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jueves, 22 de agosto de 2013

Desde Macondo. AGOSTICIDAD

¡Cómo ha cambiado agosto! En poco tiempo ha pasado de ser un mes amable, vacacional, final de lo malo y principio de muchas cosas buenas, mes de reencuentros y soledades, de bullicio y tranquilidad, a gusto del consumidor, a convertirse en treinta y un días de inquietudes y rollos más o menos malos.
         Si tuviera que definir la palabra de moda, “agosticidad”, ya que la Real Academia aún no la admite (todo se andará), diría que es algo así como un agravante en las conductas que se realizan durante el periodo generalizado de vacaciones, y que presuntamente tiene como objeto suscitar menor protesta de los perjudicados, bien sea por encontrarse en otra dimensión (física o personal), o porque el calor nos vuelve más comprensivos Y esto vale sobre todo si nos referimos a actividades de los que mandan-Gobierno, empresarios, Banca-, debido a su carácter polémico o impopular.
         Hasta hace unos años, con agosticidad, premeditación y alevosía, nos levantaban las calles y bacheaban las carreteras, a veces, hasta daban el último empujón a un edificio histórico cuya demolición había levantado las iras de la gente. O subían alguna que otra tarifa de luz o de agua. Y poco más. El resto de las noticias las ocupaban las fotografías de playa de los famosos, algún divorcio que otro o las vacaciones de la familia real. Un par de incendios, los accidentes de tráfico y las recomendaciones sobre la ola de calor.
         Pero agosto ya no es lo que era. Y nosotros tampoco. La media-o la mitad de un cuarto-de España que está de vacaciones, sigue pendiente de la economía, las corrupciones, el miedo al futuro, el paro… Y el resto, pasa los largos días del mes vacacional por excelencia maldiciendo la crisis que le ha dejado sin playa o montaña y haciendo cuentas. Y escuchando las últimas ocurrencias del presidente de los empresarios, o las del FMI con sus “recomendaciones” de bajar salarios y subir impuestos, o cortándose de encender el ventilador por lo que pueda pasar con el recibo de la luz.
         Agosto ya no es el mes de paso hacia septiembre. Tiene entidad propia. No es el mes de las serpientes de verano, porque se ha convertido en un monstruo de cien cabezas que se llaman Bárcenas, crisis, desempleo, sobres, corrupción, nuevos impuestos, menos becas, sanidad bajo mínimos, baches en las calles y olor a alcantarilla por falta de mantenimiento.
         Tal vez el diccionario, además de recoger el término agosticidad, debería añadir el de “agosticidio”. Matar el mes de agosto. Para que renazca como era antes. Sol, moscas, y tranquilidad.  Y desconexión.
 

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