Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 29 de octubre de 2015

Desde Macondo. FIN DE LA CRISIS

Puede que alguien todavía se crea esa máxima propagandística de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad. A mí, cada repetición me indigna no mil, sino un millón de veces. Que no. Que no, que la crisis no se ha acabado para la inmensa mayoría, que el hecho de que en una familia de 10 pueda comer uno, no significa que haya salido el hambre de la casa. Por muchas veces que lo digan,
       Me pone de los nervios ver a quienes nunca han pasado fatiga o dificultad, ni tienen amigos, vecinos o familiares que las pasan, colgarse una medalla cada vez que tienen un micrófono cerca hablado de recuperación, de milagros económicos, de crecimiento del PIB, de ser los mejores del mundo mundial… Decretan el fin de la crisis, corre ríos de tinta escritos con nuestros dolores, pero eso sí, dejándonos claro que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas.
       Lo ha dicho el mismísimo presidente, “España en estos años ha cambiado de cara”. Y de cuerpo. Y de espíritu. Claro que hemos cambiado. Somos irreconocibles, porque ya casi no recordamos cuando nos compadecíamos de los mileuristas, o cuando la Sanidad nos ofrecía confianza, cuando las pensiones de los abuelos no servían para que comieran hijos y nietos, cuando las “duras” jornadas de trabajo eran completas y se pagaban como tal, cuando los contratos de un mes, de ocho horas o de un ratito eran una excepción y no la norma…
       Se acabó la crisis. Porque sí. Porque han decidido que es el momento, elecciones por medio. Si está desempleado, si se engloba en el “precariado”, en el que el sueldo no da para vivir, si es joven o becario y trabaja gratis, si tiene más de 45 años y ya está expulsado del mercado de trabajo (no digo nada si encima es mujer), es otra historia. Y si tiene que pasar frío en invierno y calor en verano por que el recibo de la luz es imposible, pues se aguanta.
       Han decidido que este es el País de las Maravillas, y sí o sí nos lo tenemos que creer. Y portarnos bien, no vayamos a deshacer todo  lo que se ha conseguido.
       En Macondo nacieron niños  con una cola de cerdo, el agua hervía sin fuego y algunos objetos domésticos se movían solos; hubo una peste de insomnio y otra de olvido y los huesos humanos cloqueaban como una gallina; un niño lloró en el vientre de su madre; el cura levitaba al tomar una taza de chocolate y Remedios La Bella ascendió a los cielos mientras doblaba las sábanas. Y un huracán arrancó el pueblo de cuajo, llevándoselo del suelo y de la realidad.
       Todo mucho más real y más creíble que el fin de la crisis.

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