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jueves, 20 de octubre de 2016

Desde Macondo. PROCUSTO Y TESEO

Dado que la vida real nos ofrece pocas historias edificantes, y menos explicaciones de lo que nos está pasando, vuelvo la vista atrás, a la siempre aleccionadora mitología clásica, para intentar comprender por qué hemos llegado hasta aquí, qué hemos hecho mal y si estamos a tiempo de arreglarlo. O si esto tiene arreglo.
      Y en el camino hacia atrás, hacia la época dorada de la ahora moribunda Grecia, me encuentro con Procusto, mencionado en una de las aventuras de Teseo, en los obstáculos que tuvo que vencer para llegar a Atenas. 
      Procusto era un posadero que tenía su negocio en las colinas de Ática. Cuando un viajero solitario se alojaba allí, entraba por la noche en su habitación y le ataba las extremidades a las esquinas de la cama. Entonces, había dos posibilidades. Si el viajero era más grande que la cama, Procusto le cortaba las extremidades que sobresalían, los pies, los brazos, y hasta la cabeza, para que ‘encajase exactamente en el lecho. Si por el contrario era más pequeño, le estiraba hasta descoyuntarlo para que se adaptase a la medida. 
      El caso es que, andando el tiempo, el susodicho mesonero dio nombre a un síndrome, el “síndrome de Procusto”, utilizado para definir a quienes “cortan” todo lo que sobresale, lo diferente, a quienes pretenden acomodar siempre la realidad a la estrechez de sus intereses, a quienes se creen la medida de todo y se ponen nerviosos si alguien sobresale de la medida de su propia mediocridad.
      Y aquí entra la realidad actual. Estamos en manos de mediocres que no ven más allá de sus propios intereses y no permiten que nadie destaque. Y que se rodean de más mediocres para no quedar en evidencia. Dispuestos a cortar lo que haga falta para disimular sus carencias, para no quedar en evidencia.
      Así nos va. Hemos llegado a un mínimo nivel de exigencia. Damos por hecho que si un político, un empresario, un dirigente de cualquier tipo es gris, sus ministros, directores generales, gerentes, secretarios, asesores y demás, deben ser del mismo color. Sin nadie que brille con luz propia, que sobresalga. 
      Teseo, en el último de sus trabajos, acabó con Procusto engañándole para que se tumbase en la cama, momento que aprovechó para atarle y aplicarle su propio ‘método’. 
      Nosotros no tenemos un héroe que acabe con la tiranía de la mediocridad y dé un giro de 180 grados a este mundo que nos ha tocado vivir. 

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