Igual que los Aurelianos y los Arcadios se suceden sin remedio en la vida circular de Macondo, así se repiten hasta lo insoportable determinados mensajes en este tiempo que nos ha tocado vivir, especialmente ahora elecciones mediante. Es tiempo de mantras y nos vamos a hartar.
Más que de
turrones y mazapanes, que es lo que toca, nos vamos a dar un atracón de . herencia recibida, deuda, bajada de
impuestos, unidad de España, de las cosas como Dios manda, de hacer lo que hay
que hacer, de compromisos de acabar con el déficit, de empleo y de desempleo, de bajadas de impuestos, de renta
básica, de café para todos, de futuro perfecto…
Un
mantra, según el diccionario, es una sílaba, palabra o frase
que se recita (machaconamente, añado yo), para invocar a la divinidad o como
apoyo de la meditación. A todos los dioses, y a más si hubiera, tenemos que
invocar para separar el trigo de la paja, para que, a fuerza de escucharlos, no
acabemos tragando mantras, por muy azucarados que nos presenten, por muy
brillante que sea el papel en que los envuelvan. Ya podemos ponernos manos a la
obra con el ora pro nobis, hare Krisna, Om, o Alá es grande. O cualquier otra
letanía.
El mantra, todos los mantras, se opone diametralmente a la
originalidad. Supone la pasividad frente a la acción, la inactividad frente al
trabajo, la resignación frente a la búsqueda de soluciones. Y esto vale para
los de izquierdas, los de derechas, los del centro y los que no son carne ni
pescado.
Para
nosotros, los votantes, también. Que no querremos ser el santo Job, ya saben,
el de Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Entre otras cosas, porque no creemos
que la recompensa esté en el cielo. Y hace tiempo que dejamos de creer eso de
que se premia a los buenos y se castiga a los malos. Amén, que también es
un mantra.
Desde
esta misma noche estamos en campaña electoral. Dos semanas en los que nos
lloverán mensajes sin que podamos esquivarlos, sin que tengamos dónde
guarecernos. Y queremos mantras nuevos que sustituyan a los de siempre ya manidos,
desgastados de tanto usarlos como promesa o como excusa. Toca sustituirlos por
ideas, esfuerzos, ilusión, alegría, confianza. Meditando no llegamos a ninguna
parte, y lamentándonos, tampoco.
Ni
escondiéndonos en Macondo, por lo que me toca.
Amaranta
Úrsula, mucho después del diluvio, volvió llena de vitalidad y energía a la
casa, y abrió puertas y ventanas para espantar la ruina (sic). Por cierto,
volvía de Bruselas. Que también es un mantra..
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