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jueves, 6 de octubre de 2016

Desde Macondo. CUESTIÓN DE HORMONAS

No hay ciervos en Macondo. Ni venados, que la selva húmeda y frondosa no es lugar para tan majestuosos animales. Pero hasta aquí llega, ahora que la estación es propicia, el inquietante sonido de los cuervos entrechocando, y ese berrido lastimero y profundo que sale de las entrañas y se cuela por todas las rendijas.
      Hace mucho tiempo, cuando miraba las cosas con los ojos limpios y dispuestos para llenarse de mil y una imágenes nuevas, tuve ocasión de disfrutar del espectáculo de la berrea del ciervo. Nunca antes había visto algo igual. Ni oído. El lamento de los animales y el sobrecogedor ruido de los cuernos batiéndose en peleas casi siempre incruentas, pero impactantes.
      Como urbanita que soy, me mantenía a una distancia prudente de los imponentes bichos, por si algo de su furia me salpicaba. Y mi ignorancia del mecanismo hormonal de los cérvidos se puso de manifiesto cuando el guarda de la finca me dijo eso de "no se preocupe, no la ven. Ellos están a lo suyo". 
      Explicación popular. Lo suyo es perpetuar su especie, luchar por su territorio y asegurarse el futuro. La explicación científica, pasa por las hormonas. Están invadidos, colonizados por ellas, y no hay nada a su alrededor que los distraiga.
      Diréis que a qué cuento viene la historia. Pero tiene moraleja, como todas. Tengo la amarga sensación de estar asistiendo a una gigantesca “berrea”. El machacón sonido de los cuernos me recuerda machaconamente la realidad que estamos viviendo. Unos y otros dándose topetazos entre sí sin notar siquiera que alrededor estamos nosotros los que los alimentamos, los que cuidamos la finca en la que pacen y esperamos que, a cambio, se preocupen un poco por nuestras cosas.
      Por nuestro presente y nuestro futuro.
     Chocan los cuernos y no se oye el miedo al mañana, ni siquiera el de hoy, tan próximo,  ni el ruido de las tripas vacías, ni se huele la desesperanza o la desesperación. O la ausencia de brotes verdes, que tampoco les importa demasiado porque tienen la comida asegurada.
      La berrea está durando ya demasiado. Antes, cuando el mundo no estaba al revés, cuando la selva era selva y el monte, monte, se limitaba a unos cuantos días de otoño. La explosión de hormonas era temporal, y luego, las cosas volvían a la normalidad, No más peleas, y cada cual en su sitio. Y todos visibles.
      Ahora… Hace demasiado tiempo que no nos ven. Están a lo suyo.

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