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jueves, 16 de enero de 2014

Desde Macondo. ELDORADO

Mira que pasamos años los españoles en América y no fuimos capaces de descubrir Eldorado! Así, todo junto, que a fuerza de nombrarlo y de buscarlo, se consolidó como topónimo, como nombre propio. De Méjico a la Patagonia, pasando por los inhóspitos Andes, la intrincada Amazonia, las selvas brasileñas, y hasta mi amado Macondo, por el que entonces pasaron de largo, conquistadores leales o traidores a la corona revolvieron cielo y tierra en pos de la leyenda de un lugar mítico en el que el Rey andaba en cueros, pero cubierto de polvo de oro, y los súbditos arrojaban cada día a la laguna sagrada toneladas del metal amarillo.
         Tanto buscarlo y, quinientos años después, descubrimos que está aquí mismo. No me extrañaría que entre los presentes que Rajoy ha llevado a Obama en su histórica visita a la Casa Blanca se cuente algún documento que lo pruebe. Oficialmente, los regalos son una biografía de Vasco Núñez de Balboa, una copia de la carta en la que se informa a Fernando el Católico del descubrimiento del Pacífico, y un facsímil de un mapa mundi de la época, copias de originales que guarda la Biblioteca Nacional.
         Y el descubrimiento de Eldorado. Estoy segura.  Se lo habrá dicho de palabra, porque eso de trazar mapas lleva su tiempo. Eldorado está en España y lo he descubierto en sólo dos años, Barack. Me río yo de Lope de Aguirre y demás conquistadores intrépidos. Varias docenas de recortes, una reforma laboral con sus periódicas retoques, un par de subiditas del IVA y demás impuestos, copagos varios, desahucios disuasorios para quienes tengan tentaciones de no pagar la hipoteca, otra vueltecita a la bufanda de las pensiones, para que los abuelos no se desmanden y un buen tajo a la Educación y la cultura, que estos indígenas cuando piensan son peligrosos…
        Y ya está. Sin pegar un solo tiro hemos conquistado Eldorado. Lo de los daños coyunturales se inventó más tarde, creo que fuisteis vosotros, los americanos, cuando la guerra de Irak.
         Como un moderno cacique, sin plumas y con traje, Rajoy se ha plantado en el Despacho Oval para hacer su ofrenda. España es ahora una balsa de aceite. Sueldos bajitos, gente calladita, la molesta clase media extinta, banqueros y empresarios de postín donde tienen que estar y Cáritas ocupándose de los pobres, que no molesten.
         Eldorado, vamos.
         Y se me ocurre pensar que, dándose una vueltecita por este mundo en blanco y negro, muy lejos del amarillo dorado, mi admirado García Márquez hubiera tenido material suficiente para escribir quinientos años de soledad. Y sin esforzarse, sin exprimir la imaginación.
 

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