Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 18 de julio de 2013

Desde Macondo. SERPIENTES DE VERANO

Coincidiendo con el calor llegaban los gitanos a Macondo. Y siempre traían algo nuevo con lo que entretener los largos y sofocantes días. Una vez fue el hielo, nunca visto por aquellos lares; otra, el imán, al que se pegaban cucharas y sartenes como por arte de magia, y la lupa, que podía crear el fuego sólo con dirigirla al sol; y el catalejo, que mostraba las montañas más allá de la ciénaga. Y hasta una presunta alfombra voladora.
        Eran, por así llamarlo, serpientes de verano. De lo que se hablaba incansablemente en todas las casas, en todas las tertulias, en todos los corrillos. Como hacíamos aquí hasta hace cuatro días. Con la llegada de julio, cualquier periódico o  noticiero de radio y televisión tenían su propia historia para pasar los meses de sequía informativa. Desde avistamientos de OVNIS hasta descubrimientos más o menos famosos, antiguas historias con pistas nuevas, crímenes espeluznantes que volvían a la luz o simplemente, amores y desamores de personajes y personajillos.
        Eran bichitos inofensivos, entretenidos, curiosos, que volvían a su guarida con la llegada de septiembre. Pero el cuento ha cambiado. Las culebrillas de entonces son ahora la Hidra, la Gorgona, la Medusa, la serpiente emplumada y hasta la de Adán y Eva que nos expulsó para siempre del Paraíso condenándonos a ganar el pan con el sudor de la frente.
Hemos creado un monstruo y ahora nos engulle sin remedio. No hay forma de acercarse a una página impresa, de encender un aparato de radio o de zambullirse en la red sin que encontremos un “bicho” que nos amargue lo que debiera ser un plácido día de verano. Se llaman corrupción, o paro, o recortes, o desahucios, o hambre, o desesperación. Tienen nombre propio y nos persiguen en casa, en la playa, en la siesta inquieta; se cuelan, como serpientes, en los paseos mañaneros de los pueblos, en las charlas nocturnas buscando el fresco.
        Tienen diez mil cabezas como la hidra, y te convierten en piedra con sólo mirarte, como la medusa. Y amenazan con quedarse mucho más allá del verano.
Son serpientes de todo el año. Hemos permitido que engorden hasta lo indecible y han ocupado todo nuestro espacio, cambiándose los nombres inquietantes por otros como mayoría absoluta o estado de derecho.
        Y ya no se esconden con la llegada del frío. Han ocupado las cuatro estaciones.
       

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