Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 17 de diciembre de 2015

Desde Macondo. REFUNDAR EL MUNDO

No sé si es porque he cumplido un año más, por la proximidad de las elecciones o por la cumbre del clima, que ha puesto de manifiesto el lamentable estado del planeta que habitamos. Quizá sea tan solo porque se acaba este tormentoso 2015, o porque me he enterado que ha nacido una nueva estrella, Cervantes se llama, con cuatro planetas bautizados como Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea. O porque añoro el momento, tres décadas atrás, en que me establecí en este Macondo que habito, y a los pocos días cayó el Gordo de la Lotería.
      El caso es que me ha dado por pensar que hay que refundar el mundo. Que este no nos vale, y que no tiene arreglo. Es más, va a peor. No me apetece nada seguir viendo una mala película en la que las imágenes son o planas o terribles, y la banda sonora la componen ruido de bombas, llantos y lamentos mezclados con el tintinear del dinero en bolsillos inaccesibles.
      Hay que refundar el mundo para que podamos pisar suelo firme, y del cielo vuelva a caer agua limpia y no lluvia ácida; para que el Mediterráneo vuelva a ser mar y no cementerio, para que corran los ríos y retorne el color verde a los montes quemados, para que la nieve no abandone las cumbres, su residencia habitual, la arena no deje el desierto, su casa, e invada terreno ajeno, y el sol caliente lo justo, sin incendiar la tierra.
       Tal vez con un mundo nuevo, veamos las cosas de otra forma. Con otra luz, con un aire limpio, igual vemos más claros todos los males que hay que desterrar, la pobreza, la desigualdad, las guerras, las intransigencias, el creciente poder de los mercados y el poder asfixiante de los mercaderes, la tiranía de los dioses, se llamen como se llamen, que han olvidado conceptos como paz, solidaridad, generosidad, convivencia, justicia, amor…Los números, que han sustituido a las palabras, y los apuntes contables, que han acabado con la poesía.
       Hay que empezar de cero. Fundar Macondo como la primera vez, cuando el primer Buendía, ideó de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora del calor. Y en pocos años, fue un pueblo ordenado y laborioso. Y hasta razonablemente feliz.
      Claro que luego llegó el diluvio, y hubo epidemias, y que la compañía bananera se marchó del pueblo, y los pájaros muertos caían del cielo. Y hubo guerras. Pero fue después de muchos años de soledad. Los años que estamos viviendo.
       Ha sido bonito mientras lo escribía. Habrá elecciones, y seguiremos discutiendo sobre el calentamiento del planeta, no acabará la guerra en Siria y el Mare Nostrum seguirá siendo última morada de centenares de refugiados que también buscan otro mundo; y habrá ricos más ricos y pobres más pobres. Y todos intentaremos sobrevivir en estos tiempos que nos han tocado vivir.
      Creo que la estrella recién bautizada como “Cervantes” no es habitable. Y tampoco sus planetas. Lástima, porque sería un buen lugar para empezar de nuevo. Para refundar el mundo.

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