Tras una de las muchas
conversaciones habituales en estos tiempos, pesimistas a menudo, melancólicas
casi siempre, recordando lo perdido, los tiempos pasados indudablemente
mejores, me ha venido a la cabeza la famosa fase de la película Blade Runner,
Ya sabéis esa de "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…Todos
esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia”. Roy
Batty podría estar presente en cualquiera de las reuniones actuales de amigos,
vecinos, familia, en las que hablamos y hablamos para concluir con que hemos
dejado demasiadas cosas en el camino.
Hace
tan solo unos meses, poco más de un año, se hablaba de verano, de calor, de
vacaciones, de incendios si me apuran; de comienzo de rebajas, de apartamento
en la playa, de las notas del niño que está acabando la carrera, de las obras
en casa, aprovechando la extra… Y de problemas, por supuesto, que esos existen
en todo tiempo y lugar. Y que a veces apretaban, pero no asfixiaban.
Digo
problemas, en plural, y no “el problema”, que no es singular, sino global y
genérico. Porque las lágrimas en la lluvia son demasiadas. Hemos perdido en el
tiempo muchas cosas, tantas que nos cuesta trabajo creerlas cuando intentamos,
sin éxito, enumerarlas. El derecho a enfermar en paz, a sentirnos ciudadanos y
no súbditos, a pensar que no estamos solos, a no temer el mañana, a envejecer
con dignidad y sin agobios, a confiar en los políticos que garantizaban
nuestros derechos, a distinguir la raya del horizonte, a pisar el suelo sin
temer que se hunda. A no mirar al cielo porque estaba aquí, muy cerca.
Ya
son lágrimas en la lluvia la alegría de votar sintiéndonos dueños de nuestro
mañana, de defender la democracia con uñas y dientes; de abrazarnos a la
Constitución como libro de cabecera, que escondía los tesoros de nuestra vida,
la igualdad, la justicia, la convivencia…, de justificar el sistema como el
menos malo, de sentirnos europeos, de pensar que vivíamos en el mejor lugar
posible del planeta.
Hemos visto cosas que ya casi no creemos, y
que contamos en las tertulias de verano como batallitas del abuelo Cebolleta
¿Quién se va a creer que antes había camas de Hospital para todos, que las
becas no eran problema, que había trabajo para vivir dignamente? Que los
Mercados no tenían rostro, que las palabras reinaban por encima de los números.
Que hasta nos permitíamos mirar con lástima a los mileuristas. Que existir no
era un incordio para las cuentas de la Seguridad Social.
Que
incluso se lloraba de alegría.
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