No son buenos tiempos
para casi nadie pero, como siempre que vienen mal dadas, las mujeres salimos
perdiendo. Es como si el otro sexo, el siempre dominante, aprovechara cualquier
resquicio para recuperar el espacio que creen perdido y que no entienden como
compartido.
Y en esas estamos. La
crisis ha golpeado mucho más fuerte a las mujeres, volviendo a encerrarlas en
casa, porque el escaso trabajo es para los hombres. Y los recortes y la muerte
de la Ley de Dependencia, las ha enviado de vuelta a cuidar a los abuelos o a
los hijos con problemas. Sin contar con
que, como siempre, son las mujeres las que tienen que administrar el escaso
presupuesto familiar, devanándose los sesos para llenar la olla o la tartera de
comida.Pero no es todo. Ha crecido espectacularmente la violencia de género, tal vez fruto de ese gen machista y dominador que, ilusas de nosotros, creíamos desaparecido en el duro combate que hemos mantenido en la segunda mitad del Siglo XX. Y la última ocurrencia de este Gobierno de nuestros dolores es eliminar de la estadística a las víctimas que no hayan sido hospitalizadas. De violencia psicológica, ni hablamos. Ni de ojos morados, brazos rotos o costillas machacadas. Te escayolan, te vendan… y a casa. Sin aparecer en ninguna lista.
Y como la falta de varón no es problema médico (Ana Mato dixit), las mujeres solas o las lesbianas, no tienen derecho a la reproducción asistida. Solo las casadas como Dios manda. Como mandan los que han decidido enviarnos de vuelta a las cavernas.
Y a una le da gana de exiliarse para siempre en Macondo. Desde la primera vez que tuve en mis manos Cien Años de Soledad me atraparon sus mujeres. Úrsula, que dirige con mano de hierro a siete generaciones de Buendías; la exuberante Petra , a cuyo paso los animales se reproducían por millares, santa Sofía de la Piedad, con el don de no existir salvo en el momento preciso; la lánguida jovencita prostituta, y su abuela desalmada, Amaranta tratando de salvar la estirpe… Unas subiendo al cielo y otras pisando firme la tierra. Todas con su espacio propio. Todas mujeres mirando de tú a tú a cualquier macho alfa que pretendiera colarse en su espacio.
Pero Macondo es un lugar imaginario. Sin espacio ni tiempo. Hasta sin Gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario