo malo y principio de muchas cosas buenas, mes de reencuentros y soledades, de bullicio y tranquilidad, a gusto del consumidor, a convertirse en una sucesión de días sembrados de inquietudes y rollos más malos que buenos.
          Si tuviera que definir el término “agosticidio”, ya que la Real Academia aún no lo admite (todo se andará), diría que no es sólo “matar” al mes de agosto, sino algo mucho más doloso, que es continuar con la matraca de todo el año, pensando además que pasaremos todo por alto, bien sea por encontrarnos en otra dimensión (física o personal), o porque el calor nos vuelve más comprensivos. O más pasotas. O más tontos.
          Hasta hace unos años, las agresiones al mes de agosto eran llevaderas. Con agosticidad, premeditación y alevosía, nos levantaban las calles y bacheaban las carreteras, a veces, hasta daban el último empujón a un edificio histórico cuya demolición había levantado las iras de la gente. O subían alguna que otra tarifa de luz o de agua. Y poco más. El resto de las noticias las ocupaban las fotografías de playa de los famosos, algún divorcio que otro o las vacaciones de la familia real. Un par de incendios, los accidentes de tráfico y las recomendaciones sobre la ola de calor.
          Nada que ver con amenazas independentistas, con turismofobias y mucho menos, con una guerra nuclear en el horizonte, producto de las peleas de gallos del querido líder norcoreano y el no menos querido presidente de los Estados Unidos. Por no hablar de las desoladoras noticias que vienen del Mediterráneo, cementerio de inmigrantes, o de la factura del Brexit, que nos la quieren colar aprovechando los calores. O de las marchas por la supremacía blanca, que creíamos que habían desaparecido con Hitler primero y los esfuerzos de Luther King y Mandela después. Ni de Venezuela, por supuesto., que aunque os parezca increíble, en otros agostos no salía en los telediarios y mucho menos en los discursos de los políticos.
          Pero agosto ya no es lo que era. Claro, que nosotros tampoco. La media-o la mitad de un cuarto-de España que está de vacaciones, sigue pendiente de la economía, las corrupciones, el “procés”… Y el resto, pasa los largos días del mes vacacional por excelencia maldiciendo la crisis que le ha dejado sin playa o montaña y haciendo cuentas.
          Agosto ya no es el mes de paso hacia septiembre. Tiene entidad propia. No es el mes de las serpientes de verano, porque lo han convertido en un monstruo de cien cabezas. La maldita crisis que ha acabado con tantas cosas, y ha dejado el mundo al revés, ha matado el mes de agosto.
          Y entre mirada y mirada a lo que pasa ahí fuera, una echa de menos esos agostos de antes. Sol, moscas, y tranquilidad.  Y desconexión.

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