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jueves, 27 de octubre de 2016

Desde Macondo. HOLYWINS

Ya no me da el body para tanta fiesta. Resignada estaba a asistir una vez más al despliegue de calabazas huegas, zombies, esqueletos, frediskruger, vampiros y demás fuerzas del mal, como cualquier Halloween que se precie, y hete aquí que recibo la misiva de los obispos invitándome a celebrar "Holywins", así, en inglés, que para algunas cosas nuestros purpurados son muy internacionales.
     El pionero, al parecer, fue el Obispado de Alcalá, pero ahora han sido los obispos de Cádiz y Ceuta los que han  editado un manual con el que pretenden que colegios, asociaciones, parroquias y catequesis infantiles destierren de una vez la fiesta de Halloween  y den sentido religioso al día de Todos los Santos. Las instrucciones incluyen disfraces de apóstoles, papas y santos, juegos con globos, canciones religiosas y momentos de meditación. El manual es muy preciso y recoge instrucciones muy claras para celebrar como es debido la fiesta de "Holywins", que dicho sea de paso significa algo así como "los santos ganan". . Nada de zombis ni de vampiros. Los disfraces que deben triunfar  son de apóstoles, vírgenes, santos y beatos famosos. Hay también propuestas de juegos. Nada de truco o trato o pasacalles del terror. Lo que se recomienda son juegos con globos o la representación de canciones como 'Cuando un cristiano baila'.
      En fin, nunca he celebrado Halloween ni creo que tampoco vaya a hacerlo con Holywins, que soy partidaria de que cada cual se divierta como quiera. Y eso sí, que no falten buñuelos, ni castañas ni cualquier cosa que nos endulce la dura existencia.
      Pero no se puede ir contra los tiempos, por mucho que a veces sean malos consejeros. No se puede decir a un niño que cambie el disfraz del monstruito de moda por el de San José, tan serio y aburrido. Y eso que los obispos, que están en todo, ofrecen una amplia variedad de propuestas para disfrazarse. Sólo hay que entrar en la web del Holywins de Alcalá para enterarse de que con una armadura, un escudo y una espada, el tierno infante puede ser San Jorge. Y si le añades alas, San Miguel Arcángel. Una tela marrón con capucha y una cuerda blanca en la cintura vale para cualquier santo franciscano. Puestos a economizar, el vestido de princesa de Carnaval sirve para cualquier princesa santa: Olga, Clotilde, Margarita de Escocia... Hay más. Con camisa a rayas y triángulo rojo invertido con una "P", un sacerdote mártir en un campo nazi.
      Y si el niño es menos místico y a pesar de todo apuesta por lo "gore", y se emperra con eso del terror, con un disfraz con una cabeza cortada en una bandeja, puede ir de San Juan Bautista Decapitado.
      Me asombra el celo que pone la Iglesia en estas cosas. Ojalá lo pusiera en otras.
      Por mi parte, ni una cosa ni la otra, ni Halloween ni Holywins. Ni alas de murciélago ni de ángel, ni brujas ni monjas; ni telarañas ni nubes celestiales. Me quedo en Macondo con su cura levitando cuando toma chocolate, con José Arcadio Buendía, muerto y amarrado a un castaño en el patio, y charlando de vez en cuando con Úrsula, con sus 17 Aurelianos marcados con una cruz en la frente. Con Macondo y sus muertos de andar por casa, que van y vienen cuando, como el gitano Melquiades, no soportan la soledad de la muerte.

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