Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 12 de agosto de 2015

Desde Macondo. EL MARE NOSTRUM


Nuestro Mar. Y ahora también el suyo. El Mediterráneo ha vuelto a ser lo que siempre fue. Puente entre Europa, Asia y África. Canal de comunicación con el inmenso océano Atlántico, con el mar Rojo, con el Negro. Una enorme masa de agua que permitió el desarrollo de Mesopotamia, de Egipto, de Persia, de Fenicia, de Cartago, del colosal imperio de Alejandro, de Grecia, de Roma, del Islam, de la dominación otomana.
        A lo largo de la historia del Mediterráneo, que es la historia de la Humanidad, personas de todas las épocas, de todas las razas, colores y creencias han surcado sus aguas buscando horizontes, rutas comerciales y nuevos territorios. El mar ha servido para ensanchar el mundo, para compartir culturas y proyectos de vida. Hasta la democracia nació en sus orillas…
        Y ahora estremece saber que se ha convertido en una barrera casi infranqueable, en un inmenso cementerio, que en sus fondos, se pudren miles de cuerpos de los que buscaron en el mar el camino hacia la vida. Las aguas del Mare Nóstrum se han tragado decenas de miles de muertos en los últimos años. Todos ellos buscaban, como se ha hecho a lo largo de los siglos, una nueva ruta. La de la vida.
        No sé en qué momento hemos decidido que el Mediterráneo nos pertenece sólo a nosotros, que es nuestro mar y nadie más-salvo que sea en cruceros y previo pago, tiene derecho a transitar por las vías que abrieron todas las civilizaciones del mundo y que desde el llamado primer mundo nos hemos encargado de blindar.
        Si acaso, miramos de reojo las imágenes de televisión, nos compadecemos unos momentos con las caritas de frío de los niños rescatados, o nos escandalizamos con las largas hileras de ataúdes en la orilla. Si tenemos tiempo,  hasta decimos eso de ¡pobres gentes!,  y dedicamos un rato a comentar los sueños rotos de decenas de familias. Y pasamos página.
        Probablemente, el próximo verano nos bañaremos de nuevo en las cálidas aguas de cualquier playa mediterránea, y comentaremos la suerte de tener el mar tan cerca. Y para nosotros solos. Nuestro mar. En el fondo están todos aquellos con los que no quisimos compartirlo.
        El primer Buendía buscaba el mar cuando emprendió con su familia la búsqueda de un lugar para vivir. Afortunadamente, nunca lo encontró. Y su estirpe se prolongó por siete generaciones. Hasta el diluvio.

2 comentarios:

  1. Precioso y triste, muy triste artículo. Es lo que hay cuando los seres humanos nos volvemos egoístas y hasta el mar lo queremos para nosotros. La pobreza y la desesperación nos asustan, nos dan pavor y obtamos por mirar para otro lado.

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