No hubiera venido mal, entre
tantas reposiciones más o menos casposas, el consabido verano azul y los
documentales mil veces repetidos, que Televisión Española, la de todos, hubiera
reprogramado unos cuantos episodios del mítico Barrio Sésamo, y especialmente
las lecciones de Coco y otros monstruitos, que enseñaban a los más pequeños los
conceptos básicos para moverse en el mundo. Ya sabéis, arriba y abajo; dentro y
fuera; cerca y lejos; grande y pequeño…
Todo lo que parece elemental
y que, sin embargo, vamos aprendiendo a fuerza de tropezones, de caer y
levantarnos, y vuelta a empezar. Con las enseñanzas de los muñecos olvidadas,
hemos tenido que volver a reconocer que si estás abajo, le importas un pimiento
a los de arriba; que grande y pequeño no es cuestión de tamaños, sino de dinero;
que lo de rico y pobre, es un espacio cada vez más dilatado. Y que dentro de
determinados mundos no cabemos la inmensa mayoría. Quedamos fuera.
Fuera de la Ley quedó
Josefa, por no poder dejar la casa en la que vive y mantiene a cinco personas
con 300 euros de pensión. Ahora está dentro, pero de la cárcel. Fuera están
muchos, con muchas causas pendientes, y con yates, casoplones y pasaporte
dispuesto para viajecitos varios.
Nos encanta que vengan
turistas, cuantos más y de más lejos, mejor. Aunque se emborrachen y causen
todo tipo de conflictos. Traen dinero. Mucho más cerca están los refugiados
subsaharianos, los de Siria o los de Libia. Pero ese “cerca” no nos vale. Los
queremos lejos. Si puede ser en el fondo del mar, un problema menos.
Queremos votantes visibles,
pero parados, dependientes, enfermos o pobres, invisibles los cuatro años
siguientes, el periodo que va hasta las siguientes elecciones. Queremos un
Barrio Sésamo a nuestra manera, donde las cosas no sean blancas o negras, sino
del color que mejor nos pinte en cada momento.
Es la ceremonia de la
confusión, en la que las definiciones no son las que vienen en el diccionario
ni las que simplificaban los habitantes del famoso Barrio para que todos las
entendieran. Claro, que tampoco habitamos en un idílico espacio en el que
primen la armonía, la solidaridad y el bien común, y en el que las risas se
eleven por encima de los gritos y lamentos.
Han pasado muchos años, y ya
es hora de reponer Barrio Sésamo. Y de recomponer el mundo.
Sobre todo (y cuidado que está difícil), de recomponer el mundo. Como siempre, genial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Antonio. Decenas de personas han compartido tu soneto al Tajo. Por algo será.
ResponderEliminarCuenta la sensibilidad por el asunto y la generosidad de la gente. Gracias por la publicidad (guiño cómplice).
EliminarBuen análisis. Comparto
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