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miércoles, 21 de octubre de 2015

Desde Macondo. FILOSOFÍA Y TOROS

Están de moda. Tristemente de moda. Casi al mismo tiempo hemos conocido que la primera, la filosofía, pasa a ser una “maría” en los planes de estudio, y que la nueva Formación Profesional oferta un curso de banderillero. Dos mil horas lectivas que incluyen prácticas con carretón, o conocimientos para extraer el semen de un toro. Tauromaquia y Actividades Auxiliares Ganaderas se llama, y entre las posibles salidas profesionales del nuevo título figuran, además del de matador de novillos, el de peón agropecuario, pastor y banderillero o picador.
        Me callaría si el tema quedara ahí. Igual el ex ministro Wert, que ha puesto tierra y Pirineos de por medio, tenía algún compromiso que cumplir.  O tal vez sea tan solo una muestra más de los intentos denodados de este Gobierno por hacer que el tiempo corra al revés, por llevarnos medio siglo hacia atrás.
        Qué tristeza. Decretan que el amor por la sabiduría, la filosofía, es una estupidez, un sentimentalismo absurdo; decretan que las Humanidades, que el diccionario define como “Conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano”, y que incluyen la como la literatura, o la historia, deben ocupar las mínimas horas posibles en la agenda escolar, igual que la música o las artes plásticas. Que son caprichos innecesarios y no nos deben distraer de lo importante.
        Como si fueran lujos, actividades extraescolares tipo hacer macramé o apuntarse a taichí. Pasar un rato con Aristóteles, con Sócrates, o con Platón o con Kant, con Rousseau y hasta con San Agustín, es una pérdida de tiempo. Todos han sido expulsados de clase, Igual que la Historia de la Literatura, o simplemente la Historia. Por no hablar del Latín y el Griego, las lenguas clásicas, que también han sido declaradas proscritas.
        Creo que si tuviera que comenzar ahora mis estudios, me iría directamente a la FP Básica, al curso de Tauromaquia, para acogerme a la salida profesional de pastor, pastora en mi caso. En la inmensidad de las dehesas, mientras echara un ojo a los toros, podría dedicarme, sin presiones, a meditar sobre el mundo, a leer a los clásicos, a analizar lo que pasa, a hacerme las mil y una preguntas que se hicieron antes los que ahora han sido silenciados…
      Y tal vez hasta pudiera, como en Macondo, descifrar los pergaminos de Melquiades que contaban la historia de Cien Años de Soledad.

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