Están de moda. Tristemente de
moda. Casi al mismo tiempo hemos conocido que la primera, la filosofía, pasa a
ser una “maría” en los planes de estudio, y que la nueva Formación Profesional
oferta un curso de banderillero. Dos mil horas lectivas que incluyen prácticas
con carretón, o conocimientos para extraer el semen de un toro. Tauromaquia
y Actividades Auxiliares Ganaderas se llama, y entre las posibles salidas
profesionales del nuevo título figuran, además del de matador de novillos, el
de peón agropecuario, pastor y banderillero o picador.
Me callaría si el tema quedara
ahí. Igual el ex ministro Wert, que ha puesto tierra y Pirineos de por medio, tenía
algún compromiso que cumplir. O tal vez sea tan solo una muestra más de los
intentos denodados de este Gobierno por hacer que el tiempo corra al revés, por
llevarnos medio siglo hacia atrás.
Qué tristeza. Decretan que el amor
por la sabiduría, la filosofía, es una estupidez, un sentimentalismo absurdo;
decretan que las Humanidades, que el diccionario define como “Conjunto de
disciplinas que giran en torno al ser humano”, y que incluyen la como la
literatura, o la historia, deben ocupar las mínimas horas posibles en la agenda
escolar, igual que la música o las artes plásticas. Que son caprichos innecesarios
y no nos deben distraer de lo importante.
Como si fueran lujos,
actividades extraescolares tipo hacer macramé o apuntarse a taichí. Pasar un
rato con Aristóteles, con Sócrates, o con Platón o con Kant, con Rousseau y
hasta con San Agustín, es una pérdida de tiempo. Todos han sido expulsados de
clase, Igual que la Historia de la Literatura, o simplemente la Historia. Por
no hablar del Latín y el Griego, las lenguas clásicas, que también han sido
declaradas proscritas.
Creo que si tuviera que comenzar
ahora mis estudios, me iría directamente a la FP Básica, al curso de
Tauromaquia, para acogerme a la salida profesional de pastor, pastora en mi
caso. En la inmensidad de las dehesas, mientras echara un ojo a los toros,
podría dedicarme, sin presiones, a meditar sobre el mundo, a leer a los
clásicos, a analizar lo que pasa, a hacerme las mil y una preguntas que se
hicieron antes los que ahora han sido silenciados…
Y tal vez hasta pudiera, como en
Macondo, descifrar los pergaminos de Melquiades que contaban la historia de
Cien Años de Soledad.
miércoles, 21 de octubre de 2015
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