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jueves, 27 de agosto de 2015

Desde Macondo. BARRIO SÉSAMO

No hubiera venido mal, entre tantas reposiciones más o menos casposas, el consabido verano azul y los documentales mil veces repetidos, que Televisión Española, la de todos, hubiera reprogramado unos cuantos episodios del mítico Barrio Sésamo, y especialmente las lecciones de Coco y otros monstruitos, que enseñaban a los más pequeños los conceptos básicos para moverse en el mundo. Ya sabéis, arriba y abajo; dentro y fuera; cerca y lejos; grande y pequeño…
       Todo lo que parece elemental y que, sin embargo, vamos aprendiendo a fuerza de tropezones, de caer y levantarnos, y vuelta a empezar. Con las enseñanzas de los muñecos olvidadas, hemos tenido que volver a reconocer que si estás abajo, le importas un pimiento a los de arriba; que grande y pequeño no es cuestión de tamaños, sino de dinero; que lo de rico y pobre, es un espacio cada vez más dilatado. Y que dentro de determinados mundos no cabemos la inmensa mayoría. Quedamos fuera.
       Fuera de la Ley quedó Josefa, por no poder dejar la casa en la que vive y mantiene a cinco personas con 300 euros de pensión. Ahora está dentro, pero de la cárcel. Fuera están muchos, con muchas causas pendientes, y con yates, casoplones y pasaporte dispuesto para viajecitos varios.
       Nos encanta que vengan turistas, cuantos más y de más lejos, mejor. Aunque se emborrachen y causen todo tipo de conflictos. Traen dinero. Mucho más cerca están los refugiados subsaharianos, los de Siria o los de Libia. Pero ese “cerca” no nos vale. Los queremos lejos. Si puede ser en el fondo del mar, un problema menos.
       Queremos votantes visibles, pero parados, dependientes, enfermos o pobres, invisibles los cuatro años siguientes, el periodo que va hasta las siguientes elecciones. Queremos un Barrio Sésamo a nuestra manera, donde las cosas no sean blancas o negras, sino del color que mejor nos pinte en cada momento.
       Es la ceremonia de la confusión, en la que las definiciones no son las que vienen en el diccionario ni las que simplificaban los habitantes del famoso Barrio para que todos las entendieran. Claro, que tampoco habitamos en un idílico espacio en el que primen la armonía, la solidaridad y el bien común, y en el que las risas se eleven por encima de los gritos y lamentos.
       Han pasado muchos años, y ya es hora de reponer Barrio Sésamo. Y de recomponer el mundo.
 

4 comentarios:

  1. Sobre todo (y cuidado que está difícil), de recomponer el mundo. Como siempre, genial.

    Un abrazo.

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  2. Gracias, Antonio. Decenas de personas han compartido tu soneto al Tajo. Por algo será.

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    1. Cuenta la sensibilidad por el asunto y la generosidad de la gente. Gracias por la publicidad (guiño cómplice).

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