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jueves, 3 de noviembre de 2016

Desde Macondo. EL LIBRO DE LOS NÚMEROS

Puede que sea casualidad. O no, que a fuerza de que nos engañen nos hemos vuelto todos un poco conspiranóicos y buscamos tres pies al gato a la primera de cambio. El caso es que ha transcendido que en la jura de Rajoy como presidente bis, ante la Constitución (por imperativo legal), el crucifijo y la Biblia (por deseo propio), ésta última estaba abierta por el Libro de los Números.
        Y por aquello del gato y los pies, me he apresurado a informarme sobre el contenido y el significado de dicho texto, que una no está muy ducha en libros sagrados, más allá de lo que se estudiaba en Literatura, acerca de la división en Antiguo y Nuevo Testamento, y lo que nos contaban en la catequesis, convenientemente guardado en el baúl de los recuerdos.
        San Google, que lo sabe todo, me ha contado que el Libro de los Números tal vez se llame así porque todo el texto está cuajado de cifras, y que consigna, con minuciosidad extrema, desde los dos censos de los israelitas hasta la cantidad de jefes de las tribus, el número de las poblaciones y  libaciones necesarias, la cantidad de hombres sublevados, las cabezas de ganado que han de ser destinadas al sacrificio ritual, la cantidad de botín y su reparto exacto, agrimensura y dimensiones del territorio; incluso recuentos minuciosos de las leyes y los relatos contados.
        El Libro de los Números cuenta, en esencia, los 40 años que pasaron los israelitas en el desierto, con los consiguientes episodios de rebelión y abandono de la fe y los castigos y el perdón de Dios. El tema de la obediencia y la rebelión seguida por el arrepentimiento y las bendiciones, corre a través de todo el libro parejo a las penurias que pasó el pueblo elegido hasta llegar a la tierra prometida. El mensaje es claro, y ahí me pega la elección de Rajoy (aparte de que le gusten mucho los números): La supervivencia depende de santificar el nombre de Jehová, obedecerle en medio de toda circunstancia, y respetar a sus representantes.
        Pues nada, ya sabemos algo del juramento del presidente, por cierto, sobre una Biblia de 1791 y fue propiedad del rey Carlos IV. Del crucifijo no nos han contado nada. Y de la Constitución… Supongo que no estaría abierta por el Artículo 16, en el que se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos, y se dice textualmente que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”.
        El presidente, que se abraza a la Constitución a la primera de cambio, ha hecho uso de la primera parte del artículo, como individuo que es (dicho en el mejor sentido), y ha pasado olímpicamente del resto, despreciando a los ciudadanos que profesen otras religiones, o simplemente, ninguna. Se me ocurre que podría haber hecho después un juramento en la intimidad, como una fiesta privada, con su biblia, sus cruces, vestido de obispo, si así le apetecía y hasta con Misa cantada. Algo así como las bodas que se hacen en el campo o en la playa, una vez que has firmado legalmente en el Juzgado.
         Pero fuera del acto oficial y del respeto que debe a todos los españoles, ya sean católicos, musulmanes, budistas o del hare Krisna. Y ya puestos, podría haber elegido otro libro de la Biblia distinto de Los Números, quizá algún pasaje que hable, de misericordia, de justicia, de tolerancia… Que los hay.

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