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jueves, 29 de agosto de 2013

Desde Macondo. TAMBORES DE GUERRA

Suenan tambores de guerra y el ruido ensordecedor tapa-de momento-el resto de los sonidos. El de la crisis, las corrupciones, la cuesta de septiembre que se suma a la de todo el año, el inicio del curso sin becas, las listas de espera alargadas al infinito, el drama de los parados, la enfermedad terminal de la democracia, el déficit, la deuda…
           Todo calla porque nos aprestamos a vivir otra “operación relámpago” en directo y no habrá más colores en nuestro universo que el negro de la noche, del humo y de la pólvora, el rojo de la sangre, el verde de los soldados y el brillante plateado de los aviones. No a la guerra.
           Condenando todo lo que de condenable tiene el presunto ataque con armas químicas y las masacres contra civiles indefensos, y dando por sentado que no sé nada de estrategias, no alcanzo a entender porqué ahora, qué diferencia existe entre los miles de muertos acumulados en los dos últimos años, y que nos han mostrado ampliamente los medios de comunicación, y los muertos de la semana pasada. No sé ustedes, pero yo he visto grabaciones de fosas comunes, de niños tiroteados, de familias enteras aplastadas bajo escombros, de ejecuciones salvajes…Así durante meses y meses, ante la impasibilidad de la ONU. Tristes guerras, tristes armas si no son las palabras.
           Pero ahora suenan tambores de guerra. Tal vez cuando lean esto, hayan empezado los bombardeos. De lo que no me cabe duda es que no habrán terminado. Todos tenemos muy frescas en la memoria historias como las de Irak o Afganistán. Que no son historia, que son actualidad muchos años después.
           Y ahora, con miles de muertos y millones de refugiados sobre la mesa, alguien ha decidido que es el momento. Algo tendrá que ver el que las Bolsas se desplomen y suba el petróleo ante el inminente ataque a Siria. En un mundo en crisis, con el hambre y la desesperación campando por sus respetos, me parece obsceno gastar un solo céntimo en batallas. Y no digo nada en vidas humanas.
           El coronel Buendía participó en 32 guerras hasta que se convenció de que no había liberales ni conservadores, que sólo se luchaba por el poder. Entonces, firmó la rendición, se retiró a Macondo y se sentó a ver pasar su entierro.
           Poco más podemos hacer nosotros. Los amos del mundo han decidido que olvidemos nuestras miserias por el momento o que las sobrellevemos pensando que siempre hay algo peor a la vuelta de la esquina. Y la guerra es el peor de todos los horrores.

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