Tomo prestado el título de la divertida
novela de Gerald Durrell, y ya puestos, hasta cambio el “mí” del original por
el “la” propio, no vayáis a pensar que me estoy refiriendo a los de mi sangre,
que tienen-tenemos-sus cosas, como todos, pero dentro de lo que se entiende
como normalidad familiar. Y por tanto, nunca aparecerán en un espacio como
éste, al menos, de mi pluma.
Y a pesar de todo, el título me lo ha
sugerido una frase que mi madre repetía hasta la saciedad, “Dichoso el que a
los suyos se parece”. La decía una y otra vez, especialmente cuando yo
comparaba mi genio con el suyo, o en broma le recriminaba su herencia de
caderas anchas y pies siempre prestos a hincharse, a poco que hiciera calor o
hubieras caminado más de lo habitual. Que en eso éramos muy parecidas. Lástima
que no haya heredado otras cosas de ella.
Pero a lo que íbamos, que yo quería
hablar de otra familia, de los Franco, cuando llevo ya casi una semana
intentando digerir el comunicado hecho público tras conocerse el decreto-ley
del Gobierno para sacar los restos del patriarca de donde nunca debieron estar.
Por no hablar de declaraciones varias, apariciones en medios y demás, arropados
por la fundación que lleva el nombre del abuelo y con la inestimable ayuda del
prior de los benedictinos que custodian el “santo” lugar”.
Resulta que ponen negro sobre blanco que los "únicos
legitimados para decidir el destino de los restos mortales" de su abuelo
son ellos. Hala, sin anestesia, y mientras nos preguntamos en qué elecciones
hemos votado al tal Francis, portavoz familiar, para decidir sobre tal cuestión
o sobre cualquier otra. Por supuesto que tienen derecho a presentar
alegaciones, faltaría más, que no queremos ni remotamente parecernos a su
familia, mucho menos al dictador, para quienes el término democracia es una
obsoleta palabra griega en desuso y borrada del diccionario.
Y ahí están todos de acuerdo. La
“family” al completo. Desde la flamante duquesa, hasta los que gestionan, vía
Panamá, la herencia, fabulosa a decir de algunos, que nunca hubiera conseguido
dejar a sus deudos un militar decente por muchos años de servicio a la patria
que cumpliera, y que disfrutan, desde hace más de ocho décadas, todos los
miembros de la “unidad familiar”.
Herencia que no debiera ser inamovible
(como el cuerpo del abuelo), y a las pruebas me remito, que la nieta de
Pinochet ha sido condenada hace tan sólo un par de meses a devolver un puñado
de millones de los que el dictador chileno le dejó para su uso y disfrute.
Aquí, no sólo no se habla de eso, si acaso,
y tímidamente del pazo de Meirás, sino que se permiten poner por escrito, y
difundirlo, que el gobierno "no podrá culminar su propósito de vejar los
restos en un acto de revanchismo retrospectivo sin precedentes en el mundo
civilizado". Toma ya. Sin Ley Mordaza, sin 155 y sin nada de nada. Porque
ellos lo valen, que para eso son “la familia”.
No sé a vosotros, pero a mí se me
despiertan los peores instintos. Que esto no se acabe con la inminente salida
de una momia del levantando una lápida y llevando al inquilino con la música a
otra parte. La familia, y otros animales que andan por ahí diciendo burrradas,
también tendría que responder por mantener la herencia. La material y la otra,
que es peor.
Muy claro, sencillo y correcto (... por supuesto acertado) este post que me he " encontrado" por casualidad y que me ha encantao.
ResponderEliminarSólo añadiría algo que me vino a la mente escuchando ( posiblemente en el telediario) a algún miembro de la familia....: Por qué no cambiar la ubicación de los restos de este señor, del Valle a cualquier cuneta de cualquier carretera de España como él hizo con tanta gente?
Porque no queremos ni remotamente parecernos a ellos, Patricia. Gracias por tu comentario.
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